Capítulo 1: nacimientos.

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Evidentemente yo no tengo recuerdos de tan amargo momento, digo amargo porque no podría decirlo de otra manera: os imagináis salir por el aparato sexual de vuestra madre? Eso es lo primero que ves en la vida, eso y unas manos frías que te arrancan del lugar donde has evolucionado a ser humano, tampoco recuerdo mis primeros años de vida, así que todo lo que voy a contar es mi versión de lo que me han contado.


Mi santa madre, porque fue eso, una santa preciosa de cabello castaño y ojos verdes como aceitunas, siempre recordó mi nacimiento como el peor de los dolores, lleno de gritos, como si le arrancaran las entrañas, pero al fin allí estaba yo, un bebé feo, como ya he dicho ningún bebé puede ser bonito pues ya vienen al mundo con gran esfuerzo y sufrimiento, pero lo que más resaltaba de mi era la fría indiferencia: no lloraba, no me quejaba, solamente estaba allí, ni siquiera me aferraba a la mujer que tenía que cuidar de mí.


Luego estaba mi padre, de él no diré que era un santo, era una persona difícil, desde el primer momento me vio como un rival, una persona ajena a su cuerpo que no le causaba ninguna ilusión, más bien al contrario: su mujer estaba demasiada cansada para satisfacer sus necesidades ,cocinar buenos platos, tener la casa limpia, todo el tiempo estaba al cuidado de esa criatura que necesitaba alimentarse para crecer...Dicen por allí que en ocasiones lo vieron pellizcarme con fuerza en los lugares más sensibles, que detestaba mi presencia y que nunca mostró orgullo alguno de esa cosa, ese ser, que era su hijo...dicen que los extremos se tocan, quizás eramos las dos caras de la misma moneda y no le gustaba ver su reflejo en mi.


Como el ávido lector habrá notado el capítulo se llama nacimientos, en plural, no es porque tuviera un hermano gemelo, se llama nacimientos porque nacimos cinco hijos año tras año y allí finalizó el derecho de carnada que pudiera tener mi padre sobre su mujer, nunca más volvió a disfrutar de su cuerpo y eso amargó su carácter que ya de por si era más agrio que el limón más amargo.


Así que como he explicado, al año siguiente de nacer yo apareció otro bebé y algo cambió en mi actitud, entonces lloraba y gritaba reclamando los abrazos de mi madre, unos gritos que no cesaban y que reclamaban a esa mujer para mí... luego nació otro más y otro...dicen que me pasé tres años gritando, berreando, llorando,rompiendo cosas, no decía palabras, no aprendía a caminar, sólo era un desecho humano pidiendo atención y que cuando la tenía volvía a la fría indiferencia.


Me imagino que sabéis contar, he dicho que hubo cinco y sólo he hablado de cuatro, el último bebé era una niña, recuerdo su nacimiento: es el primer recuerdo que tengo... era una noche fría de enero, ese año cayó una nevada descomunal, poético porque también iba a congelar la vida familiar: la niña había nacido muerta...detrás de la puerta escuchaba a mi madre llorar e incluso mi padre lloró, con lo que había deseado tener una muñequita en lugar de tanto niño... y esa noche saboree la alegría por primera vez, una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en mi rostro, por fin no tendría que seguir berreando para competir con otro bebé, la alegría que sentí no la pueden describir las palabras... Todos a mi alrededor se aterraron al verme sonreír, no sabían que demonios podían habitaren mi cabeza, todos a excepción de mi santa madre, ella me abrazó besando mi cabeza y me excusaba diciendo "el trauma de la muerte,no lo puede entender, mi pequeño" no entendía que yo era feliz por no tener que compartirla con otro extraño.  

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