veinticuatro

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Ya se hallaba casi completamente sano y repuesto. El baile de navidad había resultado todo un éxito. Su esposa se había lucido como anfitriona ante las mejores familias del lugar y, además, los sirvientes de Penshurt 's Place se hallaban agradecidos y devotos, gracias al gesto navideño que ella había organizado. Todo marchaba de maravillas y Charles, por primera vez en mucho tiempo, podía reconocerse un hombre feliz. Se sentía como un torpe colegial, ridículamente enamorado.

Pero ahora, pasadas las fiestas, la familia se hallaba ajetreada en su traslado a Londres. El día de la reina, el 18 de enero, era preciso presentarse en la Corte, y Charlotte este año los acompañaría, ya que sería presentada en sociedad. Temperance, como siempre, se había encargado de todos los preparativos con esmero y eficiencia: La solicitud para la presentación social de Charlotte ya había sido enviada y, gracias al patrocinio de esta y a una carta de fe sobre la irreprochable conducta de la joven que Lady Manners había escrito de puño y letra, no habían tardado en recibir respuesta y fecha para el evento. Había trabajado con ahínco en el diseño del vestido y en cada detalle para que Charlotte asistiese como debía ser, con sus mejores galas, a presentarse ante la reina. Y no solo eso: había dispuesto de fondos suficientes para engalanarla durante toda su primera temporada. Apenas tenía tiempo entre todos sus deberes: organizar las remodelaciones que se llevarían a cabo en Penshurt 's Place durante su ausencia, instruir directamente la formación que recibiría Clarisse bajo el cuidado de la señorita Bates durante la temporada, planificar el baile de debutante que darían en Londres en honor a Charlotte, una vez presentada ante la corte, y por supuesto, todos los aspectos de la estadía de la familia en Londres.

Charles, embriagado con el reciente descubrimiento de los sentimientos que nacían por su esposa, pasaba los días intentando atraparla desprevenida en sus quehaceres, para arrastrarla a algún pasillo vacío y robarle unos cuantos apasionados besos. Si bien preferiría pasar el día a su lado, escapaba del escandaloso caos que causaba la partida a la ciudad, por lo que gustaba de mantenerse ocupado en reuniones con el señor Carter en su despacho, donde también se escondía del alboroto que las mujeres de su familia mantenían por el resto de la casa: Clarisse rabiaba y pataleaba a cada momento, frustrada por tener que quedarse. Charlotte estaba tan ansiosa y entusiasmada que no dejaba de parlotear sobre su eminente presentación, con cambios de humor tan brutales que no era difícil oír sus gritos de furia o sus estridentes risas de un momento a otro y provenientes desde cualquier rincón de la casa. Y Temperance, ajetreada y ocupada, correteaba de un lugar a otro de la casa llevando y trayendo cosas y lanzando instrucciones a cualquiera que divisase. El Barón solo hallaba la paz en su despacho, hundido entre libros de cuentas que poco a poco tomaban mejor aspecto, y cada vez contenían menos de tinta roja. Y, por supuesto, en aquellos breves pero magníficos instantes en que lograba robarse a su esposa y disfrutar a solas de su dulce compañía. Aunque, siendo sincero, si no estaban compartiendo de algún beso, prefería escapar de ella también. Después de todo, se había apoderado tan bien de su rol de anfitriona que parecía más entusiasmada con sus quehaceres que con el romance que su galante esposo le ofrecía. Incluso habían discutido largo rato sobre algunos aspectos: Al descubrir los gastos que se realizarían en el baile de debutantes, Charles se había opuesto férreamente, considerando que no toda joven al presentarse daba uno, y mucho menos por sí sola. Pero Temperance había resuelto todo con rapidez, para desgracia de Charles, decidiendo aceptar el amable ofrecimiento que llevaba haciendo Edward desde el disparo que Charles había recibido, de hospedarlos en Stanley 's Manor, la mansión en Mayflower de los Derby, a fin de que pudiesen ahorrar el dinero que requeriría ocupar la casa de Londres de los Hardinge, en el mismo barrio, ya que no había sido usada hace tanto tiempo que requeriría un esfuerzo adicional abrirla en tan poco tiempo para recibirlos.

-No pienso ser un huésped de Edward, Temperance- se había opuesto él, incrédulo ante la mención de aceptar tal ofrecimiento-. En ningún caso me subyugaré de tal forma. Además, será un aburrimiento absoluto. La Condesa espera un hijo, apenas podrá salir y ni hablar de cuando el bebé nazca: Habrá llantos inundando el lugar.

La Única (Versión Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora