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- ¡Alba! - la llamó su jefe cuando las vio entrar por la puerta del restaurante-.

- Buenas noches, Marcos - le saludó con dos besos y tiró de la mano de su chica hacia adelante-. ¿Te acuerdas de Natalia?

- ¿Tu amiga? Sí, claro - la saludó con una sonrisa impostada-.

- Mi novia - aclaró seria-.

- Sí, bueno, lo que sea - restó importancia el hombre provocando un bufido por parte de la rubia-.

- Lo que sea no, es mi pareja.

- Yo ahí no me voy a meter, Alba. Ya es cosa vuestra - respondió con tranquilidad ante la impotencia de la ilicitana-.

- Bueno. ¿Me puedes decir dónde nos sentamos?

Marcos se limitó a darse la vuelta hacia la mesa para guiarlas hasta sus asientos asignados, por suerte lejos del anfitrión.

- Pues empezamos bien - se quejó Natalia al oído de Alba, intentando frenarla-. Es que me odia, te lo dije. ¿Y si nos damos la vuelta y nos vamos?

- Mi amor, lo siento - la besó a conciencia-. Ahora nos sentamos lejos de ese ogro y ya está. El resto son gente decente. Aguanta un poquito, por fi.

- Está bien, vamos - rodó los ojos la más alta, resignada-.

La pareja tomó asiento en la mesa joven. Natalia conocía vagamente a alguno de los asistentes gracias a sus visitas al lugar de trabajo de la rubia. Aunque eran agradables, le parecían demasiado sosos y estirados para su gusto.

La conversación no tardó en derivar en temas profesionales de los que Natalia entendía poco, así que empezó a hacer de las suyas.

Primero, posó delicadamente la palma de la mano en el muslo de su chica, quien la miró de reojo en señal de advertencia.

La morena se encogió de hombros, evidenciando la inocencia de su gesto, que se fue tornando en pícaro a medida que subía unos centímetros, hasta encontrarse bajo la tela del vestido.

Alba posó su mano sobre la de la otra, entrelazando los dedos con los suyos para pararla pero la morena, tras un ligero apretón, se deshizo de su agarre y llevó los dedos a su centro.

Un solo roce valió para que la ilicitana tuviera que recomponerse en su silla tratando de disimular la invasión.

- En los próximos años la compañía va a crecer lo suficiente como para competir con el número uno, gracias al proyecto que tenemos con Francia - afirmó segura, sin querer darle el gusto a la navarra de verla balbucear-.

Natalia subió entonces la apuesta y recorrió con dos dedos sus pliegues, esa noche desprotegidos de ropa interior. Las mejillas de Alba enrojecían sin parar, al mismo ritmo que lo hacía la sonrisa de la culpable.

Las intervenciones de la rubia cada vez iban siendo más cortas e incoherentes, para regocijo de su novia, que se esmeraba en jugar a llevarla al borde del clímax, pero procurando que no llegara a alcanzarlo.

- Nat, ¿tú qué opinas? - intentó Alba meterla en la conversación para tratar de disuadirla de sus malvadas intenciones, al ver que no pensaba detenerse-.

- Opino que cualquier cliente aceptaría firmar con vosotros después de que le presentaras el proyecto - intervino con toda la calma del mundo, sin dejar de jugar con el clítoris de su novia-. Tu talento es... irresistible.

- Nat... - no pudo evitar Alba suspirar, pues cada vez le era más complicado mantener un mínimo de compostura-.

- ¿Estás bien, Alba? - preguntó una de sus compañeras ante la extraña actitud de la chica-.

- Sí, perfectamente - aseguró tras un carraspeo-.

Cuando los demás retomaron la conversación, la ilicitana tiró la servilleta al suelo y aprovechó que Natalia se agachó a recogerla para pedirle clemencia.

- Nat, por favor, basta - le susurró al oído-. Se va a dar cuenta todo el mundo.

- Igual es lo que pretendo, nena - rebatió dejando un pico en sus labios-.

- En París estuvimos Alba y yo el verano pasado. Cuéntales, churri, como te confundían con una parisina de lo bien que hablas francés. No sabéis con qué acento pedía las baguettes... ¿Cómo era lo que decías?

Otra vez Natalia haciéndole hablar, tan tranquila, mientras la rubia iba a estallar de placer en cualquier momento, de no ser porque su novia se encargaba de rebajar estratégicamente el ritmo cuando estaba a punto de hacerlo.

Alba la fulminó con la mirada y contestó como pudo, pues su orgullo le impedía dejarle salirse con la suya.

- ¿Me acompañas al baño, amor? - le preguntó la ilicitana en voz alta unos minutos más tarde, levantándose de la silla-.

Natalia asintió e imitó sus movimientos para seguirla hasta el servicio, dónde Alba las encerró en uno de los amplios cubículos.

- Te estás pasando - le clavó la mirada a la morena y se acercó lo suficiente como para sentir su respiración-.

- ¿Tú crees? - alzó las cejas Natalia sin borrar la sonrisa pícara de su cara-.

- Totalmente. Entiendo que te crezcas en tu papel de poderosa, para un día que te dejo, pero otra cosa muy diferente es lo que estás haciendo.

- ¿Y qué estoy haciendo, a ver? ¿Ponerte cachondita? ¿Desconcentrarte? - mordió la navarra el lóbulo de su oreja-.

Alba llevó la mano de la morena hasta su sexo, más que húmedo a esas alturas.

- Dejarme a medias, Natalia - con la mano libre agarró su mandíbula para que la mirara-. Tres veces.

La morena no pudo evitar sonreír, disfrutando de tenerla al límite.

- Tres veces - repitió su hazaña, dejando un lametón en el labio inferior de su chica-.

- No sé por qué lo dices tan contenta, parece que no me conozcas.

- Precisamente porque te conozco, Alba Reche. Me encanta hacerte enfadar.

- Me flipa cuando te haces la chula, ¿sabes? Pero me pone más todavía cuando eres obediente y te portas bien - explicó jugando con el botón de su camisa, que la mantenía a un centímetro de distancia-.

- ¿Y no me estoy portando bien? - pestañeó exageradamente Natalia-.

- No.

- ¿Ah, no? - ironizó, haciendo que Alba tuviera que cerrar los ojos para armarse de paciencia-.

- Mira, chulita, se acabó el juego.

- Vaya - la vaciló Natalia, tensando aún más la cuerda-.

- Si quieres salir de aquí, devuélveme lo que es mío - Alba subió su vestido y se encajó en dos de los dedos de Natalia-. Me debes tres, así que ya te estás dando prisa.

Yo también sé jugarme la boca | AlbaliaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz