; C a l o r.

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América entró en pánico en el momento en que sintió particular presencia nacer en medio de sus asentaderas, ludiéndolas en el proceso, con peligrosa firmeza. Liberó un gritito ahogado cuando logró reconocer la identidad de su huésped. Se trataba del miembro de su pareja. Inmediatamente giró su rostro, mirándole con desaprobación, en un intento de reprimirle aquel comportamiento, no era el momento ni lugar indicados para que realizace aquellas bromas subidas de tono; pero su enojo de esfumó cuando, finalmente, entendió la situación.
Rusia traía el semblante encendido, muy probablemente muerto de la vergüenza, con su vista dirigida a un punto lejano en la habitación, evitando el contacto visual con quien fuere. El de habla inglesa llevó su mano a la frente de este donde, confirmó, el calor era muy elevado. Respiraba pesadamente, desatando, entre cortos periodos de tiempo, suspiros ahogados.

-¿Qué sucede, cuñado?- el interés por parte del norteamericano menor se hizo notorio cuando se percató de la escena de sus allegados. Rusia traía las mejillas más rojas que su bandera, tambaleando, en un compás que comenzó a hacerse constante, sospechó que algo andaba mal. Su pensar incrementó luego de que el ruso no respondiera.

-Será mejor-interrumpió el mayor-, Canadá, que la reunión concluya ahora-brindó ligeras risitas incómodas para apaciguar el ambiente, al mismo tiempo que, con el mirar, buscaba un objeto próximo a él, y cuando lo halló, reincorporó su cuerpo, colocándolo sobre el regazo de su pareja, quien permanecía ido en sí, con la única intención de cubrir la evidencia. Acompañó al muchacho de pecas a la puerta para despedirlo, mientras que el menor de los presentes se aproximó, con evidente preocupación, a su mayor hermano.

-¿Qué sucede, Rusia?-musitó, mirándolo, angustiado-¿Estás bien?

-Solo me siento agotado. No te preocupes.

Ucrania dudó, pero la sonrisa que le dedicó el euroasiático, finalmente, le convenció. Depositó un rápido beso sobre su mejilla y, acto seguido, corrió hacia donde estaba el canadiense, tomando su mano con ternura; el de mayor estatura le brindó un efímero beso sobre su frente como respuesta.

-Llamaré apenas lleguemos a casa.

-De acuerdo, regresen con cuidado-Estados Unidos abrazó a la pareja, despidiéndolos con un grata sonrisa. Para cuando no hubo rastro de ellos, cerró la puerta e, inmediatamente, corrió hacia su amado, quien continuaba en el lugar donde lo había dejado, con el rostro tendido sobre la mesa, murmurando cosas en su idioma natal que difícilmente entendía.

-Amor, ¿qué pasa?-preguntó, con voz baja, colocándose a la altura de este, acariciando su rostro delicadamente; estaba muy preocupado. Rusia giró su faz, que aún permanecía pegado a la mesa, mirándole y parpadeó, con lentitud.

-Estados Unidos, ven.

-Voy a prepararte algo. No tardaré-le sonrió con ternura, pero antes de lograr reincorporarse, fue interrumpido por la mano del ruso; lo atrajo, con brusquedad, hacia su cuerpo, haciéndolo prisionero entre sus brazos-¡R-Russia!-soltó un gritito, tratando de zafarse, pero el abrazo del menor se hizo más persistente; comprendió que sería un desgaste de energía resistirse, y se rindió-¿Ya vas a decirme qué te traes?

-Нет-ocultó, Rusia, su rostro entre el cuello y hombro del norteamericano, sintiendo aquella embriagante fragancia, tan agradable que, sin anticiparlo, comenzó a saborear la piel blanquecina de este, como si de un dulce se tratase, de manera libidinosa, no cesó; sino, comenzó a atestar sus prendas, con la única intención de retirarlas.

-Russia, qué... ¡N-no!-América gritó en el momento en que sintió sus dientes morderle sin piedad, seguidamente de constantes barridas en la zona con sus labios. Entró en pánico cuando lo apechó de los muslos y los colocó alrededor de sus caderas, sintiendo nuevamente aquella prominente erección; su calor corporal comenzaba a incrementar. Rusia empezó a explorar, de manera obscena, el cuerpo del mayor con sus acaloradas manos; pellizcaba su cintura, por debajo de sus prendas, contorneaba su delgada, pero muy atractiva, figura. Admiraba con lujuria el semblante de su pareja, y gruñía, debido a la exaltación. Estados Unidos liberaba suspiros entrecortados, con las mejillas totalmente teñidas de un intenso carmesí.

