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La morena no dudó en empezar a moverse para darle a su chica lo que pedía. A base de embestidas fuertes y rápidas, la rubia no tardó en dejarse ir, ahogando su gemido en el cuello de Natalia.

- Me acabas de clavar todos los dientes, cabrona. Lo van a notar - protestó la más alta-.

- ¿Pero no era esa tu intención? - jadeó la ilicitana con tono victorioso-.

Natalia, inevitablemente picada, aumentó la intensidad de sus movimientos y aprovechó para jugar con los pezones de la rubia, justo en el momento de alcanzar el segundo orgasmo.

Alba no pudo evitar un gemido bastante más alto de lo normal.

- ¿Crees que éste lo habrán oído? ¿O debería hacerte gritar más fuerte? - gruñó Natalia, con los ojos incendiados de deseo-.

- Más fuerte, aunque no sé si serás capaz.

- Te vas a enterar.

Natalia usó las habilidades de su lengua, de rodillas en el suelo del baño, para cumplir su amenaza con creces.

- Vamos - le ofreció la mano a Natalia, para volver a la mesa, tras limpiarse-.

- ¿Y yo?

- Tú, nada, mi amor.

- Pero negociamos y dijimos que...

- Dijimos que follaríamos durante la cena, y eso hemos hecho.

- Pero solo te has corrido tú.

- Y lo hemos disfrutado las dos - sonrió Alba-. ¿A que sí?

- Eres una traidora.

- Venga, no me llores, que he cumplido lo que negociamos. Si lo planteaste mal, ¿yo qué culpa tengo?

- Es injusto, ya sabes a lo que me refería - se cruzó de brazos-.

- También me gustas mucho cuando estás enfadadita - la besó de nuevo-.

- No estoy enfadadita - protestó Natalia-. Estoy rabiosa.

- Venga, vamos a la mesa que tienen que verte todos el bocado de vampiro que te he dejado - rió acariciando el punto exacto en el que la marca de los dientes de la rubia se hacía inconfundible en el cuello de su chica-.

- Es que te odio. Siempre te sales con la tuya.

- Como debe ser.


- ¡Ya estáis aquí! ¿Todo bien?

- Sí, sí, todo perfecto. Es que Nat no se encuentra muy bien, ¿verdad, amor?

- Sí - afirmó la morena-. Creo que igual es algo que he comido. Alguna almeja... A veces no me sientan bien.

Alba rodó los ojos y pellizcó el muslo de su novia.

- Ay - se quejó Natalia, teatralmente-.

- ¿Te duele mucho la tripa, bebé? - se interesó falsamente Alba-.

- La verdad es que sí. No quiero haceros el feo pero quizás sería mejor que me fuera a casa. No es la primera vez que me dan estas alergias y Alba ya sabe cómo me pongo - dijo mirando a la rubia con cara de sufrimiento impostada-.

- Pues te acompaño, mi amor. No te voy a dejar sola.

- No, no, tú quédate, es tu cena de Navidad...

- Yo me voy contigo. ¿A que no os importa que me la lleve a casa? - preguntó a sus compañeros, que entendieron la situación-.

La pareja tardó menos de cinco minutos en salir del restaurante y llegar hasta su coche.

Yo también sé jugarme la boca | AlbaliaWhere stories live. Discover now