Capítulo 4.

212 61 12
                                    

Después de una pequeña discusión con Aria debido a que esta no quería usar el uniforme del internado, mientras yo creía que era la mejor forma para no llamar la atención, esta terminó accediendo. Pese a todo, mientras nos movíamos por los elegantes pasillos del edificio, Aria llamaba la atención de igual manera, quizá por su extraño color de cabello o quizá simplemente por ser ella: Mikaela Aria. Fue así como los rumores de la estudiante privilegiada viviendo en el internado, al igual que todas las demás, comenzaron a aparecer.

Nos encontrábamos en el tercer piso, delante de una puerta que solo era protegida por dos tablones clavados a la pared.

— El dormitorio de Annette —señalé—, ¿de verdad vamos a entrar?

— ¡Por supuesto! No por nada estamos aquí. Ahora, comencemos a trabajar...

Aria sacó desde su bolsillo un cuchillo de considerable grosor y comenzó a forcejear con los clavos que sostenían las tablas de la puerta.

— ¿Qué diablos? —pregunté, sorprendida—. ¿Siempre llevas eso contigo?

— Este amiguito de aquí, una soga bajo mi ropa y un encendedor en mi otro bolsillo. Solo lo normal.

— Ah, sí. Lo normal.  Mejor déjame intentarlo, te veo un poco complicada.

— ¡Ah, sigo siendo una enana de un metro cuarenta! Supongo que el físico no es lo mío. Toma —dijo tendiéndome el cuchillo.

Sin mucha dificultad quité los clavos con el cuchillo de Aria, abriendo así la puerta.

— ¿Qué están haciendo? —pregunta una dulce voz detrás de nosotras, interrumpiendo nuestra entrada.

Allí se encontraba una joven de unos 16 años, la cual sostenía un rizado cabello rubio y llevaba unos pequeños anteojos consigo.

— Oh, fuimos descubiertas Pippa. ¡Bien, te la encargo! —dijo Aria, mientras entraba al dormitorio y me dejaba a solas con la muchacha.

Apenas vi a la joven me fijé casi de forma automática en su modo de hablar y postura. Ella tenía las piernas demasiado abiertas con relación a los hombros, sus manos se encontraban juntas y cerca de la zona genital, constantemente tragaba saliva y ni siquiera miraba a los ojos. Sabía que ella se sentía tensa e insegura al hablarnos, quizá debido a la presencia misma de Aria. No tenía ni la menor idea de cómo era capaz de enterarme de todo ello, pero lo sabía.

— Me llamo Philippa Rudbeckia y la que encontró es...

— Es Mikaela, ¿verdad? ¿Mikaela Aria?

— Por lo visto también conoces a esa molesta niña.

— Todas las estudiantes que pasan por aquí saben quién es Mikaela Aria: la mejor estudiante, con calificaciones perfectas en casi todo.

— Oh, ¿acaso hay algo en lo que falle Aria?

— Ella nunca ha asistido a las evaluaciones en nuestro complejo deportivo.

— Era de esperarse. Ahora, niña, lo que decía era que actualmente estamos trabajando con un detective privado contratado por la familia de la muchacha que desapareció.

— ¡¿La familia de Annette?! —pregunta sorprendida.

Con el rostro serio le respondo:

— Sí. ¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso la conocías?

— ¡Por supuesto! Annette era una muy buena amiga, además yo fui quien ayer se preocupó por su ausencia e hizo que derribaran la puerta. Después de todo, mi dormitorio está muy cerca de aquí, sería imposible no preocuparme por ella.

La AprendizWhere stories live. Discover now