PRÓLOGO

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Donde la mayoría de las historias termina, la nuestra recién empieza...

El apuesto hombre sentado frente a mí me sonríe. Veo como sus labios se mueven pero no escucho una palabra de lo que dice, mi atención esta centrada en el hombre que acaba de entrar en el restaurante y se dirige con una sonrisa petulante hacía nosotros.

—¡Oh Santa Mierda! —digo cuando él esta a unos pasos.

Él hombre frente a mí me mira sin entender que esta pasando y su sorpresa crece cuando Nicolás se sienta en nuestra mesa.

—Perdón, pero estamos cenando —le dice mi cita a Nicolás.

Nicolás lo ignora y me sonríe con descaro, estira su mano y toma mi copa de vino para darle un sorbo.

—Un excelente vino —murmura Nicolás.

—¿Pero tú quien eres? —le pregunta mi cita.

Daniel es un médico pediatra que conocí por casualidad en la biblioteca y me invito a salir, dudé al inicio, pero al final acepté y ahora me doy cuenta que fue un error.

—Soy su esposo, Nicolás Mayer, mucho gusto —le dice Nicolás mientras estira su mano—. Y tú debes ser Daniel, el hombre que pretende acostarse con ella.

Daniel me mira algo molesto y espera que yo le diga que es un error. Nicolás para confirmar todo le enseña su argolla de matrimonio y una foto de nosotros el día de nuestras boda que él siempre lleva en su billetera.

—Nos vamos a divorciar —le digo a Daniel —. Y tú, vete de aquí, Nicolás.

Pero Nicolás ignora lo que digo.

—No nos vamos a divorciar, ni siquiera tenemos papales de divorcio y eso es fácil de conseguir para ella. ¿Te contó que es abogada de divorcio?

—Sí, me lo contó.

¿Por qué no puedo tener un esposo normal? Futuro ex esposo, es mi futuro ex esposo.

—Sí nos vamos a divorciar.

-Aún vivimos en la misma casa y trabajamos en el mismo lugar. La veo todos los días, créeme no hay divorcio a la vista. Ella solo esta algo molesta y esta es su forma de castigarme.

—¡Nicolás Mayer!

—Amelia Clarke-Mayer —dice él haciendo énfasis en mi apellido.

Veo como la paciencia de Daniel se esta agotando y no lo puedo culpar.

—¿Aún vives con él? —me pregunta Daniel.

—Sí, en cuartos separados. Es algo complicado.

—No para mí —le dice Nicolás—. Vivimos en la misma casa, hablamos, trabajamos juntos, tenemos sexo...

—¡Oh por Dios! —digo antes de beber un poco de agua.

—Eso mismo dijo anoche —le dice Nicolás a Daniel.

Con esto Daniel se levanta muy molesto y se marcha. Puedo apostar que no me va a llamar para una segunda cita y yo voy a considerar esta cita como una de las peores que he tenido.

—Sabes que te odio. ¿Verdad?

—Bueno, amor, me lo debías. Tú me hiciste algo peor en mi última cita.

Ambos nos sostenemos la mirada. Claro que hay divorcio a la vista, por supuesto que nos vamos a separar. Aún podemos vivir juntos y compartir comidas, hablar e incluso tener sexo, pero ya no hay un nosotros. Él solo discute sobre el divorcio para llevarme la contraria. Él cree que va a ganar pero se equivoca. Esto es guerra cariño y vas a caer.

—Aún nos amamos, Amelia, aunque te empeñes en decir lo contrario.

—Ya no estamos en edad de tener amores mediocres, Nicolás.

—Ya no estamos en edad de tener amores mediocres, Nicolás

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