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—Capítulo dos -

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—Capítulo dos -

—¿No piensas comer? - el rubio pregunto mientras mira atento la carne que sigue entera. El contrario simplemente gruño en respuesta.

—Eres Inosuke ¿Verdad?- tocó el hombro ajeno pues ese pedazo de carne ni siquiera debería seguir existiendo.

—¡No me toques imbécil! Y si, ¿Quién carajos más seré?- gritó, alejo la mano del rubio para después levantarse del suelo.

—¡Ay! Pero que delicado... Aún así llevas esa "máscara" y no se si eres tú - susurró —¡Ah! Olvídalo, eres el único raro que usa una cara de jabalí- pronunció lo último para seguir comiendo e ignorar el tema tan irrelevante.

Inosuke solo le observo con una mueca para después salir de la choza. Camino molesto y extrañado pues en esos instantes no siente hambre, algo realmente raro, incluso él es consiente de su gran apetito ya que es el "Gran alfa". Él tiene que comer más que los demás debiluchos.

—¡Mierda!- gritó a la nada, no tiene hambre pero presiente algo, algo no bueno —¡Carajo!- maldijo por segundos en voz baja. Las demás personas sólo ignoran a su líder pues suele ser tonto y gritón pero por alguna razón sabe gobernar, y lo que debe hacer, así que nadie cuestiona la autoridad del alfa y mucho menos su extraña personalidad.

—¿Qué ocurre Inosuke?- uno de los demás alfas se acerco al de mascara, es normal ver al contrario gritar pero como es de esperar en un poblado pequeño, los rumores vienen como lluvia en un día nublado. La mayoría se enteró de la falta de apetito del pelinegro.

—Nada enano... Mejor avisa que falta poco para irnos- alzó un poco su máscara para sobar su frente con la mano —Algo no está bien- susurró, su estómago sigue revoloteando, como si varios animales se encontrarán viviendo en este mismo.

—¡Si! Pero ¿Iremos de nuevo? Ya no hay gente en ese lugar, sería mejor si visitamos otra aldea, señor - el bajo opinó, llevan días bajando de su sagrada montaña a una aldea abandonada sólo porque su líder les ordena.

—Solo iremos hoy... Mañana lo dejaremos tonto, no cuestiones mis ordenes- amenazó mientras acomoda la cara de jabalí.

Pasaron horas y ya todos los alfas se encuentran listos, algunos llevan una que otra arma por si hay algún problema, aunque es inútil, ya que ellos pertenecen a un clan especial en el cual la mayoría de alfas obtienen una gran fuerza y agilidad a cierta edad.

—¿Ya están todos?- el Hashibira gritó.

—¡Si!- respondieron los demás.

Inosuke observo a cada uno de los alfas y fue seleccionando a algunos hasta llegar a diez personas.

—Bien, los demás se quedarán - ordenó a lo que todos asintieron, los seleccionados comenzaron a bajar la montaña, esta contiene varias trampas (obviamente puestas por ellos), pues se sabe que su tribu vive ahí pero hay personas que solo quieren una golpiza pues los pocos bandidos que han querido entrar al gran monte, son asesinados por armadijos.

Con agilidad Inosuke corre hacia el sur, siente la adrenalina de encontrar algún enemigo y poder pelear a su gusto —¿Qué mierda?- susurró el hombre semidesnudo, un olor dulce llego a sus fosas nasales causando un extraño hormigueo —Zenitsu ¿No hueles eso?- pregunto al chiquillo.

—¿Qué? ¿Oler qué? ¿Te refieres al bosque?- el rubio le miro confundido.

—No idiota, hablo de ese delicioso olor- rodó los ojos por las dudas del menor.

—Pues no, no huelo nada - miro sus costados tratando de encontrar el olor del que hablaba su líder pero le es inútil.

—Joder... - susurró pues aquel aroma no desaparece y parece venir de la aldea que se encuentra a obscuras.

Los hombres y algunas mujeres empezaron a adentrarse al lugar, todos recorrieron el sitio por grupos pues separarse es lo más estúpido que pueden hacer, sin embargo, a una persona se le olvidó por completo esa extraña ley: "No separarse del grupo".

Inosuke solo sigue aquella combinación de cerezas recién cortadas del bosque, junto a frambuesas pero sin ser algo empalagosas o causantes de náuseas, de alguna forma un sentimiento de tranquilidad le acarició con dulzura, no sabría bien como descripcibir el aroma, pero es agradable.

Inosuke negó con la cabeza y decidió no pensar mucho en el tema, pero algo seguro es que tiene un inmenso deseo de probar aquello, un olor tan irreal debe ser suyo, su cuerpo quiere tocar lo que desprende la fragancia.

—Debe estar aquí - susurró al ver un callejón, varios botes y cajas se encuentran amontonadas en el sitió, así que por algunos segundos la búsqueda se le dificultó. Trató de enfocarse en su nariz —¡Ja! - sonrió, miro el bote que desprende su objetivo y con anhelo se  acercó —¡Veamos!- gritó quitando la tapa del objeto, Inosuke esperaba un pastel o algo esponjoso pues el aroma afable le dio esa imagen, pero nunca imaginó encontrarse con un Omega.

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