Razón #29 - Cuando las Hojas de Otoño Caen

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Exhaló por enésima vez en esa tarde haciendo un esfuerzo por centrar sus ideas en la actual situación que lo embargaba pareciéndole a cada segundo más irreal. No obstante, el observar aquellos delgados y frágiles dedos entrelazados dulcemente contra los suyos, le devolvía la certeza de que esas tiernas palabras sí habían sido pronunciadas por quién, con semblante soñador, contemplaba el arrullante mecer de los árboles en una posición tan avergonzada como la suya.

Sonrió involuntario, tan perdido y enamorado que los incesantes "doki-doki" de su corazón zumbaron eufóricos arrancándole el aliento de golpe. Por fin podía admitir sentirse completo, por primera vez en mucho tiempo se sentía vivo. Elevó también su mirar a la fantástica gama de colores que pincelaban las hojas que danzarinas se agitaban en el aire, reflejando esos tonos explosivos de naranjas, rojos y ocres, inundando los rincones con una cálida sensación de nostalgia. Una adorable despedida.

"Una despedida..." —susurró bajito una vocecilla dentro de su mente con una calma tan escalofriante que le erizó los vellos de la nuca.

Sus pisadas su fueron deteniendo hasta permanecer inmóviles, tan quietas que sin prevenirlo quedó atrapado en una realidad que a cada segundo se fortalecía de manera amenazante con la intención de arrojarlo a un abismo de oscuridad. Su extremidad derecha se vio liberada de pronto sintiéndose indefenso, abandonado a la deriva en una dimensión que lo arrastraba a pasos agigantados y en la que se rehusaba formar parte.

No quería hacerlo, no debía dejarse amedrentar.

El cantarín sonido de una jovial risa inundó los metros que le colindaban fungiéndole esa característica paz que tenía el poder de actuar como un anestésico emocional. La admiró en la distancia, siendo un mero espectador que cautivado la observaba jugar con los montículos de hojas secas que se desperdigaban a su alrededor. Todo transcurría en cámara lenta, borrones de un mismo escenario en dónde sólo importaba ella.

Hana lanzaba montoncillos al viento que empezaba a enunciar las primeras palabras de un melancólico otoño mientras sus brazos se estiraban en una pose juguetona para atrapar todas las hojas que fuesen posible, restándole importancia a las múltiples ramitas y restos de naturaleza que ahora decoraban de forma desaliñada sus largos cabellos platinados asemejándola a una niña. Su pequeña niña.

Ella era un completo caos y, sin embargo, para él estaba perfecta.

Siguió presuroso los invisibles hilos que tiraban desde el interior de su alma para guiarle a cualquier lugar en dónde la joven se encontrara, permitiendo que halaran de su total voluntad para así, romper los metros que los alejaban. Tomó cada extremo de sus mejillas con suavidad, apreciando el ardor electrizante recorrer sus células ante el leve roce de sus pieles juntas. Tan intenso, tan sublime, tan increíblemente mágico que lo aturdió. Ascendió ansioso su rostro hasta encararlo con el suyo, poseyendo en un arrebatado anhelo los labios que le recibían con reconocimiento.

—Te amo —admitió Jason separándose sólo unos pocos milímetros con la voz enronquecida, descansando su frente junto a la de la chica que respiraba entre cortos y pesados intervalos buscando estabilizarse—. Te amo tanto —declaró de nuevo hundiéndose en el océano pintado de azul que quemaba en el fondo de aquellos iris que le miraban tan brillantes que no consiguió frenar el deseo de volver a besarle, llenándose del dulzor de las frutillas, las miles de mariposas y de aquel maravilloso universo de manzanas, crayolas y polvo de hadas que parecía resurgir para hacerle sentir feliz. Hana era su casa, ella era el lugar al que siempre podría llamar hogar.

—También te amo, Jason —respondió Hana tan sincera que un pesado nudo se instaló en su garganta al instante de oír su revelación—. Por siempre juntos, ¿cierto? —lanzó la pregunta que frenó por unos segundos los latidos de su corazón, viéndose obligado a ignorar la leve presión con la que se cerraban los dedos de la joven sobre su ropa en un acto que podría considerarse como desesperado.

47 Razones para Amarte (Libro 1 Saga Razones) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora