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No me acuerdo si fueron las luces neón de aquel burdel putrefacto, o los babosos camioneros gritando groserías hasta que saliese una pobre chica indefensa a contonearse y desnudarse delante de ellos, lo que me hizo caer en el horrible vacío oscuro de siempre, aquel enorme agujero negro.

La lenta música sonaba y salía el mismo hombre de siempre al escenario, el mismo hombre que nos encerraba en las habitaciones y que traficaba con el dinero que nuestro cuerpo generaba. Se inventaba un nombre para nosotras y nos hacía una presentación en lo que los moteros y camioneros borrachos gritaban y pataleaban de la emoción.

Estaba sentada en el pequeño sofá del sótano, junto con las demás chicas esperando a que viniera el temible hombre que nos obligaba a salir, ese día me tocó a mi.
Me tomó por el brazo y me levantó bruscamente, sin importarle lo más mínimo si tropezaba, las demás chicas de mayor edad gritaban por mi liberación, era la más joven y con la menor experiencia. Ya había visto muchas cosas, me sentía sedada, mi cabeza retumbaba y apenas tenía control sobre mi cuerpo.

Me vistieron como si de un maniquí se tratase, me pusieron un body y un corsé negro que me cortaba por completo la respiración, unas botas con plataforma también negras y medias de rejilla junto con una bufanda de plumas rosa alrededor del cuello. Debíamos mantener algo de anonimato, así que me dieron una máscara de seda negra que sólo me cubría la parte superior del rostro.
Me empujaron al escenario, ya lo había hecho más de una vez, pero siempre era la cosa más desagradable que nadie podía vivir.
Los camioneros quedaban debajo de mis pies, gritándome y mojándome con la cerveza de sus enormes jarras de cristal. Con completa agonía me contoneé según la música me indicaba, los hombres empezaron a silvar, algunos reían y otros babeaban, mi corsé desapareció volando fuera del escenario, lágrimas caían de mis mejillas, las cuales empapaban la pequeña máscara de tela negra.

Un brillo resaltaba entre la multitud, era un chico muy pálido, extremadamente pálido, con el pelo blanco cómo la sal, tenía expresión neutra mientras me miraba con los brazos cruzados, en el fondo parecía compadecerse de mí.
Seguí bailando hasta que sólo me quedó el tanga. Una vez terminado me regresaron al sótano donde las demás chicas descansaban y rompí en llanto, no quería seguir allí, quería escapar como fuera, ese sitio me causaba pavor.

Pensaba que todo había acabado cuándo flamenco apareció por las oscuras escaleras junto con sus dos guardaespaldas de 2 metros, estaba fumándose un cigarro y después de una calada corta sacudió la ceniza y habló.
--Enhorabuena princesa, hoy tendrás tu primer cliente. - sonrió de forma malévola.
--Q-que ¿cliente? - mi cara se puso completamente blanca, y mi sorpresa era visible. El hombre les hizo una seña a sus esbirros y me agarraron cada uno por un brazo, me inmovilizaron mientras intentaba patalear para que me soltasen, sin ningún efecto.

Me llevaron por los estrechos pasillos subterráneos hasta llegar a una habitación que se componía de una cama de matrimonio blanca en la cual me encerraron, el pánico me invadió y me dirigí a la puerta, grité lo más fuerte que pude pidiendo auxilio, daba golpes y patadas hasta tirarme a la cama a llorar. El techo estaba cubierto por espejos negros algo sucios, había una cómoda de madera con una lámpara y una caja grande de condones, en la pared había neones con forma de pájaros y bebidas, apenas lucían ya.
Escuché cómo se abría la puerta y me giré por instinto.
Era un chico de pelo y piel blanca, delgado, no muy alto, con cara inexpresiva. Volvieron a cerrar la puerta y me levanté corriendo, nos quedamos mirándonos durante unos segundos hasta que empezó a acercarse a mi, mientras, yo iba retrocediendo hacia atrás. Se sentó en el borde de la cama con la mirada fijada en el suelo.
--Cálmate, no voy ha hacerte nada, no quiero sexo.
Sentí un pequeño alivio y cómo ese gran peso que tenía empequeñecía.
--¿Entonces? - pregunté desconfiada.
--Sólo quiero hablar. - me miró directamente a los ojos.-- llámame Suga.
--Vale, a-a mi.... - mi cabeza quedó en blanco, no lo recordaba, ni eso ni nada, todo era un borrón en mi vida.
--¿No tienes nombre? - rió sarcásticamente.
--Es una larga historia...
Nos quedamos en silencio unos segundos y este continuó.
--Bueno, pues te pongo yo uno. - Se quedó mirándome durante unos segundos pensante, buscando un nombre acorde a mi. --Yon, Yon es un nombre corto y fácil de recordar.
El nombre no me desagradó, se me hacía sonoro y de todas formas era lo único que me podría reconocer, hasta entonces pasé a llamarme Yon.

Luego de eso empezamos a hablar, no me quiso contar mucho, solo me contaba lo que vivía en esos momentos, acababa de salir de una relación extremadamente tóxica, no podían hablar con distinta gente ya que el otro se ponía celoso, no tenían más amigos, se llegaron a coger asco mutuo pero siguieron juntos, así por más de 5 años, 5 largos años. Suga no me quería decir su edad, pero era algo más mayor que yo, pero se le veía muy joven.
No llevaba una buena vida, bebía, fumaba y tomaba cosas que eran ilegales en cualquier país, había conseguido amigos pero eran iguales que él, por eso acudía a mí.
Yo le conté sobre mí, le intenté explicar el borrón que tenía en mi cabeza, no recordaba absolutamente nada, todo lo veía negro y no sabía cómo había llegado hasta allí, no recordaba a nadie, si tenía familiares, amigos o incluso pareja. No recordaba dónde vivía o había vivido, si alguien me estaría buscando o no tenía a nadie si quiera.
Cuándo le expliqué todo eso se le veía inexpresivo, ido y algo triste, supuse que sería por la mierda que le estaba contando.

El guardaespaldas que cuidaba la puerta desde fuera, al no escuchar ningún ruido sexual se asomó a la habitación, al vernos sentados nos miró interrogante arrugado las cejas.
--Recuerde que son 500 wones la hora. - dijo en tono grabe y volvió a salir.
Al escuchar la cifra le miré con los ojos como platos, ¿enserio se estaba gastando tanto dinero en sólo hablar? Llevábamos hablando más de hora y media, se gastaría más de 1500 wones.

Este al escucharle se levantó sacudiendose los pantalones, me despidió con la mano antes de abrir la puerta.
Minutos después me volvieron a tomar de los brazos y a arrastrarme por los pasillos hasta llegar al sucio sótano donde todas dormíamos.

Amnesia - Min Yoongi ffWhere stories live. Discover now