Capítulo 18

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Debido a la preeclamsia en el parto, Karianna permaneció 4 días en el hospital, pues debía seguir en observación y comprobar que no había nada extraño en ella.

Thomas, por su parte, no había dejado de pensar en el mensaje que había recibido. No comprendía por qué alguien tenía que enviárselo. Hasta donde sabía, no tenía enemigos. Incluso, quien lo envió pudo haberse equivocado.

—Te noto extraño —Karianna lo sacó de sus pensamientos.

—No, claro que no. Es solo que… —Habló rápidamente—. Aún no me creo todo esto —Fingió una sonrisa.

Necesitaba sacar eso de su cabeza. No debía afectarle. Era feliz sin importar lo que pasara, o al menos por el momento.

Habían pasado 5 meses, pero ese último había sido el más terrible para Thomas.

Un desgarre en la pantorrilla izquierda lo había alejado todo ese tiempo de las canchas.

Estaba desesperado. Le enojaba el hecho de no poder hacer lo que más le gustaba en la vida. La rehabilitación era dura, pues el dolor era enorme y no podía hacer esfuerzo alguno. Sabía que pronto regresaría a los entrenamientos pero aun así estaba frustrado.

Su mal humor constante ponía las cosas tensas en su hogar.

Karianna no sabía qué hacer ante la actitud que Thomas había tomado. No había consuelo que valiera para él.

Entre esa situación, y Max, ella tenía los nervios de punta. Jamás pensó que llevar las riendas de una casa sería tan complicado. Y eso no era todo. Sentía que su relación con Thomas estaba distante.

Tal vez estaba exagerando y veía fantasmas donde no los había, pero tenía un presentimiento extraño, como si algo malo fuera a pasar.

No era cuestión psíquica o paranormal, sino femenina.  Ahora entendía la famosa frase de que las mujeres tenían un sexto sentido.

Karianna entró sigilosamente a la habitación que compartía con Thomas. Ahí se encontraba él jugando con Max. El corazón se le estrujaba cada vez que los veía juntos.

Eran idénticos. Ambos compartían rasgos faciales, así como los ojos verdes.

Y por un momento se olvidó de todo aquello que le aquejaba. Ver la imagen de Thomas y Max le daba paz a su ser.

—No te quedes ahí parada.

La voz dura de él a veces podía hacer que cualquiera se asustara.

—Me gusta verlos jugar.

—Siento que en un abrir y cerrar de ojos ha crecido mucho.

—Este tiempo se ha pasado volando.

—Excepto el último mes. Ha sido el peor de todos.

—Vamos, Thomas, no seas negativo. Pronto volverás a los entrenamientos y estarás jugando cuando menos te lo imagines —Se sentó a su lado—. No pierdas la esperanza.

—Si estuvieras en mi lugar seguramente opinarías igual que yo —La miró seriamente—. El futbol es mi vida, Karianna. La complementa totalmente. Nunca sabemos cuándo una lesión puede acabar con nuestra carrera.

La forma tan seca en que Thomas le habló, le dolió profundamente. Ya le había quedado más que claro que el futbol era su vida. La pregunta era si ¿ella también formaba parte de?

Dos días después, los papás de Thomas habían llegado para pasar un fin de semana con ellos.

Karianna la había pasado muy bien viendo como sus suegros estaban felices con Max.

Klaudia y Gerhard trataban de dar ánimos a su hijo, sin embargo todo era en vano. Thomas solamente hacía como si los escuchara, cuando en realidad no le importaba lo que los demás dijeran. Pero había dejado un poco de lado su problema, y había convivido con su familia.

Tener a sus padres cerca, lo había liberado un poco del estrés y le dio un respiro en esos momentos. Pero cuando se marcharon, volvió a tener la misma sensación extraña que lo invadía desde hacía tiempo, y seguía sin saber que era lo que le aquejaba.

Al día siguiente, Karianna acompañaría a Thomas al hospital, donde lo revisarían para saber el estado del desgarre que había sufrido.

Y cuando estuvieron en el consultorio, el doctor les informó que había un nuevo diagnóstico, al parecer no tan bueno…

—Thomas, ¿has seguido haciendo movimiento o fuerza extrema? —Preguntó el doctor.

—No —Respondió.

—Dime la verdad.

—No he tomado el reposo que se debe —Dijo con la mirada baja.

—La última vez que estuviste aquí, te dije que debías dejar de hacer muchas de tus actividades diarias, o de lo contrario retrasarías tu recuperación.

—¿Qué es lo que trata de decirme? —Cuestionó con enojo.

—No has mejorado como se esperaba. Se te prohibió estrictamente todo tipo de ejercicio que pudiera afectarte. Mientras sigas sin tomar precauciones, tardarás más en volver jugar.

La noticia le cayó como un yunque a Thomas. Su testarudez le había hecho retrasar la recuperación y ahora debía reposar más tiempo por desobediente.

—Dr., ¿será mucho el reposo? —La voz tímida de Karianna se oía preocupada.

—Dos semanas. Es necesario que Thomas haga el menor esfuerzo posible, y si está en sus manos, que use unas muletas ortopédicas para que cuando camine, no apoye del todo ambas piernas.

Cuando llegaron a la casa, Thomas subió a su habitación y durmió durante todo el día.

Karianna se sentía lejana a él. Quería abrazarlo y darle los mismos ánimos que él le había dado alguna vez.

Pero su celular sonó con un armónico tono, anunciando la llegada de un mensaje de texto. Lo sacó del interior de su bolsa y desbloqueó la pantalla, solo para encontrarse con algo terrible.

‘Nunca olvides que eres y serás una pobretona arrastrada que atrapó a Thomas como una vil zorra’.

Para colmo de los males, comprobaba que la nota que alguien había dejado anteriormente en su buzón, sí era para ella.

Las cosas estaban patas arriba entre ellos, no podía molestar a Thomas con esos asuntos, cuando él estaba sufriendo por su lesión. Se lo ocultaría, una vez más…

They Don't Know About Us (Thomas Müller)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora