En medio de la noche

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Día 1: Abrazos/Acurrucados (desnudos) — Aged up

No sabían cómo, pero eso se había vuelto tan común como parpadear y tan vital como respirar. Sentir piel contra piel en medio de la madrugada era una experiencia inexplicable y, sin duda alguna, secreta. Porque nadie podía saber lo bien que se sentía... No, nadie debía saber lo bien que se sentía. Y no era el qué pensarán, era más bien un acuerdo mutuo y silencioso que volvía esa actividad aún más exclusiva, aún más de ellos. Y solo de ellos.

Por un año y medio ya, al menos cuatro noches a la semana, uno de los dos se escabullía a la habitación del otro cuando todo el edificio estaba en silencio. Descalzos, sin nada que perder ni nada que llevar más que un par de prendas que sabían serían despojadas en un lapso de tiempo realmente corto. Por eso mismo, procuraban llevar ropa ligera y holgada, una que pudiera ser deslizada sin prisas ni dificultades para poder acariciar con tranquilidad aquello que escondían debajo.

Era casi un ritual a este punto de su relación. Y, aunque no lo admitieran, ambos sabían que esas noches, eran las mejores noches. Eran noches de descanso y de confort que los protegía de cualquier inseguridad. A sus casi 18 años, Kirishima Eijirou y Bakugou Katsuki mantenían segura y estable su relación con esos pequeños detalles desapercibidos por los demás, porque nadie se enteraba y nadie preguntaba. Porque aunque no les importaba qué dirían los demás, simplemente no encontraron la utilidad en ser atiborrados de preguntas al admitir que llevaban siendo pareja desde un mes después de que Bakugou fue rescatado en Kamino.

Acurrucarse en medio de la noche llevaba ya un buen tiempo siendo usual en ellos, quizá desde que Bakugou se dejó ver como era a los ojos escarlata del dulce Kirishima, sí, desde antes de ser pareja. Desde la primera vez que permitió a alguien verlo roto, asustado, temeroso de despertar nuevamente con la Liga a su alrededor. Una semana y media después de ser rescatado, Bakugou pidió a Kirishima sin ningún precedente que se quedara en su casa a dormir. Ninguno de los dos entendió por qué realmente, pero ambos lo anhelaban sin darse cuenta. Y, esa noche, los ojos de Bakugou se cristalizaron y la camisa de Eijirou acabó empapada en lágrimas y estrujada hasta no poder más por unas manos duras que, a su vez, desprendían un dulce aroma a caramelo.

Desde esa vez, dormir juntos se volvió normal. Bakugou ya no despertaba gritando, porque Kirishima se aferraba a él en un agarre tan firme que el rubio comprendía que estaba a salvo entre sus brazos. Y sanó, y aprendió a vivir sin miedo en esas sesiones. Y se dio cuenta de lo mucho que su corazón rogaba por Eijirou, y viceversa. Cuando menos lo esperaron, ambos estaban declarándose al mismo tiempo frente a los nuevos dormitorios, después de una tarde de entrenamiento, a la tenue luz de la luna menguante. La noche era su sello desde mucho antes, pero en ese instante, se volvió totalmente de ellos.

El manto oscuro los resguardaba tanto como sus gruesas frazadas guardaban el calor de sus cuerpos. Tampoco estaban seguros de cuándo la ropa dejó de hacer falta en esas noches de descanso. Quizá fue a principios de segundo año, cuando se atrevieron a dar un paso más, cuando comprendieron que sus inocentes caricias podían llegar a más lugares que la ropa no permitía. Cuando se dieron cuenta que las yemas de sus dedos podían alcanzar mucho más de lo que sus ojos alcanzaban a ver con telas de por medio.

Sin apuro ni desespero, sus manos memorizaron cada parte del cuerpo del otro, en pequeños recorridos placenteros y delicados, casi inseguros de su toque, deshaciéndose de cada prenda que se atravesaba en sus caminos apenas labrados. No había parte del cuerpo de Eijirou que Katsuki no conociera, y no había parte del cuerpo de Katsuki que Eijirou no conociera. Y amaban cada centímetro tanto como amaban cada rasgo de la personalidad del otro. Se sentían libres juntos, y se sentían uno solo. Y era la sensación más embriagante que pudiera existir en su pequeño mundo perfecto. Por más que conocieran, volvían a recorrer esos caminos que ellos crearon por amor y curiosidad, tal como si fuera la primera vez que sus manos se aventuraban a ir más allá de lo que la ropa les permitía. No solo era desnudarse, era recorrerse, era acariciarse, era transmitir en acciones lo que no se transmitían en palabras alrededor de la gente, o en medio de la noche cuando todo era silencioso y el menor susurro podía volverse una frase clara y fuerte. Sí, eso era lo mejor. Aunque claro, muy ocasionalmente se escapaban de sus ansiosos labios pequeñas palabras de amor cerca del oído ajeno antes de cerrar los ojos y caer en un profundo sueño. Esas veces podían ser contadas con los dedos de sus manos. Una cantidad minúscula a comparación de las veces que habían dormido juntos, fuera desnudos, en pijama o incluso ropa deportiva.

Una vez más [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora