━━━ CAPÍTULO SIETE ━━━
UN LEÓN SALVAJE
Un intenso olor a hierbas inundó las fosas nasales de Circe y la chica arrugó la nariz con disgusto ante el fuerte olor que parecía impregnado en todo su ser. La muchacha sentía su cuerpo extremadamente débil y los músculos de sus piernas parecían agarrotados, pero consiguió aunar toda la fuerza disponible que le quedaba para elevar su mano en el aire y posarla sobre su cara; frotó su pecoso rostro repetidas veces para intentar que la sensación de agotamiento que poseía a su organismo disminuyera. Circe apretó los dientes y arrugó las cejas cuando una fuerte punzada recorrió su espalda y llegó hasta su tripa; bajó su mano hasta la zona dolorida y descubrió que había una venda allí colocada rodeando todo su tronco, desde el borde superior de su ropa interior hasta la parte baja de su pecho. Alguien le había tratado las heridas producidas por aquel caballero mientras había estado dormida.
Circe hizo un esfuerzo para separar sus párpados que parecían demasiado pesados como para siquiera moverse. Cuando sus ojos oscuros por fin se abrieron, la chica no logró reconocer nada de lo que había a su alrededor. Parpadeó varias veces rápidamente para intentar ahuyentar los numerosos puntos negros que inundaban su visión; su vista era ligeramente borrosa, pero no notaba la sensación de picazón y ardor que había experimentado cuando la tierra del bosque se había introducido en sus orbes. En aquel momento, todo lo que había sentido era como si alguien la estuviera arañando con ensañamiento los ojos por dentro cada vez que parpadeaba, una sensación que esperaba no tener que volver a repetir nunca. Circe se llevó una mano a los párpados y se los frotó. Entonces, volvió a mirar la estancia donde se encontraba.
Parecía estar en el interior de una cabaña de madera rectangular de pocos metros cuadrados que parecía bien cuidada a juzgar por su estado. Circe se fijó en que se encontraba en posición horizontal, tumbada sobre una cama. Palpó con sus manos el colchón y se dio cuenta de que no era más que paja entrelazada con fuerza y recubierta con una gorda manta de lana para que no arañara la piel de las personas que se acostaran sobre ella. Circe utilizó sus brazos para incorporarse sobre el colchón, quedando sentada con las piernas estiradas cubiertas con una manta. La cama estaba colocada en la esquina derecha de la cabaña, junto a la pared, por lo que desde su posición podía ver todo el largo interior de la vivienda. Frente a ella, situada junto a la pared de la izquierda, había una gran olla ovalada colocada sobre un fuego; del interior del recipiente salía humo con aroma a hierbas que a Circe le recordaba al olor de la sopa que su madre le preparaba cuando estaba enferma. Al fondo de la cabaña, una pequeña mesa baja de forma cuadrada sin sillas completaba la ornamentación de la vivienda.
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Yo soy la verdadera maga
AdventureCirce Agnes, la energética capitana del equipo de baloncesto de su instituto, nunca imaginó que su tranquila vida pudiera cambiar drásticamente de un día para otro. Lo último que la pelirroja recordaba antes de cerrar los ojos era que había estado s...