O2: Con trajes y maquillaje

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El coche de Johnny es como un pedazo de chatarra andante con ruedas maniobradas moviéndose en la escabrosa calle Yusan. TaeYong está seguro de que devolverá el estómago en cualquier momento, tanto por los nervios como por la maldita agitación que tiene en los asientos traseros con ese coche del demonio.

Por el retrovisor logra tomar la mirada fugaz de TaeIl, quien conduce alegremente; este le regala una sonrisa grande antes de volver la vista al frente. A su lado, en el copiloto, está el omega que supo se llamaba DoYoung porque se presentaron cuando bajaban las peligrosas escaleras del conjunto donde vive.

El chico parece ido, más que todo. Sus ojos tiemblan de vez en cuando y el color de sus labios se va cuando se menciona algo repentino. DoYoung, dedujo TaeYong, debe estar nervioso por esta prueba. Si no está mal y recuerda con claridad lo que TaeIl le había dicho hace unos días, entonces, esta prueba definiría dónde harían sus anheladas prácticas. Y, para ser justos, también comprende por qué están tan nerviosos. Si no logran pasar, no sólo serían otros chicos que fracasaban, sino un omega y un beta que desobedecen las reglas en vano. Unas que no cualquiera se salta, además de no poderse. TaeYong lleva viviendo en la sociedad asiática aproximadamente once años, por lo que conoce de sobra su asqueroso juego de roles basado en la presentación del segundo género. Algo inventado y estúpido, pero que, al parecer, es lógico para los alfas machistas y homofóbicos de los altos mandos en estas tierras.

Aceptó ayudar, principalmente, por TaeIl. Su amigo es alguien dedicado al arte escénico. Desde muy pequeño ha demostrado querer estar dirigiendo una obra de teatro por sus propios méritos. Trabajó duro para comenzar a pagarse la carrera en la mejor academia de Seokdo, haciendo trabajos y demás para poder sostenerse. Que haya logrado reunir gente de calidad y un teatro tan grande como lo era el de Seokdo, hacía que se sintiera orgulloso de él. Además, en el fondo, también está dispuesto a dar lo que sea por verlo sonreír. TaeIl vivió cosas muy trágicas de pequeño. Es mejor y justo darle la oportunidad de ser feliz ahora que más tarde. Y, siendo TaeYong un sensiblero de primera, no puede simplemente negarse.

También porque un nuevo sentimiento afligido ha surgido en su interior. Tiene claro que el omega no lo ha notado cuando le sostuvo la mirada sin siquiera un ápice de cambio. Su padre, un fiscal ruso que por cuestiones personales tuvo que mudarse a Corea del Sur, es además de un desgraciado en los tribunales, un perfecto amo de casa amoroso y gentil que le da consejos e historias a cada tanto. Le inculcó desde muy pequeño a ser alguien cortés y cariñoso con cualquier persona, no importando absolutamente ninguna de sus características. TaeYong está más que feliz y agradecido con el padre que le ha tocado. En una de sus lecciones, su padre le dijo que los omegas son frágiles ―más de forma biológica―, pero no estúpidos. Y que, aunque a veces se turban, en realidad son más inteligentes que la mitad de los alfas que gobiernan en Corea ―y en otros muchos países―. TaeYong no lo duda, pero se sorprende de que el chico ni siquiera lo notara. Pensaba que había sido lo suficientemente fuerte.

«De todos modos se dice debe ser por el estrés de la obra». Cualquiera en su lugar estaría de esa manera, mucho peor cuando debes presentar el proyecto final y tus chicos se rompen todo a último momento. TaeYong no sabe a quién darle gracias por amar tanto aquella obra y aprenderse los ingeniosos diálogos y cada tiempo en escena. En general, TaeYong no suele hacer nada después de salir de la academia, por lo que asistir a clases y entrenamientos de los cursos de clase escénica siempre fue una opción. Durante ese período, los chicos se dividieron para crear sus propias obras.

Le había gustado la obra de DoYoung, aunque en ese tiempo no sabía de quién era aquel formato elegido, porque guardaba un matiz realista y, a la vez, superficial y cautivante. Está en la forma de llevar a cabo los hechos y de hacer caer a sus personajes como si de títeres viejos se trataran. TaeYong había quedado enganchado en la obra, pero nunca le dijo al chico. Por tres razones. Uno: porque nunca lo había visto de frente, a pesar de ir a los ensayos. Dos: porque TaeIl se las arreglaba para distraerlo cuando quería preguntarle sobre el autor. Y tres: porque le parecía genial tener en su cabeza como anónimo aquello. Era un escenario perfecto para apreciar lo que puede hacer un ser en la tierra.

ОМЕГА!Where stories live. Discover now