-No necesito que me prepares nada-susurró, con voz roca-, si te tengo a ti...-las piernas del americano le apretaron sus caderas cuando sintió la viscosa lengua del caucásico descender hacia su pecho, previamente descubierto. Realizando vaivenes, repetidas veces con parsimonia. Comenzaba a ambicionar más.

-P-pensé que estabas con fiebre-reprimió con dificultad, tratando de no liberar sonidos indecentes, tenía las manos cubriendo sus labios, pero, aún así, las expresiones de sus orbes le exhibían.

-Solo estoy caliente.

-Pervertido-sentenció-¿No pudiste esperar a que terminara la cena con tu hermano y Canadá?-el ruso lo tomó, nuevamente, por sus extremidades, cargándolo para así poder dirigirse a un lugar más cómodo. Estados Unidos confirmó que el menor no tenía intenciones de parar; se dio por vencido, aferrándose a su espalda.

América decidió olvidar, por aquellos breves minutos, lo que consideró incorrecto, y aceptó las caricias; tomando iniciativa, besó los labios de su novio, quien lo recibió gustoso, en un ósculo que, si bien tenía intenciones cándidas, a los segundos de haber rozado sus pieles, lo dulce de aquello fue cayendo poco a poco. Se tomó el tiempo necesario para recorrer cada milímetro de su boca, repartiendo constantes y cortos toques en ella. Rusia lo tendió, con delicadeza, sobre la cama matrimonial, tratando de no crear distancia alguna entre sus cuerpos, se posicionó sobre el mayor, personaje que no abandonaba sus labios. Para cuando el contacto terminó, debido a la necesidad de tomar bocanadas de aire, el menor comenzó a deshacerse de sus prendas, con una rapidez que alarmó al de abajo; prosiguió, con un beso distinto al primero, un beso más explorador y provocativo, y con participación de sus húmedos músculos que reclamaban su ausencia; Rusia se apropió de los labios del joven de habla inglesa como si fuesen suyos, saboreándolos y brindando pequeños mordiscos en ella, haciendo estremecer al contrario, que liberaba pequeños grititos, excitado. Ingresó su cálida lengua en la cavidad de este, explorando cada rincón con lujuria, con tal lentitud que enloquecía al mayor, sus manos no dejaban de acariciarle sus piernas, apretándolas entre momentos, y así provocando tenues gemidos como respuesta. Estados Unidos acariciaba el cuello del contrario, perdiendo sus manos sobre su nuca y cabello. Y, en aquel maravilloso momento solo podía detenerse a pensar, no muy cuerdo, en la ansiedad que le provocaban aquellas lascivas caricias acumuladas en su vientre. Una sensación de cosquilleo se derramaba por su cuerpo, pequeñas cargas eléctricas, sobre su dorsal; enarcando la espalda al mismo tiempo en que batía las caderas indecentemente. Sus movimientos fascinaban al contrario.

-Parece que no soy el único-murmuró, provocativo, pero no hubo respuesta; el rubio se concentraba en apreciar cada momento de aquella ocasión, bañado en calor, aterrizó sus juguetonas manos en el pantalón del caucásico, comenzando a desabrocharlo. Rusia sonrió, con satisfacción. Ver a su novio adelantarse le hacía perder el juicio, la razón. Liberó un gemido ronco, en el momento en que América desocupó su apretado miembro, demandando su consideración; comenzó brindando ligeros vaivenes, en movimientos parsimoniosos, mas bastante agradables con sus pequeñas, pero expertas, manos. Transcurrió un par de minutos, realizando aquel obsceno accionar; en la habitación dominaba el silencio, manchado por los roncos gemidos, que ya se hacían constantes, del menor y por el chapoteo que provocaba el roce de sus pieles ahí abajo. Cuando sintió que llegaría pronto al punto más alto de excitación, tomó el cuerpo del mayor, colocándolo en una posición en la que él, nuevamente, tendría el control. Se deshizo de su prenda inferior, lanzándola a algún rincón de la habitación, sin dejar de observarlo con pasión; mordía sus labios. Estados Unidos era jodidamente hermoso.

-¿Y bien?-preguntó, coqueto, esperando el siguiente acto. El euroasiático le silenció con un beso.

-Trata de no hacer mucho ruido, ¿okey? -América asintió, abrazando la espalda de su amado, encontrando refugio entre su cuello y hombro, lugar donde depositó cortos toques tiernos con sus labios. Para cuando Rusia ingresó, cerró sus ojos, liberando un sonoro gritito, acallado al instante por la boca del menor. Ambos sonrieron, sin dejar de darse muestras de su inmenso amor; en la intimidad, atesoraron cada segundo.

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⏰ Last updated: Dec 28, 2019 ⏰

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