Realidad

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Se sentía ridículamente feliz.

Todo la mañana le daba vueltas a la nota, mirando una y otra vez sus palabras y sonriendo como tonta.

Por primera vez, se sentía bien consigo misma.

—¿Por qué tan feliz? —Natasha Romanoff, la novia de Bucky y su mejor amiga, le sonrió contenta.

—¿Yo feliz?

—Claro, las comisuras de tus labios no bajan. —La pelirroja le pico las mejillas—. Pero está bien, sino quieres decirme no te forzaré. Sólo diré que te ves muy bonita Steph.

La rubia le sonrió agradecida. Quería verse bonita para conocerlo.

Todo el día transcurrió entre clases y apuntes. Stephanie se sentía más nerviosa conforme pasaba el tiempo.

—¿Me pasas la tarea de artes? —Romanoff la miró abatida—. Por favor.

Rogers negó divertida mientras sacaba su libreta.

—Iré por algo de la máquina. —La rubia dejó su mochila y salió a paso tranquila, casi dando brinquitos de vez en cuando.

Tenía sed... O tal vez eran los nervios.

—Hasta se puso brillo labial.

La voz de un hombre la paró antes de cruzar los últimos centímetros para llegar a la máquina.

—Debe de ser broma. —La risa de esos sujetos era brurlona y cruel—. Rogers no es tan tonta.

Se quedó estática en su lugar. ¿Hablaban de ella?

—Oye, déjale palabras cursis y verás que cae. —Dijo la voz que predominaba en la pequeña bola—. Está perdidamente enamorada de su "admirador secreto".

Stephanie sintió como sus esperanzas y su autoestima caían al piso y eran pisados sin misericordia.

¿No era verdad?

Luego de la conmoción, llegó la ira. ¿Quién eran ellos para jugar con sus sentimientos? ¿Para ilusionarla de esa manera? Enojada, avanzó hasta poder ver quien era el responsable de dicha broma.

Víctor von Doom.

—¿En serio? —Volvió a preguntar el chico que estaba con él.

—En serio. —La risa de Víctor la irrito más—. Se lo creyó.

Stephanie bajo la mirada.

—¿Y qué harás?

—La dejaré plantada. —Sínico, se encogió de hombros—. Que espere todo lo que quiera.

La rubia tuvo el impulso de ir y encararlo... Pero después pensó que no le daría el gusto de verla tan abatida.

Dejó de escuchar a su alrededor. Tenía orgullo.

Dejando que las lágrimas calientes resbalaran por sus mejillas, salió de ahí sin siquiera mirar atrás.

Dejando que las lágrimas calientes resbalaran por sus mejillas, salió de ahí sin siquiera mirar atrás

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Cuando Bucky vio a Natasha esperándolo, corrió hacia ella y le dio un beso casto y tierno.

Después miró hacia los lados.

—¿Y Steph?

La pelirroja ahora parecía preocupada.

—Pensé que estaba contigo. —Natasha suspiró—. Desde que salimos de la clase de literatura, no la he visto.

Un rayo los hizo mirar la ventana. La lluvia no parecía querer dar tregua.

—No la he visto desde la mañana. —James comenzó a preocuparse— ¿Segura que no te dijo nada?

Nat negó.

El aroma de la tierra mojada inundaba sus sentidos

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El aroma de la tierra mojada inundaba sus sentidos. Las lágrimas que tanto se empeñaba en esconder, se camuflajeaban con las gotas que caían del cielo.

Sorbió sus narices sin ninguna delicadeza, olvidando por un momento que se trataba de una dama (como tanto le remarcó su madre en un antaño).

—¡Oye!

Escuchó como los charcos eran pisados sin ninguna importancia. Cómo si estos no estuvieran ahí, haciendo el camino más difícil.

Se restregó la cara con el antebrazo, quitando las lágrimas de sus mejillas. Rezo por qué sus ojos no tuvieran un tono tan rojo.

—Hey... —La voz tan varonil lleno el alma de la pequeña rubia, quien se encogió sobre sí, siendo protegida por el paraguas que el chico traía consigo— ¿Estás bien?

La voz era apenas un susurró en medio de la lluvia.

Rogers levantó la mirada, temiendo que sus ojos se vieran irritados y delataran su condición.

—... Tus ojos. —Fue lo único que pensó el chico en cuanto vio la mirada de Stephanie—. Son hermosos.

La chica en el suelo sintió sus mejillas arder.

Anthony Edward Stark, el chico inalcanzable de la academia, le estaba sonriendo.

Y con ello, robándole el corazón.

Stephanie bajo de nuevo la mirada. ¿Qué estaba pensando? Negó con la cabeza.

—Mmmm ¿Disculpa? —El chico enfrente de ella, se arrodilló a la par— ¿Puedo hacer algo por ti?

Rogers lo miro de nuevo.

Tony pudo notar lo rojo que están sus ojos... Estaba llorando.

—¿Te duele algo?

La rubia negó.

Anthony miró a todos lados. Nadie parecía estar cerca. Soltó un pequeño suspiro.

—Mucho gusto, yo soy...

—Anthony Edward Stark, lo sé. —Steph se limpio de nuevo las lágrimas.

El castaño le sonrió con ternura. Parecía una niña.

—Bueno, si ya sabes quién soy ¿No es justo que yo sepa quién eres?

La chica se enderezó. Tony la siguió. La diferencia de estatura era notoria; Stephanie apenas le llegaba al pecho.

—Stephanie Rogers. —Se presentó, aún con los ojos hinchados.

Vio como la sonrisa del chico volvía a tomar lugar en su rostro. La estaba poniendo nerviosa.

—Stephanie... —El castaño se le acercó, cubriéndola totalmente con el paraguas—. Hermoso nombre.

Rogers estuvo tentada a dar un paso hacia atrás, pero el calor que Anthony desprendía, comenzaba a agradarle.

¿Por qué le sonreía tanto?

PreticorWhere stories live. Discover now