Madre e hijo: Día 1.

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-Oye... ¿tienes hambre o sed? Lo que sea puedes decirmelo-

-No, estoy bien, gracias-
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Las horas pasaban endemoniadamente lentas, me sentía raro, como si todo me molestara, desde el asiento del copiloto hasta el molesto sol que chocaba en el puto parabrisas.

-Narancia ¿ocurre algo?- Preguntó con tono preocupado.

-No, el radar está limpio, nada de que preocuparse- Contesté distraído en el paisaje que ni me molestaba en apreciar.

-No me refiero a eso, hablaba de ti- Suspiró.

-¿Uh?- Lo miré extrañado -Sí, lo estoy... ¿por?- Lo miré de reojo volviendo a apoyarme en la ventanilla mientras descansaba el mentón en la palma de mi mano.

-Porque has estado más callado de lo usual, y no sueles serlo- Trató de contener una pequeña risa.

-No pasa nada, estoy bien- Negué nuevamente.

Bruno suspiró y siguió conduciendo en silencio otro largo rato.

¿Que qué me pasaba? Fugo Pannacotta, eso pasaba. Desde que me fuí no me ha escrito nada, ni siquiera debe pensar en mi, y sé que no es su obligación pero... no lo sé, quería creer que éramos amigos, ¿pero quién es tan frío con sus amigos? Nadie.

-¡Hey!-

-¡D-dime!- Me giré rápidamente al oírlo.

-Te he llamado más de tres veces, sabes la regla.- Usó la voz grave.

Parecía algo enojado, y si lo que decía era cierto (y no dudo que asi fuera) debía obedecer.

-Estaba pensando en algo tonto, pondré más atención. Lo siento- Me disculpé bajando un poco mi enojo.

Una de las tantas reglas en casa era que si uno de los dos llamaba al otro más de tres veces sin tener respuesta, el distraído debía contar la verdad de su despiste. Suena algo tonto, lo sé, pero Bucciarati creyó que era el mejor modo de sacarme respuestas si lo necesitaba.

-¿Algo como qué?- Levanto la ceja con una mirada de no creerme.

-Ya sabes... algo tonto- Murmuré desviando la mirada.

-¿Algo o alguién? Has estado muy extraño para ser solo un problema tuyo-  Y dió en el clavo.

Quería callarme mis problemas pero con Bruno era casi imposible guardar secretos o mentir, en serio es como una gran madre.

-Ya sabes quién es- Bufé escondiendo mi cara detrás de mi cabello.

Soltó un suspiro algo cansado y poco sorprendido -¿Qué sucedió entre los dos? Parecía que iban a ser grandes amigos- Habló lentamente, como si buscara que decir.

-No lo sé, también lo creí- Rodé los ojos.

-¿Hizo o dijo algo que demostrara lo contrario?-

-Bueno... no...- Contesté bajito.

-¿Entonces?- Replicó.

-No lo sé, creo que fue lo que no dijo- Hablé con tono de duda.

-Resuelvelo al volver, debemos estar atentos a todo lo que pueda pasar- Cortó serio.

Lo que parecía una orden más que un consejo me dejó pensando por otra larga hora más. Si no eramos amigos entonces... no lo sé, creo que quizás me equivoque con él.

-¿Crees que Abba nos extrañe?- Solté de la nada.

Me miró sorprendido pude notarlo por como sujetó el volante -Oh, claro que sí, ya sabes como es él- Sonrió al final.

Por ti volaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora