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Jimin caminaba lo más rápido que les permitía sus piernas, podría correr pero literalmente, la vida se consumía en cada movimiento. La expresión que se figura en su rostro era seriedad, muy pocas veces regalaba una sonrisa o una mirada llena de paz o armonía.

Después de todo, la armonía no existía en el mundo, ni siquiera la felicidad.

Entró a un bar de mala suerte, donde las personas iban directamente al suicidio; despilfarran segundos valiosos a cambio de licor que cocía su hígado y riñón. Miro a sus alrededores y ahí estaba. Se sentó en una de las sillas que rodeaba la mesa de madera y expuso su muñeca en una máquina que empezaba de a poco a registrar y quitar tiempo valioso de su vida.

—Estas dando tus último veinte minutos.

—Al menos me quedan diez, Nam— susurra con simpleza, analizando la baraja de carta entregada.

Los jugadores de a poco desistian, no iban a apostar lo último que quedaba en un juego de alta probabilidad de perder. Pero Jimin se empeñaba a tal punto de apostar los últimos minutos que marcaba el reloj biológico, quedando solamente con veinte segundo de respiración.

—Ya sé  cómo terminará  el juego— dijo Kim, dejando sus cartas boca abajo y levantado los brazos en símbolo de derrota.

En ese momento Jimin soltó todo el aire que retenían sus pulmones. Su mano se estiró en dirección de la máquina nuevamente. Observó como los números verdes aumentaban a un mes de vida, que se desvaneceria en menos de una semana, y no para él, si no, para otra persona exactamente.

Los ojos ámbar se clavaron en su muñeca, de forma extraña, como si esta fuera ajena a su brazo y con las yemas de sus dedos acarició los números tatuados en la piel. Ni siquiera se atrevía a pedir un trago, cada segundo valía demasiado, no se le era permitido malbaratarlos en placeres banales.

—Un mes... ¿cuánto te dejarás para ti? ¿Dos horas?— dijo con sarcasmo—. Es una mierda enamorarse chiquillo.

Jimin solo lo miro y chasqueo la lengua sin responder nada.

—Necesito mostrarte algo.

—¿Qué co...

El dueño del local agarró la mano a Park para salir del recinto lo más silencioso posible.

El bar seguía en funcionamiento. Jimin clavó sus ojos inundado de duda al chico que entrelaza su mano sin ningún permiso con la de él. Era raro que Namjoon se largará del local sin cerrarlo ni poner seguridad a la caja fuerte ni a los trago, dispuso su local a manos de asaltantes. Cuando estaba por la puerta, alguien rozó el hombro del menor, el chico pudo ver quien eran las personas que entraban, vestía de negro completo y una cadena de plata resaltaba en el cuello, reluciendo mucho más que las armas en sus manos. El chico quiso decir algo pero el más alto solo hizo un símbolo que guardará silencio.

Sabia que había algo extraño, desde el momento que Namjoon se convirtió en un perdedor en una partida de póker.

Corrieron por las calles de noche, los locales empezaban a cerrarse lo más rápido posible. El chico, cuando ya se habían separado bastante del local soltó la mano de Namjoon.

—Me vas a decir por qué demonios dejaste que esos saqueadores entren a tu bar sin decir ni mierda.

—Esto va más allá, tenemos que correr.

—Yo necesito ir a mi casa, Namjoon tu sabes que él  me necesita.

—Él está bien.

Se escuchó una explosión detrás de su espalda, en su rostro se iluminaba el color naranja del fuego y los cielos empezaba a cubrirse de humo negro, el bar que antes estaba funcionando ardía en llamas rojas y amarillas.  Y entre las llamas pudo percatar un auto que iba rápido en dirección a ellos. Namjoon capturó  nuevamente la mano de Jimin y corrió lo más rápido posible, sin importar que los charcos ensucian sus zapatos. Lo único que podía percatar era  la adrenalina fundirse en sus venas, mientras los disparos se aproximaban.

tiempo; jikookWhere stories live. Discover now