Capítulo 57

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Alba


Cualquier persona que no conociera a Marta Sango y hubiera mantenido esta conversación con ella pensaría que de verdad había un motivo de peso para que no hubiera podido ir ella misma a comprar

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Cualquier persona que no conociera a Marta Sango y hubiera mantenido esta conversación con ella pensaría que de verdad había un motivo de peso para que no hubiera podido ir ella misma a comprar. Sin embargo, yo que la conozco, soy su compañera de piso y ya he vivido una situación así puedo asegurar que es completamente falso, que su motivo de peso no es más que un argumento fantasioso de los suyos que ella considera una justificación y que, en alguna ocasión, puede generar hasta cierta gracia.

Pero hoy, gracia lo que se dice gracia, no me hacía ninguna siendo sincera. No era la primera vez que nos quedábamos sin algún artículo de primera necesidad por culpa de su mala cabeza, teniendo que ir deprisa y corriendo a comprar después para evitar desgracias, y una al final acaba cansándose de la misma historia de siempre, de tener que estar encima constantemente como si fuera mi obligación.

Ahora bien, si se trataba de papel higiénico, detergente o incluso algo de comida, pues pedir un favor así era comprensible, no se convertía en una molestia, pero.... ¿infusiones? Solíamos tomarnos alguna que otra cuando alguien estaba con la regla, pero de ahí a que sea una necesidad urgentísima....

De ser buena a veces peco de tonta.

No pasé por alto el detalle de que hablara en plural porque sabía de sobra a quien más hacía referencia ese inclusivo, puesto que Marilia seguía en Canarias. Saber que Natalia estaba involucrada también en esto me molestó, no solo por no tener la decencia de hablar conmigo primero, sino también porque precisamente ella estuviera de acuerdo en que después de todo un día en el estudio tuviera que ir a sacarles las castañas del fuego.

Cuando llegué al piso iba con toda la intención de echarles una nueva reprimenda de madre, cansada de su dejadez para las cuestiones del hogar, por hacerme a mí ir a comprar las cosas y encima intentar justificarse por todo como crías pequeñas, sin embargo, nada más entrar por la puerta, ver la mesa central llena de pañuelos y la cara de Natalia se me olvidó todo.

—¿Qué ha pasado?

Me fui hacia ella a paso rápido, estaba tumbada de costado en nuestro colchón-sofá, con los ojitos hinchados y rojos de tanto llorar, y Marta, que estaba sentada justo a su lado, no dejaba de acariciarle la espalda de arriba abajo cariñosamente. Intentó regalarrme una media sonrisa, aunque la pobre no lo consiguió del todo. No lloraba, pero tenía una carita que partía el corazón a cualquiera que la viera.

La malagueña, al ver que la morena no hablaba y mi preocupación iba en aumento ante tanto silencio, tomó las riendas de la situación y fue ella la que se encargó de contarme lo ocurrido: Al parecer Natalia había salido a comer fuera con su amiga Marem y había vivido una situación muy incómoda con un grupito de fans locas que se habían pasado de la raya con preguntas completamente fuera de lugar acerca de su vida privada.

¿Y ahora qué? || Albalia  [EN EDICIÓN]Where stories live. Discover now