9 de Noviembre

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Hoy temprano en la clase de coreano, se nos pidió que escribiéramos un ensayo sobre un recuerdo de nuestra infancia, un recuerdo de nosotros creyendo en algo.

Escribí sobre extraterrestres y robots, pero no de la forma en que un niño de nueve años los vería.

Solía creer que era la única persona en el mundo. Que el resto de la gente eran solo robots y que los extraterrestres que se escondían sobre el espacio atemporal los controlaban para jugarme una mala pasada. Todos estaban programados para ser únicos, sus apariencias y personalidades, todo sobre ellos, por lo que nadie es completamente idéntico. Y como son robots, no sentían el dolor que yo estaba sintiendo. La soledad, el agujero en mi estómago. La preocupación constante de que todo se derrumbará y todos se volvieran en mi contra.

Crecí y esa teoría tonta fue desacreditada cuando me enteré de Adán y Eva. Aún así, hubo momentos en que mi teoría se sintió como una realidad.

Lo que me hizo saltar fue cuando comencé a escuchar a mi hermana llorar cada vez más. Al principio, pensé tontamente que los extraterrestres mejoraron los robots. Pero cuando la miré a los ojos, vi un profundo abismo de oscuridad. Y fue entonces cuando supe que no era un robot porque no hay forma en el cielo y el infierno de que los extraterrestres pudieran copiar exactamente la misma nada de mis ojos en los de mi hermana.

Y ahora, también puedo verlo en tus ojos cafés.


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7/12

En algún lugar de Seúl - MINAYEONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora