XX. Melancolía

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"No puedes comprender a una persona hasta que no hayas considerado las cosas desde su punto de vista... hasta que te hayas puesto en sus zapatos y hayas caminado con ellos."

Matar a un ruiseñor de Harper Lee.

Sombrío y tétrico, dos adjetivos que describieron cómo se sintió y el lugar en el que se encontró

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Sombrío y tétrico, dos adjetivos que describieron cómo se sintió y el lugar en el que se encontró.

La vida pasó lentamente frente a sus ojos, bajo un mundo lleno de sombras que lo consumieron con lentitud. Los días trascurrieron sin recelo alguno y Felix no volvió a ver la luz del sol, mientras la cuenta se perdió en algún momento cuando la desesperación lo atrapó entre sus garras. O quizás fue cuando las sombras hicieron su aparición y siguieron estimulándolo, sin remordimiento alguno.

El tormento fue difícil de sobrellevar. Hubo momentos en los que se sumergió en el llanto eterno hasta que era silenciado por medio de sustancias desconocidas suministradas súbitamente. O donde se despertó confundido mientras su alrededor giraba y la oscuridad lo consumía. No durmió, tampoco comió.

Felix se encontró innumerables veces bailando entre la vida y la muerte, alucinando y delirando mientras se ahogaba entre lágrimas llenas de sufrimiento. Estuvo así hasta que finalmente las sombras, que se camuflaban a la perfección, lo sacaron de la celda fría y olorosa a moho.

Sin embargo, su tormento no terminó allí. Tuvieron la decencia de bañarlo con agua helada y después lo transfirieron a otro lugar, un poco más brillante, acogedor, limpio y monitoreado por pequeñas cámaras que lo grababan durante todo el día. Parecía una rata de laboratorio, inspeccionado cada cuatro horas por personas vestidas de blanco y con sus rostros ocultos bajo una máscara. Al menos, allí podía ver con claridad si era de día o de noche.

No obstante, Felix seguía sintiéndose intranquilo.

Felix seguía sin saber qué día era, si su familia lo estaba buscando incansablemente o si ya lo habían dado por muerto. Él solo sabía que lo tenían ahí por una razón especial que desconocía, aunque sospechaba un poco sobre ello. Sus genes como la razón central.

Una nueva rutina se estableció. A veces se acercaba a la ventana que daba hacia un jardín bien cuidado (aunque tiempo después descubrió que era solo una pantalla que emitía la bella imagen), otras veces se quedaba recostado en la camilla que hacía de cama y miraba fijamente el techo blanco mientras contaba los días transcurridos, tratando de despejarse. Tampoco durmió ni comió.

Tiempo después, las sustancias desconocidas volvieron a ser suministradas y Felix retrocedió a sus días compuestos por alucinaciones y delirios que parecían mucho mejores que la realidad que se hacía poco a poco más borrosa. A partir de ese momento, los recuerdos de Felix naufragaron en aguas tormentosas y fueron eclipsadas por sombras disfrazadas de blanco y voces distorsionadas.

A partir de ese momento, Felix soñó con un firmamento oscuro pintado de estrellas de diferentes tamaños y colores, con una luna brillante que lo acogía bajo sus brazos y lo arrullaba con una canción de cuna que sonaba parecido a las olas rompiendo contra la bahía. A veces, la luna le prestaba un manto cálido mientras él se sentaba en el terreno rocoso de una montaña, cubierta de esponjosas nubes, y miraba fijamente y con una sonrisa el solemne baile de las estrellas. Otras, la luna solo se quedaba mirándolo fijamente mientras le sonreía y le prometía entre murmullos que todo terminaría finalmente. Felix no preguntó ni respondió, solo le sonrió.

Hasta que la oscuridad volvió a atraparlo entre su desapacible tacto.

La cálida y brillante luna desapareció junto a las solemnes estrellas, quedando un vacío que soltaba risas socarronas y lo miraba perversamente con sus agudos ojos oscuros. La melancolía pronto hizo su aparición, acobijando a Felix en un mundo donde los colores desaparecieron y fueron reemplazados por sombras.

Lo siguiente que sintió Felix fueron manos carrasposas y desagradables que acariciaban su alma con morboso interés mientras él seguía debatiéndose si regresar a la lúgubre realidad o refugiarse en el acogedor sueño. Tras las caricias le siguieron toques toscos y húmedos que Felix quería limpiar con fervor, pero en ningún momento sus extremidades respondieron.

De esa manera, los días de Felix continuaron hasta que las lágrimas no derramadas se secaron y la calma llegó. Sin embargo, Lee Felix no volvió a ser el mismo porque naufragó en aguas tormentosas y soñó con una luna cálida y brillante y solemnes estrellas que bailaban para él.

Hijo mío, la mente humana es incomprensible y bastante burlesca, sin importar qué, recordarás esos días llenos del silencio desgarrador y de la angustia infalible, impresos como pequeñas huellas mnémicas que se pronunciarán en sueños y te perseguirán hasta el fin de tus días.

Melancolía: es una tristeza vaga, permanente, profunda y sosegada, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada.

Alive © ChangLixWhere stories live. Discover now