07. Ojitos verdes.

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Los primeros días de enero te encontraron de nuevo en Buenos Aires, el calor y la ciudad nunca fueron tus grandes amigos, pero aún asi te las ingeniás para disfrutar lo que te queda de vacaciones antes de volver a tu vida rutinaria de facultad, soledad y mates lavados.

Pero antes de eso, debías afrontar algo que te costó mucho desde siempre: las despedidas.

Así como para vos volvía esa rutina interminable de apuntes y resaltadores de colores, para los demás tocaba volver a rodar la pelota desde el otro lado del charco.

En cuanto a Paulo no sabías que pensar, aun te duele recordar como se fue ese día, pero lo entendés. Entendés su indiferencia, su enojo. Habías pasado noches enteras pensando y pensando, pero nada cambia lo que hiciste.

Y llegaste siempre a la misma conclusión: no había forma de que no pase algo sin perderlo después. Y dígame egoísta, pero entendí que no haría nada distinto, porque tan solo en ese instante... me sentí yo.

Ojalá algún día me perdone.

Pero todos sabemos que cuánto mas querés dejar algo atrás.... más te persigue.

-¿Estás? ya estoy afuera yo -escuchás el audio que Lautaro te mando por whatsapp y le mandás un sticker con un okey de forma que sepa que si, que estás.

Te abrochás las cintitas de las sandalias y te mirás por última vez en el espejo antes de abrir la puerta y guardar las llaves en la carterita mini.

Respondes los mensajes de Dana antes de subir al ascensor, en los cuales ella te advierte que si volvés sin chisme, que no vuelvas.

Porque como no podés celebrar un amor propio, casi que te colaste al casamiento de Lo Celso y su, ahora mujer, porque siempre podías sentirte mas miserable con la vida.

-Ah bueno, que tragedia -silbás y festejas al ver a tu hermano en traje, impoluto, casi como un muñequito de torta.

-Vos estás... mhm, decente -dice y le sacás la lengua.

-Callate o te despeino -amenazás.-Arrancá o no llegamos...

-Perá, estoy esperando que me conteste Paulo -dice el y sentís como el corazón se te achica al escuchar su nombre.

-¿Y para qué? -preguntás malhumorada poniéndote el cinturón.

-Hay que... pasarlos a buscar -dice tímido y hacés un conteo mental para no chillar.

-¿Y por qué? -contestás dejandote llevar por tu propia frustración de tener que verlo de nuevo.-¿No sabe manejar o que?

-Está sin auto... perdón, si te decía no ibas a venir -contesta el dándole marcha al auto.

-Era obvio que el iba a ir igual... la colada soy yo.

-No sos colada... osea, si -dice el y ambos ríen.-Pero Agus no podía venir y Gio te conoce...

-Yo chocha, planeo chupar y comer hasta que me aprete el vestido -decís reconociendo la esquina en la que se detienen. La familia de Oriana vive bastante cerca de tu departamento.

Nótese mi felicidad.

Lautaro toca bocina dos veces para avisar que llegó, y no tardan muchos minutos más en aparecer por la puerta. Los dos muy bien arreglados y vestidos... y al parecer, peleando.

Bueno, no es que sea una novedad. Paulo y Oriana podían aparentar ser un matrimonio de años, pero todos a su alrededor llegábamos a notar lo tóxicos y mal llevados que podían ser el uno con el otro... y debo decir que tengo mis propias fuentes.

Hasta el final | Paulo Dybala (Arg)Where stories live. Discover now