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—Despedido —zanjó la directora Michaels clavando su mirada en mí

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—Despedido —zanjó la directora Michaels clavando su mirada en mí.

Pude oír la risita de Nicholas a mi espalda. Sean observó el techo y tomó una profunda bocanada de aire. Yo fruncí el ceño.

¿Hablaba en serio?

—¿Qué? —balbuceé, esperando haber oído mal.

—Estás despedido, Colson —repitió la directora hablando fuerte y claro, para asegurarse de no dejar margen a dudas.

Sus palabras hicieron eco en mis oídos, y abrí los ojos como platos cuando la ficha calló en mi interior. ¡Estaba despidiéndome! Por Dios. Eso era lo último que necesitaba. Apreté el borde de la silla en la que estaba sentado hasta que mis nudillos se tornaron blancos y me esforcé por ocultar la desesperación en mi voz cuando hablé:

—Por favor, señora Michaels. No... no puede despedirme.

—Claro que puedo —dijo apoyando los antebrazos sobre la mesa —, soy una de las autoridades de esta escuela y ya no quiero que sigas trabajando en la cafetería.

Hizo un gesto con su mano cuando intenté protestar, acallándome e indicándome que el tema había finalizado. Luego posó su vista en Nicholas.

—No volverás a mi institución —decidió, mirándolo fijamente —. Me has ocasionado demasiados problemas durante tus años como estudiante, y no soportaré que sigas haciéndolo ahora que ya no eres parte de nuestro cuerpo estudiantil. Así que, por favor, mantente alejado.

Nicholas simplemente le dedicó un encogimiento de hombros y una sonrisa ladina. Para él todo era un juego. Probablemente esperaría unas semanas a que las aguas se calmaran y en poco tiempo estaría de regreso, solo para cabrear a la directora. Si mis nudillos no me dolieran tanto por los puñetazos que le había propinado anteriormente, habría vuelto a golpearlo en ese preciso instante.

Por último, los ojos de la señora Michaels se posaron en mi amigo.

—Y en cuanto a ti, Sean... —dijo —. Lo siento mucho, pero no puedo permitir que sigas formando parte del Consejo Escolar.

Sean asintió, aceptando su castigo sin chistar. Yo, en cambio, oscilé mi mirada entre él y la directora, indignado.

—¡No! —protesté observando a esta última con incredulidad. Ella posó sus ojos sobre mí y alzó levemente las cejas, sorprendida por mi reacción —. No tiene derecho de hacer eso. Sean ni siquiera estaba ahí cuando la pelea comenzó.

—Eso, Brooklyn, defiende a tu novio —murmuró Nicholas a mi espalda. No lo veía pero estaba seguro de que sonreía con sorna.

—¿Quieres cerrar la boca? —farfullé entre dientes, apretando la mandíbula.

—¡Muchachos, ya basta! —exclamó la directora, masajeándose la sien con los dedos. Estaba cansada. Años anteriores cuando los tres éramos estudiantes, situaciones como aquella se repetían al menos dos veces por semana. Así que comprendía el hastío de la directora. Incluso yo comenzaba a aburrirme.

Love At First LieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora