El amor molesto

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El amor es molesto.

Así, tal cual. Para Levi Ackerman era la cosa más cursi que podía haber existido. Quitaba tiempo de calidad en su opinión, quería acapararlo todo, llenarlo todo. Como si la vida dependiera de su sola existencia y no hubiera razones lógicas para vivir sin ello.

Desde pequeños, la gente siempre idealizó el amor, como si tenerlo fuera a resolver todos los problemas, y la felicidad fuera cuestión de tenerlo. Qué tontos hemos sido a través de la historia, pensaba Levi irónico, tal vez tantas guerras y conflictos se hubieran evitado si hubiésemos sentido su milagrosa gracia de solucionar las cosas.

El amor es molesto.

Hasta a nivel físico lo era. Sonrojos, palpitaciones, nervios y hasta malestares eran parte de la sintomatología del amor. ¿Por qué se sufría de esas ridiculeces cuando uno se enamoraba? Levi frunció el ceño, totalmente indignado. Se suponía que era un sentimiento digno, puro, bueno... pero ni bien uno lo padecía, tenía ganas de ir al baño a cagar de pura angustia. Maldita sea...

Y peor aun cuando el enamoramiento no funcionaba o no era correspondido. Había sido testigo de episodios de depresión entre sus amigos; que porque ella lo dejó, que porque él le exigía exclusividad, que esto, que lo otro. Para Levi ese algo molesto rozaba lo tóxico y enfermizo.

El amor es molesto.

Él había dejado de sentir esa tontería desde el día de la muerte de su madre. Era la única persona por la que alguna vez sintió algo tan sincero y grande. A sus amigos los apreciaba, sí; pero con su madre era simplemente algo más allá de todo entendimiento. Recordaba que de niño la miraba hipnotizado mientras ella le cantaba o le contaba cuentos, y soñaba con vivir siempre a su lado. Había experimentado el amor en su estado más puro, pero todo terminó de la peor manera.

Un día simplemente no se había levantado más de su cama. El pequeño Levi buscó ayuda con los vecinos, quienes rápidamente llamaron a una ambulancia. Apenas entraron se dieron cuenta de una terrible realidad de la cual el niño se había percatado: no despertaría más. Había muerto de un paro cardíaco mientras dormía. Levi no lloró, no reaccionó; sólo pensaba que atrás quedaban las salidas al parque, al cine, los festejos, los paseos navideños que coincidían con su cumpleaños, los arrumacos, las canciones y las lecturas. Atrás quedaba el amor.

Y en ese momento, a tan corta edad, se dio cuenta de que el amor era una pérdida de tiempo. ¿Para qué se nos permitía vivir y experimentar algo tan hermoso si esa felicidad producto de ello nos sería arrebatada tarde o temprano?

Desde ese día el amor se tornó molesto para él.

Hasta que la conoció a ella. Pero él insistía que era molesto.

La había conocido a finales de Noviembre por medio de la loca de Hange, que era una amiga en común. Él estaba volviendo de su aburrido trabajo en la oficina y ellas estaban comprando unas estupideces navideñas. Escuchó la voz de la cuatro ojos del demonio que lo llamaba, haciendo que pasara vergüenza en plena calle; y aunque él ya la había reconocido y hecho el tonto para no saludar, esa vez tuvo que acercarse derrotado. Y fue allí que la vio y el corazón le dio un brinco. Él hizo una mueca ante la reacción involuntaria.

Petra Ral se llamaba el objeto de su molestia. Ojos grandes y dorados, cabello corto y pelirrojo, piel nívea y suave, todo en ella era perfecto a primera vista. Y molesto. Y más molesto aún lo era a medida que la conocía más a fondo mientras los tres departían en una cafetería cercana: carismática, risueña, dulce y delicada. Era pediatra en el mismo hospital donde trabajaba Hange y amaba a los niños. Era el paquete completo y molesto.

Cuando Levi se dio cuanta ya estaba siendo invitado por ella una pequeña reunión por su cumpleaños que haría en los primeros días de Diciembre. El joven llegó a su casa hecho un manojo de confusión. Oh, no... esas palpitaciones, ese calor subiendo por su rostro, esos retorcijones en el estómago de puro nervio y para rematar, esa sonrisa boba que tenía pintada en el rostro. Cuando se miró al espejo se espantó: jamás en su vida había sonreído y verse en ese estado era terrorífico para él. Peor si a esa sonrisa se le sumaba un sonrojo evidente.

Con un demonio. Esperaba que no fuera lo que estaba pensando.

