24. Real.

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Sentada en la entrada de la residencia Manoban, esperaba pacientemente que el chófer pasara a recogerme.

Era temprano, la brisa fresca de la mañana jugaba con mi cabello, provocando que las puntas de este hicieran cosquillas en mi rostro y parte de mi cuello.
Yo sonreía, pero no precisamente por la sensación de mi cabello chocando contra mi piel.

Sino por las sensaciones nuevas que residían en mi interior.

La noche anterior fue algo parecido a una libertad nunca antes experimentada.
Lejos de los ojos controladores que me acompañaron durante toda mi vida, pude darme el gusto de ser tan irresponsable como cualquier otro adolescente.

Me reí, bebí, me emborrache y me olvide de lo "correcto" por unas largas horas.
Hable mal, dije lo que pensaba, y el angustiante sentimiento de hacer las cosas "mal" no me invadió en toda la noche.

Habían muchas cosas que no recordaba, imágenes borrosas era lo único que aparecía en mi mente cada vez que intentaba recapitular los hechos. Pero por el dolor de mi estómago y la increíble necesidad de seguir sonriendo, me fue fácil deducir que me había divertido, y por consecuencia; me había reído muchísimo.

Me sentía bien, y comencé a formar una alocada teoría en mi cabeza. Cosa que tomaba sentido, analizando la manera en la que me sentí con Lisa en una sola noche, y en como me sentí bajo el cuidado de mis padres durante toda mi vida.

La versión "real" de mi nunca había salido a la luz. Y si bien los cambios de personalidad comenzaban a manifestarse en esa edad, nunca creí que yo llegaría a ser esa clase de persona.

Por la manera en la que fui criada, siempre creí que lo mejor para mi era seguir una vida estricta, con modales, dándole énfasis al título de "señorita perfecta".

Pero eso quedó completamente descartado.

Amaba sentarme mal, hablar con malas palabras y ser insolente. Me gustaba hacer cosas que se suponía que no debían hacerse a mi edad, y disfrutaba pasar el tiempo sin hacer nada, sólo tontear y ser tonta.

Mi versión real no era aquella que querían mis padres. Ni tampoco la que Jaebeom conoció. Pues sin darme cuenta, con el estaba haciendo prácticamente lo mismo que hacía en mi hogar.


Obedecer.


Quedarme a su lado. Hacer las cosas a su tiempo, ignorando mis propios deseos. Todo con tal de complacerlo, y evitar cualquier tipo de conflicto.

Yo no quería eso, y de no ser por la alocada pelirroja que me convenció de beber un licor caro que su padre seguramente guardo para una ocasión especial, jamás lo habría descubierto.



《Mi versión real era aquella que nació estando con ella》.


Jaebeom representaba una vía de escape demasiado cuestionable. En ese pequeño mundo que tomaba forma cuando la puerta de la habitación se cerraba, fue como un método antiestres al que me aferre sin siquiera pensarlo. Sólo me guíe por mi desesperación y necesidad de tener compañía.

El no era malo, o al menos, no me había demostrado lo contrario. Tenía un par de defectos, pero ninguno era excepción en esa regla.

Pero al haber experimentado algo más, me cuestione a mi misma si lo mejor sería volver a la casa y fingir que nada había pasado.

O ponerle fin.

Porque también me asustaba. Porque yo no quería que se hiciera falsas ilusiones a pesar de que yo nunca le dije que me iba a enamorar de él, ni tampoco quería que creyera que me estaba aprovechando de el.

SEESAW | Lim Jaebeom | [COMPLETA]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt