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—Estoy segura, que soy un asco para esto —me río.

—Tienes que ser más positiva, no creo que te cueste mucho patear una pelota.

—Ya lo veremos.

Ella se coloca en medio de la cancha y yo en la portería.

— Patea fuerte.

— Lo sé, ¿aguantaras?

—Solo patea.

Ella ríe y lo hace, tiene fuerza pero no puntería, se fue del lado izquierdo la pelota.

— Soy malísima en esto.

—Solo tienes que practicar más tu puntería.

La pasamos asi como quince minutos hasta que ella logra meter la pelota en la portería.

— ¡Si pude!

— Felicidades.

—¿Y ahora qué más?

— ¿De qué?

— No se enseñame algo más.

—¿Y no qué no querías jugar?

—Ya se intentare quitartela— dice ignorando mi pregunta.

—Como quieras.

Ella intenta acercarse a la pelota, pero la hago para atrás y luego la paso de lado, casi esta apuntó de quitármela, pero algo sale mal, se acerca demasiado e intento retroceder pero ella golpea mi pierna — Sarada, la puntería— vuelve a intentar quitármela pero la hago para atrás, haciendo de que se resbalé y que su pierna se vaya de lado, deja caer todo su pesor en su pie—Sarada ¿¡estás bien!?—me agacho y la ayudó a levantarse.

—No, no espera, me duele mucho mi pie—la siento bien— creo que— ella se quita el tenis y la calceta, su pie esta morado e hinchado.

— Y la enfermera no viene hoy.

—Solo ayudame a caminar, me lo vendare y ya después me iré a casa, solo por hoy me alegró de que la muestra de inglés, no viniera _ no es bueno que camine así, agarra su zapato y su calceta, antes de que se pueda parar paso una mano detrás de su espalda y el otro abajo de sus piernas y la levanto — ¿qué haces? No bajame.

— Cuando estemos en la enfermería, ¿de qué te quejas, si te llevo como princesa?

Ella me pega en el hombre, mientras se rie y se queja de dolor.

— Una princesa herida ¿no príncipe?—dice sarcástica lo último.

—Yo no soy un príncipe, puedo ser un guerrero de armadura, pero no un príncipe.

—Los príncipes también se ponen armadura, hasta tienes el cabello de príncipe — ella toca mi cabello— que suave.

Reímos, ella se queja unas cuantas veces, llegamos a la enfermería y se venda el pie, se queja mucho cuando toca el lado que esta morado —es tú culpa.

—¿Mía? La de la idea fuiste tú.

—Como sea, ahora si me voy.

—Te acompaño.

—Claro que no.

—Claro que si, así llegarás mañana a tu casa.

— Esta bien, pero no como princesa.

Me volteo para que pueda subirse en mi espalda, ella pasa sus brazos en mis hombros y sus piernas rodean mi cintura, siento algo raro en toda mi columna vertebral.

—Ya— dice ella, salimos de la enfermería, y del instituto — se nos quedaron viendo.

— Lo sé.

¿Por qué ella? Where stories live. Discover now