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Llegó el bendito día del cumpleaños de la aludida, la dueña de esos molestos pensamientos en Levi. Y el pobre hombre llegó más disgustado que nunca, pues en toda la semana había pensado en ella y contado los días para verla y felicitarla. Si hasta estuvo ensayando su saludo y felicitación, acto seguido se cacheteaba a sí mismo por ser tan estúpido. Y allí estaba, invitado por cortesía y porque le había caído bien a la cumpleañera, vestido con su mejor traje y con un ramo de peonías, que la festejada aceptó con un tono rosado adorable en su rostro y agradeció con un besito en la mejilla, estremeciéndolo con sus suaves y cálidos labios haciendo contacto con su fría piel.

Y ése fue el viaje de ida hacia ese sentimiento molesto.

Durante la cena Petra se había enterado que Levi cumplía años en Navidad, pero no dijo nada al respecto (Hange le había contado rápidamente algo de la vida del joven y la pérdida de su madre, y obviamente, su odio a la fecha festiva). Eso no impidió que le dedicara miradas dulces durante toda la velada. Y para completar el panorama para el pobre azabache víctima de tan desafortunada enfermedad llamada amor, la joven pelirroja hacía el té a la perfección. ¡Ah, maldita sea! ¡Estaba perdiendo la batalla contra esa sensación molesta en el pecho!

Al final de la noche, Levi fue el último en irse, y después de agradecer por haber sido invitado a pesar de ser prácticamente un extraño, sucedió algo que hizo que se le bajara la presión sanguínea.

Ella se puso de puntillas y le dio un delicado beso en los labios.

Para él fue la gloria y la perdición en ese momento. Hasta se sentía ridículo por darle la razón a su hermana Mikasa cuando ésta empezaba con su alharaca de que lo suyo con su novio Eren fue amor a primera vista.

A él le había pasado lo mismo y era evidente que a Petra también.

Y como no era tan tonto como para dejar pasar la oportunidad, la tomó de la cintura e hizo que ese tierno roce se convirtiera en un beso apasionado. Sí, el amor era molesto, pero no lo dejaría ir. No la dejaría ir.

Cuando se separaron, él bufó pasándose una mano por la cabeza, arrepintiéndose por el impulso y el egoísmo de tenerla.

-Mierda. – dijo y se fue, dejando a Petra confundida.

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Las semanas pasaron y llegó la Nochebuena. En cuanto dieron las 12 de la noche para dar paso a la Navidad, todas las familias de la ciudad festejaron alegres y abrazándose. Todos, menos uno.

Levi se hallaba en su departamento tomando una cerveza e ignorando el hecho de que era su cumpleaños y de que era Navidad, como buen Grinch que era. Miraba la televisión aburrido mientras cambiaba de canal cada vez que aparecían películas tontas de amor, nieve y espíritu navideño. Ya se estaba fastidiando y decidiendo ir a dormir, cuando el sonido del timbre le hizo dar un respingo.

Maldiciendo y suponiendo que eran sus latosos amigos quienes iban a insistirle para salir y festejar, Levi bajó furioso para insultarlos y echarlos a patadas de su barrio. Pero mayúscula fue su sorpresa al abrir la puerta de su edificio.

Era Petra Ral, muerta de frío bajo la nevada intensa de medianoche.

Azorado y algo emocionado, Levi la hizo pasar rápidamente y una vez en el departamento, insistió en que se acercara a la calefacción para que tomara calor. Ella lo miró intensamente y a continuación, sacó un paquete que llevaba escondido dentro de su abrigo; era un pequeño pastel que ella había hecho para él.

-Feliz cumpleaños, Levi. – dijo con esa voz que le hizo sentir mariposas en el estómago – Y feliz Navidad.

-Petra... - empezó él, pero no dijo nada, ni quería hacerlo, sólo tuvo de nuevo ese impulso de atraerla a él y besarla con desesperación. La había extrañado tanto; para lo desconocidos que eran, la había padecido tanto.

Ella no dudó en corresponderle y pronto, con el pastel olvidado, sus ropas fueron deshechas y procedieron a explorarse y amarse como nunca lo hicieron con nadie, con la fuerte nevada y los villancicos como testigos.

Cuando terminaron, Levi besó suavemente la nariz de Petra y le dijo ya no tan seguro.

-El amor es molesto.

-Pero también es hermoso, ¿no lo crees? – replicó ella con una sonrisa.

-Contigo sí. – aceptó él mirándola con amor - Contigo todo está bien.

Y volvieron a unirse, dispuestos a pasar la primera de sus infinitas Navidades juntos.

Juntos, la magia es posibleWhere stories live. Discover now