2. FUERA Y DENTRO DE LA CAJA DE HERRAMIENTAS DE LA SOCIALIDAD

359 1 0
                                    

HOMO SEXUALIS: HUERFANOS Y DESCONSOLADOS:

Tal y como lo afirmara Lévi-Strauss, el encuentro entre los sexos es el terreno en el que naturaleza y cultura se enfrentaron por primera vez. Asimismo, es punto de partida y
origen de toda cultura. El sexo fue el primer componente de los atributos naturales del homo sapiens sobre el que se grabaron distinciones artificiales, convencionales y arbitrarias: la industria de base de toda cultura, en especial el primer acto de cultura, la prohibición del incesto, que divide a las hembras en elegibles y no elegibles para la cohabitación sexual.
Es evidente que esta función del sexo no fue accidental. De todos los impulsos, inclinaciones y tendencias «naturales» del ser humano, el deseo sexual fue y sigue siendo el más irrefutable, obvia y unívocamente social. Se dirige hacia otro ser humano, exige la presencia de otro ser humano, y hace denodados esfuerzos para transformar esa presencia en una unión. Añora la unidad y hace de todo ser humano alguien incompleto y deficiente a
menos que se una a otro, por más realizado y autosuficiente que sea en otros aspectos.
La cultura nació de ese encuentro entre los sexos. En él, la cultura ejerció por primera
vez su capacidad creativa de diferenciación. Desde entonces, la íntima cooperación de naturaleza y cultura en todo lo que se refiere a lo sexual no ha cesado, y menos aún ha sido
abandonada. A partir de entonces, el ars erótica, una creación eminentemente cultural, ha
guiado el impulso sexual hacia su satisfacción: la unión de los seres humanos.
A excepción de algunos casos aislados, dice el eminente sexólogo alemán Volkmar
Sigusch, nuestra cultura «no ha producido ningún ars erótica, sino una scientia sexualis»[16].
Es como si Anteros, hermano de Eros y "genio vengativo del amor rechazado", hubiese destronado a su hermano y tomado el control del reino del sexo. "Actualmente, la sexualidad ya no es el epítome del posible placer y la felicidad. Ya no está mistificada
positivamente en tanto éxtasis o transgresión, sino negativamente, en tanto fuente de opresión, desigualdad, violencia, abuso e infección letal".
Anteros tenía fama de ser un hombre muy apasionado, lascivo, irritable e irascible, pero
una vez que se convirtió en señor indiscutible del reino seguramente proscribió las
pasiones entre sus súbditos y proclamó que el sexo debía ser racional, fríamente calculado,
a prueba de riesgos, obediente a las reglas y, por sobre todas las cosas, debía ser un acto
despojado de todo misterio y encanto. "La mirada del científico -dice Sigusch-, siempre ha sido fría y desapegada: no debe haber secretos". ¿El resultado? "Hoy todos están informados, y nadie tiene ni la menor idea".
Pero ni la autoridad de Anteros ni la de su mano derecha, la scientia sexualis, se ven
melladas como consecuencia de esta postura fría y esta mirada desapegada, ni tampoco se
angostan las filas de sus devotos, agradecidos y expectantes seguidores. La demanda de servicios (de servicios nuevos y mejorados, que son, sin embargo, "más de lo mismo") tiende a aumentar y no a disminuir, en tanto y en cuanto estos servicios demuestran una y otra vez ser incapaces de cumplir lo que prometen. "No obstante, la ciencia sexual sigue existiendo, ya que la miseria sexual se niega a desaparecer".
La scientia sexualis prometía liberar a los homini sexuali de su miseria, y sigue prometiéndolo, y se sigue creyendo y confiando en sus promesas por la simple razón de
que una vez separados de toda otra modalidad humana y abandonados a su propia suerte,
los homini sexuali se han convertido en "objetos naturales" del escrutinio científico: sólo se sienten como en casa en el laboratorio y frente al bisturí del terapeuta, y sólo son visibles para ellos mismos y para los demás bajo la luz de proyectores operados por científicos.
Salvo estas excepciones, los huérfanos y desconsolados homo sexualis ya no tienen a quién
recurrir en busca de consejo, auxilio o ayuda.
Huérfanos de Eros. Eros, podemos estar seguros, no ha muerto. Pero, desterrado del reino que le corresponde por herencia, ha sido condenado -como lo fuera una vez Ahaspher, el Judío Errante- a merodear y deambular, a vagabundear por las calles en una búsqueda interminable, y por lo tanto vana, de refugio y cobijo. Ahora Eros puede ser hallado en cualquier parte, pero en ninguna se quedará por mucho tiempo. No tiene domicilio permanente: si quieren dar con él, escriban a poste restante y no pierdan la esperanza.
Desconsolados por el futuro. Por lo tanto, sin el consuelo de la previsibilidad y el compromiso, que son propiedad legítima y monopólica del futuro. Abandonados por el espectro de la paternidad y la maternidad, mensajeros de lo eterno y el Más Allá que solían sobrevolar los encuentros sexuales, confiriendo a toda unión carnal algo de su mística sobrenatural y de esa sublime combinación de fe y aprensión, goce y temor, que eran su sello distintivo.
En la actualidad, la medicina compite con el sexo por el dominio de la "reproducción".

Amor Líquido - Zygmunt BaumanWhere stories live. Discover now