Capítulo 54

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Natalia

Última noche.

Las horas en Gáldar se iban agotando y una buena prueba de ello era la gran exhibición de fuegos artificiales que tenían preparada para cerrar el día. Marilia nos había comentado ilusionada que era un festejo muy emotivo donde a la pirotecnia se le añadía un entretenido encendido de luces y animaciones de vídeo-mapping en la fachada de la iglesia con música de fondo y que todos los años esperaba ansiosa este momento porque era muy importante para el pueblo y se vivía muy devotamente. Ahora a todos nos mataba la curiosidad de poder presenciarlo en directo por primera vez y nos moríamos de ganas porque diera comienzo de una vez por todas.

Además, el hecho de tener a Camela de banda sonora hacía la espera más amena y la despedida mucho más mítica.

El cielo volvió a iluminarse a causa del petardo que suponía el segundo aviso y que indicaba que deberían quedar unos quince minutos aproximadamente para el inicio del castillo, por lo que nos retiramos del interior de la terraza y nos desplazamos hacia la parte del balcón para poder admirar el cielo. Como volvíamos a estar en zona privada la tarea de coger sitio no fue complicada, aunque eso no supuso motivo suficiente para los impacientes, quienes prefirieron correr para quedarse la mejor ubicación. Todo lo contrario a mí, que no tuve ningún tipo de prisa y me conformé con estar por la parte del final, la menos frecuentada a causa de la lejanía, pero que me resultaba indiferente gracias a mi altura.

Noté el tímido roce de unos dedos sobre el dorso de mi mano y un escalofrió me recorrió toda la espina dorsal, obligándome a cerrar los ojos de manera instantánea como reacción. No me hacía falta girarme para descubrir a la responsable, pues solo una persona era capaz de producirme ese cosquilleo en el cuerpo que me hacía temblar, de modo que yo misma me encargué de efectuar esa unión y entrelazar sus dedos con los míos. Poco tardó en colocarse por completo a mi lado, abrazándose a mi brazo izquierdo y apoyando su cabecita sobre él.

Era la persona más adorable del mundo.

No tenía mucho sentido tenerla a mi lado puesto que, a diferencia de mí, era imposible que alcanzara a ver algo y eso llamó mi atención porque ella adoraba los espectáculos como estos. Sin embargo, no iba a ser yo quien se quejara de eso, si hacía falta la cogería a hombros para que viera el castillo mejor que nadie, como la princesa que es, pero no quería por nada de mundo que se alejara.

Mientras tanto, el legendario dúo cantaba sobre la posible reconciliación de dos personas demasiadas condicionadas por el miedo y mi mente enseguida lo asoció a nuestra historia. La letra se podía interpretar como un diálogo nuestro en el que cada una tendría claro su papel, no había dudas respecto a la persona que abandonó y ahora regresa ni tampoco de la que se quedó y ahora espera. De todas las míticas canciones del grupo teníamos que escuchar juntas Por siempre tú y yo, precisamente una que concordaba perfectamente con nosotras.

¿Quién maneja esta realidad?

No sabía qué rondaba por su cabeza en este instante porque ni había abierto la boca ni se había movido un solo centímetro desde que llegó. Tal vez ni siquiera estaba igual de pendiente que yo por la letra, la veía demasiado entretenida repartiendo cosquillas por mi brazo mientras dibujaba mis tatuajes una y otra vez como para prestarle un mínimo de atención profundo para analizarla. Era así de impredecible.

Para mi sorpresa, cesó sus caricias y estiró de mi brazo ligeramente, llamándome para que bajara la cabeza y pudiéramos hablar mediante susurros, sin que nadie más nos escuchara.

—Ven conmigo.

—¿A dónde?

—A un sitio.

¿Y ahora qué? || Albalia  [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now