Desatando Mis Demonios

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La cena trascurrió tranquila, hablamos de cosas interesantes, como la llegada del carnaval a vuestra hermosa Venecia, al parecer era muy importante para aquella hermosa creatura ya que dejo escapar sus emociones de niña, eso os la hacía ver mucho mas encantadora, mis ojos trataban de no toparse con los suyos pero era imposible ya que desde que la vi no os he dejado de pensar en ella, vuestra mirada me penetraba como la daga que le atravesó el corazón a nuestro Señor Jesús, Andrew no dejaba de golpearos mis piernas por debajo de la mesa, tal vez estaba siendo demasiado obvio que hasta el estaba tratando de salvarme de cometeros una locura, nos despedimos en cuanto terminó la cena, caminamos deprisa hasta vuestras habitaciones y estando ahí sentí como comenzó a arder mi mejilla causada por una bofetada que Andrew me había propinado con mucha fuerza.

-Pero... que estáis demente, sabeis lo que te pasa y sabeis también que estáis mal, debes de sentiros pena por vos, como sois posible que... ¡te halláis fijado en la hija de Sir Tsukino! Habéis perdido la cordura, solo te falta un par de meses para recibir el sacerdocio, es acaso que estáis dudando, Dios te ha llamado a servirle, debeis de ser mas consiente con todo esto, debeis de pedir un permiso para pensar sobre tu posición- Andrew en definitiva estabais molesto, yo lo veía a los ojos, no sé si con odio o con resentimiento, el era mi único y gran amigo y sus palabras me herían.

La sonrisa que permaneció en mí durante toda la cena se había desvanecido con aquellas declaraciones de este caballero.

Se echo a dormir y os dejo pensando y tratando de seros coherente con mis sentimientos y mi obligación familiar de llevaros honor y estabilidad económica ya que en esa época era muy bien remunerados los servicios que se otorgaban al servicio de Dios, además abría las puertas a mis parientes de acercaos mas a un nombramiento aristócrata más refinado.

Esa noche no pude dormir, me levante de madrugada y me dirigí a la capilla que se encontraba dentro de la mansión Tsukino. Ore e implore perdón de Dios por los demonios que me acosaban, golpee mi hombría hasta que deje de sentir mi cuerpo, no podía faltarle a mi Dios por una sonrisa, unos ojos azulados un… un… ya basta ahí estabais de nuevo ella y su encantadora belleza.

Estaba tan metido en mis pensamientos que no sentí cuando alguien entro en el confesionario

-Quiero confesaros, por favor ayúdaos a sanar mi alma- era ella, trataba de alejarla y el destino, la casualidad me volvía a ella

-Decidme porque estáis aquí, aun no puedo confesaros como tal pero puedo aconsejaros en el nombre de Dios- ahí estaba yo fingiendo serle leal a alguien en quien estaba dudando de serviros.

-Confieso que he pecado en pensamientos, anoche tuve sueños pecaminosos con alguien que no será vuestro hombre de vida, si os confieso que mi ser se lleno de las llamas del infierno la verlo ahí compartiendo mis aposentos, os disculpaos por mi franqueza pero no sois una mujer fuerte, estois siendo presa de mis dudas, mi matrimonio fue arreglado desde niña, admito que será de gran beneficio para ambas familias, mi madre murió cuando yo apenas era una niña y mi padre se ha encargado de mi educación, le he dado gustos en todo lo que me os ha pedido, he sido una joven obediente, pero ahora no puedo, no tengo fuerzas, hoy que he conocido a ese hombre que me está rondando en mis pecaminosas memorias, acúseme y dadme el castigo merecido ante mi comportamiento indecente- ¿escuche bien? Ella estaba teniendo arrebatos en sus sueños por otro hombre que no fuese su prometido, tal vez no era tan angelical como lo habíais pensado.

-Yo no os puedo juzgar y condenar, te has confesado ante mí y has pedido mi consejo, rezad el rosario perpetuo a nuestra virgen del Socorro y si en verdad estais arrepentida, Dios os perdonara puesto que él es bondadoso y misericordioso- yo también tendré que pediros perdón por sentir coraje y frustración ante el confieso de esta mujer que me robaba la razón, quisiera ser ese hombre que rondaba su sueño y el aliento...otra vez esos pensamientos pecaminosos parecían...
-Ve y no peques mas-se santiguo y salió de la capilla, yo quede desconcertado, tenía que seguir con mis propósitos de familia.

Paso una semana y estábamos celebrando el inicio de la cuaresma, comenzamos con el miércoles de ceniza, al terminar la celebración en la basílica de San Marcos salimos a la plaza que también lleva su nombre, era el comienzo del carnaval donde los pobres se burlaban de los aristócratas al cubrir sus rostros con mascaras y antifaces, se había vuelto todo una tradición usarlas cada año durante las festividades y en bailes y banquetes.

El ocultamiento y la ambigüedad eran los signos distintivos de mi época. Aun seguía observando a Serenity pero trataba de no seros tan obvio.

En la mansión de los Tsukino no se hablaba de otra cosa que no fuese el gran baile de la Condesa Aino, seria celebrado en tan solo unas horas, y eso tenía emocionada a Serenity ya que sería su última presentación como  ”Lady Tsukino” el nombre que indicaba que era libre y que podíais desposar a quien quisiese, pero no... ya se estabais preparando todo para su unión con ese tal Conde Diamante Black.

Cansado de ver toda la trifulca me retire a daros un baño para refrescar mis ideas y calmar mis pensamientos pecaminosos. Estando en la tina no pudeis evitar comenzar a soñar, ahí estaba Serenity de nuevo como todas las noches… desnuda ante mí, mis pupilas comenzaron a dilatarse por la excitación excesiva que causaba esa alucinación, mi cuerpo estaba al borde de la excitación, me estabais tocando involuntariamente, solo me deje llevar por esos bastos y decorosos pensamientos...

Esto era demasiado, mis demonios internos me iban a matar al faltar a mi amor y devoción por mi profesión, debía terminar con todo esto y hoy seria ese día. Me daban miedo hasta donde llegarían mis artimañas para desatar todo esto que os  guardaba en mi interior.

Así que esa noche me arme de valor y por fin haría mis sueños realidad...

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