05. Bien, o mal.

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27 de diciembre.
Buenos Aires, Argentina.
Mina.


Siempre te gustaron las fiestas. Pasarlo con la familia, recordar las tradiciones, reírse con las anécdotas que tu papá siempre cuenta. La familia siempre fue tu vía de escape, sobretodo en este atípico año que te encontró sola, en Buenos Aires, atravesando muchas cosas nuevas.

Pero tenerlos ahi te hacía saber que siempre que lo necesites podías saltar el charco, siempre que precises un abrazo podrías abrir esa puerta y estar del otro lado. Dormir en tu pieza de adolescente, la cual tu mamá mantiene de la misma forma desde que te fuiste.

Pero muchas cosas habían cambiado.

Porque ya no eras esa nena inocente.

Y ya no vivías en Córdoba.

-Estoy muerta -te quejás al sentir tus huesos chocar contra el colchón. Pasar diez horas en auto para volver a la bella ciudad es algo cansador. Suspirás contra la almohada y te relajás con el vientito veraniego que entra por el balcón, donde se asoma una partecita de la Ciudad de Buenos Aires que comienza a agradarte.

Pero toda esa tranquilidad todos sabemos que no dura mucho.

-Soy yo... -escuchás los tres toques en la puerta y bufás para tus adentros.

-Hola... -lo saludás tímida, abriendo despacio la puerta del departamento. El lleva el pelo mojado y su típico olor a colonia inunda tus fosas nasales. Lo invitas a pasar en silencio, parecen dos completos desconocidos.-Pasá.

El silencio siempre te incomodó, pero en ese momento jurás que no te molestaría estar asi de callada con el, simplemente no tenés más que decirle.

-Ya se que vine sin avisar -dice y asentís, ya acostumbrada, el jamás avisa.-Pero siempre hablamos todo vos y yo no me gusta estar así -el se cruza de brazos, aún serio.

En los días que pasaron en Córdoba ambos se encargaron de mantener una relación neutral, los dos se encontraban en familia y sin ánimos de revolver discusiones sinsentido que pudieran incomodar a los demás. Así que se cruzaron lo justo y necesario, incluso cuando chocaron la copa a las doce, o intercambiaron regalos de navidad.

-Creo que me dijiste todo lo que sentías la otra vez -hablás sentandote en el sillón, sin perder tu postura, te duele.

-Los dos dijimos cosas que no queríamos -admite y lo mirás.-Pero somos grandes y podemos resolver esto hablando y no gritandonos porque no te hace bien a vos, a mi menos... es peor.-dice y suspira, sentandose en el brazo del sillón.-Y siempre, no importa que pase entre nosotros, me podés contar lo que te pasa.

-Me pasa que me agota toda esta situación... yo se que pensás que podés resolver todo, y no es así.-respirás profundo y seguís.-y perdón si este viaje era importante para vos, pero... mis prioridades son otras y no tengo ganas de seguir esta discusión...

-Y yo te entiendo, pero nunca me dijiste el por qué -te interrumpe.

-Paulo... a mi me pasan más cosas de las que vos pensás -decís y lo mirás, el también lo hace.-tengo más problemas y cosas de las que no te enterás, pero porque estoy haciendo mi propia vida, y entiendo que tengas una imagen mía, pero yo cambié mucho el último tiempo y eso no podés resolverlo.

-Podríamos resolverlo juntos, Mina -habla y negás.

-No quiero que resuelvas nada ¿qué es lo que no se entiende? -chasqueás tu lengua.-¿te pensás que me es fácil estar acá sola, intentando seguir con mi vida mientras vos y mi hermano están allá? No, pero me la banco porque así como ustedes se están asegurando su futuro, yo también.

Hasta el final | Paulo Dybala (Arg)Where stories live. Discover now