Capítulo XXXII

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XXXII - AMIGOS

—A ver —la voz del profesor Adams reverbera en toda la sala mientras la gente se pone de pie para marcharse—, no voy a volver a repetirlo, chicos. El viernes es el último día para entregar el proyecto. ¿Por qué siempre tenéis que esperar al último día? Luego vendréis llorando porque no os ha dado tiempo de corregirlo y yo no podré ayudaros.

Por primera vez desde que vine a la Universidad, esas palabras no hacen que me suba la ansiedad porque ya entregué el proyecto la semana pasada. Como apenas he podido ver a Jared en dos semanas —malditos ensayos—, he tenido mucho tiempo libre. He ido alternándolo entre prepararme para los exámenes finales, pasar tiempo con mis amigos y hacer fotografías por el mundo.

Aun así, admito que la cama se me antoja muy vacía cuando no puede quedarse a dormir conmigo. 

Pero, claro, eso no se lo diré nunca.

Tu maldito orgullo.

Así que nuestra relación estas dos semanas se ha basado en mensajes y llamadas en las que nos recomendábamos canciones el uno al otro. Ya tengo tres listas de reproducción solo de canciones que me ha ido recomendando. Me pregunto si él también se habrá hecho alguna con mi nombre mientras bajo las escaleras del aula y veo que el profesor levanta la cabeza de un respingo, clavando los ojos en mí.

—¿Brooke? ¿Puedes quedarte un momento, por favor?

Paso entre los alumnos para llegar a su mesa.

—Sí, claro.

—Perfecto. Quería hablar contigo sobre la galería. Ya han pasado unos meses y todavía no hemos comentado nada.

—Bueno... he estado un poco ocupada con los proyectos.

—Recibiste el ingreso sin problemas, ¿no?

Todavía recuerdo el día en que me ingresaron, de la nada, seis mil dólares. Casi me dieron tres infartos distintos. Mi cuenta nunca había sido tan feliz. Por supuesto, invité a Lexi y a Liam a una cena en un restaurante carísimo y el camarero nos juzgó con la mirada —Jared también cuando se lo conté— cada vez que hicimos el tonto, pero fue divertido. Y no he vuelto a tocarlos. No estoy acostumbrada a tener más de treinta dólares en mi cuenta. Tener dinero de repente es como una gran novedad en mi vida.

—Sí —sonrío un poco.

—Espero que no te lo gastes a lo loco. Todavía recuerdo mis días como estudiante. Cualquiera que nos hubiera visto, habría pensado que el dinero crecía en los árboles. Siempre nos lo gastábamos en cerveza.

—Todavía no lo he gastado —le digo, divertida.

—¿Y qué te parecería ganar un poco más?

Dejo de sonreír al instante.

—¿Eh?

—Los dueños de la galería van a hacer otra exposición amateur y me han preguntado si estarías interesada en volver a tener una parte de una de las salas. Habrá menos fotografías que la vez anterior, pero es una buena oportunidad. Y el precio subiría.

Me quedo mirándolo, un poco descolocada. Cuando consigo recomponerme, carraspeo ruidosamente.

—Bueno, yo... ahora mismo no tengo nada de material.

—El proyecto que me entregaste estaba muy bien. Podríamos usarlo.

—¿Sí?

—Pues claro, Brooke. Además, no te pongas nerviosa. Hay dos compañeros más que llevarán a sus alumnos. Todos tenéis la misma experiencia.

La última notaWhere stories live. Discover now