Capítulo 2

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Y alli estaba él, una tarde, casi noche, cerrando rápidamente el establecimiento de la cafeteria en la que trabajaba luego de haber cubierto dos turnos extras.

Estaba molido...

Era el único empleado que había aceptado la propuesta de su amable jefe y  por ello era el encargado de las llaves del local.

Sus piernas dolían como nunca, sus brazos estaban inchados y ni que decir de su cuello; ir y venir con un sinfín de órdenes no había sido una buena idea después de todo, y más cuando las clientas de ese día habían sido un tanto escandalosas, pero necesitaba el dinero, hoy más que nunca.

De ello dependía la mantención de su hogar y de que durmiera bajo un techo limpio y caliente.

Suspirando cansado dio tres giros a la llave en la cerradura y se aseguró de dejar todo en su lugar antes de partir. Estaba lloviendo a mares desde hace horas, era una suerte haber traído un paraguas al trabajo, después de todo, no podia darse la libertad de correr a casa.

Quedaba un poco lejos.

Su cuerpo aún no se reponía de la paliza que recibió la semana pasada cuando un grupo de ladrones le arrebató todo lo que tenia aquella vez que cruzo por un camino alterno, entre ello; su celular, su identificación, su uniforme del trabajo, y lo más importante, el dinero necesario para pagar los tres meses de renta que le debía a la señora Soo.

Una señora para nada amigable, la mayoría de sus inquilinos le tenían miedo por la potente voz que poseía y el carácter horriblemente molesto que se manejaba, pero era la única opción que Jungkook encontró al llegar a Corea. Su madre no sabía nada de lo que le estaba ocurriendo, prefería no darle preocupaciones pues hacer ello era una posible sentencia de muerte; ella sufría del corazón.

Una razón más para preocupar al adolorido castaño.

Al menos logró convencer a la señora Soo, milagrosamente, luego de suplicarle casi de rodillas que no lo botara ese día del cuarto que arquilaba, tener una pequeña reunión donde conversarian para poder encontrar una solución a el asunto del dinero que debía.

La única condición era llegar puntual, ni un minuto más y ni uno menos, pero para su mala suerte solo le quedaban 8 minutos de sobra; demoró más de lo que debía al querer dejar todo limpio en el local.

─Mierda...

Susurró molesto cuando notó la hora que marcaba el reloj en su muñeca y rápidamente guardó las llaves en su bolsillo trasero para poder ponerse la mochila con sus escasas cosas repuestas.

Había encontrado la manera de comprar un nuevo celular, no era el mejor, pero al menos podía tener acceso a lo básico. Agradecía enormemente el préstamo al señor Choi ya que de otra manera su madre se habría preocupado demasiado al no saber nada de su pequeño.

Como la extrañaba...

Habían pasado ya tres años desde su partida de Japón, sin embargo, aún soñaba con regresar a los brazos de ella y decirle lo mucho que la amaba, o aún mejor, traerla a vivir a este país para brindarle la vida que siempre se mereció. Su padre, si es que se le podia llamar aún asi, los había abandonado apenas supo del embarazo, y como todo un cobarde, se desentendió de los gastos que requería traer un bebé al mundo.

Pero no era momento para recordar cosas tristes, debía sonreir, sonreir por las nuevas oportunidades que se le presentaban.

Mientras abría el paraguas y apresurada sus pasos para llegar a la reunión pactada con la señora Soo, rezaba internamente que ella no se arrepintiera de esto. Necesitaba demasiado quedarse en aquel apartamento pues sus cuentas cuadraban exactamente con todos los gastos del mes como para darse el "lujo" de ir y buscar uno nuevo.

LENCERIA© | KOOKMIN 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora