05. La verdad sobre su existencia

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━━━ CAPÍTULO CINCO ━━━
LA VERDAD SOBRE SU EXISTENCIA


—¿Estás seguro de que esto es una buena idea?

El sol de la mañana brillaba imponente en el cielo azul por encima de sus cabezas y un frondoso bosque de aroma embriagador rodeaba por todos los francos el pequeño pueblo de apenas diez casas en el que se hallaban, pero Circe no tenía tiempo de admirar el paisaje frente a ella. En su lugar, la pelirroja se encontraba escondida detrás del tronco de un árbol situado junto a la fachada de madera de una de las casas del pueblo que todavía no habían abandonado; sus manos estaban apoyadas en la áspera corteza húmeda y su cabeza se movía de lado a lado con movimientos nerviosos mientras sus ojos oscuros buscaban alguna señal de vida por los alrededores. Al otro lado de la fina pared, en el interior de la casa, Cricrí rebuscaba sigilosamente entre las pertenencias de unos dueños que no conocía y que esperaba que volvieran tarde a su hogar.

—Cállate. Si haces tanto ruido al final nos van a descubrir —siseó el niño—. Tú solo vigila y avísame si viene alguien. Ya he hecho esto miles de veces.

Circe frunció el ceño mientras oía al niño abrir y cerrar cajones rápidamente. Era plenamente consciente de que robar estaba mal y en su mundo jamás se le habría ocurrido hacerlo por las consecuencias que aquello podría acarrear —y porque no tenía ninguna necesidad—, pero su situación actual no era tan buena como para negarse a hacerlo. Sus redondos ojos recorrieron con cuidado los alrededores de la vieja casa; habían elegido una pequeña construcción cercana al granero y ligeramente alejada de las otras casas del pueblo para que así fuera más difícil que alguien los viera. Aun así, Circe no se sentía tranquila. Ni siquiera sus nervios habían logrado calmarse un poco cuando vio como Cricrí había conseguido colarse ágilmente por una de las ventanas de la casa; el niño parecía tener experiencia en el tema del robo y Circe no sabía si aquello era una buena o una mala noticia.

La pelirroja oyó un ruido a pocos metros de ella y se alteró. Un sudor frío recorrió su espalda al darse cuenta de que en aquel mundo en el que la gente usaba armas como espadas, lanzas y hachas, si alguien pensaba que era una ladrona podrían matarla al instante sin darle la oportunidad de hablar. Circe estaba convencida de que allí no tendría derecho a un abogado que defendiera su inocencia y, habiendo visto la forma en que actuaba la guardia real con el pueblo llano, no le quedaba dudas de que la enviarían antes al cementerio que a prisión.

La muchacha giró su rostro y miró por encima de su hombro para intentar descubrir la fuente del ruido que había oído anteriormente. Detrás de ella solo se encontraba un oscuro y espeso bosque que parecía dormido, pero las ramas de un arbusto contiguo comenzaron a moverse provocando que Circe bordeara rápidamente el árbol en el que se encontraba para ocultarse lo mejor posible detrás del ancho tronco.

—¡Cricrí, alguien viene! —gritó la chica. Pese a que había intentado que su declaración sonara como un susurro, la adolescente había acabado alzando el tono de voz más de lo que le habría gustado.

Yo soy la verdadera magaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora