Capitulo 11

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Que será de ti.
Bajo la luna llena.

Albert se había quedado dormido, cansado, después de todas las cosas que había hecho durante el día, finalmente el cansancio predomino.
Eran las ocho de la noche, asustado se levantó de golpe del sofá.
_ ¡Por Dios me quede dormido!... Ca... Candy. — alzando la voz y observando su reloj se dio cuenta que aún faltaban tres horas para sorprender a su bella rubia.
_ "Prepararé la cena, le cocinaré un delicioso steak mignon con brócoli y, un delicioso puré de  papas" _ Pensaba mientras caminaba hacia la ducha.
Cantando su melodía favorita y el agua correr por su escultural cuerpo. No escuchó el sonido de su móvil.

En el Spa Candy caminaba de un lado hacia otro, preocupada por Albert. 
Su turno seria relevado por otra persona por lo que saldría a las nueve de la noche, tres horas antes.
Le pagaban por el día y quería invitar a Albert a comer un rico Bulgogi, su comida favorita.
Cerca del Spa se encontraba un restaurante Coreano, sencillo nada lujoso pero muy limpio. Preparaban el segundo mejor Bulgogi de la ciudad. Ella estaba segura que el Bulgogi del señor Kimo era el mejor.
_ "Que extraño. No responde y es la tercera llamada". _ Se dijo a sí misma.
_ Si no responde dentro de media hora tendré que tomar el metro.
Albert  al salir de la ducha mientras se secaba su cuerpo, Escuchó el sonido de la maquina anunciando un mensaje de voz.
Era de Candy. Escuchándolo de prisa, los planes de la cena se habían venido abajo. Le quedaban cuarenta y cinco minutos para estar frente al Spa.
_ ¡Rayos!... ¿Acaso nada me saldrá bien? Quiero sorprenderla y es ella quien termina sorprendiéndome.
_ rápidamente sacó un pantalón negro de vestir, un suéter azul claro y su preciosa americana azul. Se cambió de prisa, se roció  un poco de perfume,  un delicioso Santos de Cartier que había traído desde Francia. Era la primera vez que lo usaría.
_ "La ocasión lo amerita" _ Pensó. 
_ Albert es un hombre extremadamente guapo. No necesita de una vestimenta de marca para atraer la atención de una mujer, menos la de Candy, la rubia estaba completamente enamorada de él.
William Albert Ardlay, de cabello rubio cenizo, ojos azul claro como el cielo al amanecer, cuerpo atlético, piel blanca, dentadura blanca como la luna llena en la oscuridad, sonrisa angelical, de casi dos metros de altura, doctor en medicina, amante de la naturaleza, excelente ser humano, cariñoso, amoroso, romántico, soltero y para más millonario. Que más podría pedir una mujer.
Faltaban veinte y cinco minutos cuando Albert salió de prisa, presionando  los botones del ascensor. El señor Kimo lo observa sonriendo y diciendo una plegaria para que el amor de Albert y Candy se concretará. Antes de entrar al elevador dijo:
_ Deséeme suerte Kim, hoy es el día.  _ Kim sonrió.
_ Que la diosa lunar lo acompañe doctor. _ Dijo el hombre mientras las puertas del elevador se cerraban.
El  mercedes blanco subió de prisa la autopista cuando el sonido del móvil se escuchó por el alta voz.
_ ¡Tía Elroy!... _ respondió emocionado.
_ Hijo, necesito hablar contigo. Archie está conmigo en la mansión y me gustaría que vengas a cenar mañana con nosotros, la cena de acción de gracias.
_ Mañana no podre tía. Además como ya le dije antes, no puedo presentarme como cabeza de la familia todavía. No por lo menos durante unos meses.
_ ¿Es por Candy William? ¡Aun no te das por vencido!... como esa chiquilla te ha puesto de cabeza.
_ Tía por favor, desde que tengo diecisiete años deje de seguir sus órdenes.
_ Albert con dolor en su corazón respondió a su tía.
La insistencia de presentarse ante la sociedad lo tenía fastidiado.
_ Tía, pasaré el día de mañana en mi apartamento, probablemente  tendré que atender emergencias en el hospital si es necesario.
Disfruta con Sara, Archie y su familia. _ colgando la alta voz, Albert estacionó su auto frente al Spa.
Candy al ver la figura masculina salir de lujoso auto se quedó sin aliento.
_ "¡Dios!... esta reluciente con su traje azul". Es... ¡es la americana azul...la que yo le regalé cuando aún vivíamos en el Magnolia!...
_ Los recuerdos de Candy regresaban a su mente mientras caminaba hacia él.
_ ¡Que maravillosa sorpresa!... ¡¿a qué se debe la ocasión?! _ preguntó la rubia sintiéndose un poco incomoda por su humilde atuendo.
Aunque pronunció aquellas palabras con una sonrisa. Albert puedo darse cuenta de ello. Sacando una caja de los asientos traseros del auto, Albert la abrió sacando un abrigo rojo. Lo colocó sobre los hombros de Candy.
_ ¡Te refriaras si no te cuidas!... _ dijo abriendo la puerta del auto para que ella se sentara.
La anciana que se encontraba dentro del Spa los observa con alegría. Candy le había confesado sus sentimientos por su mejor amigo.
Al entrar al auto, Candy no pudo contener el deseo de preguntar si era la misma americana que le regaló cuando Vivian juntos.
_ ¿Te sorprende que aun la tenga?_ preguntó guiñando un ojo.
Candy sonrió, cada vez que  Albert lo hacía, sentía que su corazón salía de su pecho.
_ ¡Te llevaré a cenar!... _ pronuncio entusiasta.
_ A la vuelta hay un pequeño restaurante Coreano y, cocinan un delicioso  Bulgogi que te gustará. ¿Te gusta la comida Coreana? _ preguntaba tratando de ocultar que lo sabía.
Albert prefirió seguirle el juego y decidió no preguntar nada acerca de quien limpiaba su apartamento.
_ "Si  quiere que yo me enteré de todo, ella misma me lo dirá". _ Pensó.
Asentando con la cabeza, Albert estacionó el auto en el sótano del rasca cielo de la gran manzana.
Al abrir la puerta del auto, Candy no resistió más. Su aroma masculino la había atormentado el corto camino.
_ ¡Oh Albert!... — musitó, rodeándole con sus cortos brazos y recordando como él le abrazaba cada vez que sus fuerzas la abandonaban.
_ ¡Candy...! — dijo, dejando salir un profundo suspiro.
Las luces de un auto cortaron la magia del momento.
Ella le soltó poco a poco mientras él le colocaba un riso detrás de su oreja.
_ ¡Vamos!... debes estar cansada y con mucha hambre. _ El sonido del estómago de Albert anunciaba que él lo estaba.
_ ¡jajaja!... si... tengo un apetito que me devoraría una vaca entera. Pero creo que tú me comerías si te es posible. _ dijo sonriendo la rubia.
_ "Es lo que más deseo". _ pensó él. Caminaban lado a lado por las calles de la ciudad hasta llegar al pequeño restaurante.
Ordenaron sus bebidas, platillos de Bulgogi. Estaba tan delicioso que Candy repitió. Albert emocionado y feliz disfrutaba estar con ella, le parecía un sueño tener a su Candy junto a él.
Al terminar, conversaban los momentos vividos en el magnolia nuevamente, Parecía ser la historia favorita de Candy.
Albert le tomo de la mano, enlazando su brazo con el de él, se dirigieron a la área de las boutique.
_ ¿Hacia  dónde vamos? _ preguntó reconociendo la zona.
La ciudad  de New York es conocida mundialmente como la gran manzana, donde no se duerme,  la música del Jazz esta en cada esquina de la ciudad.
Las personas caminan de un lado a otro las veinticuatro horas del día los trescientos sesenta y cinco días del año.
Entraron a una de las boutiques más famosas, Neiman Marcus.
Candy comenzó a sentirse más incómoda, su ropa sencilla,  sus zapatos decían mucho.
_ ¡Mírame Candy!... No hay nada por lo que debes sentir vergüenza.
_ Pero... este almacén es  lujoso, y las personas me observan.
¿Te comprarás ropa nueva? _ Emocionada preguntó.
_ ¡Estamos aquí por ti! _ respondió dirigiéndose al departamento de damas.
Una chica de ojos azules y cabello castaño se acercó, sonriendo amablemente ofreció ayuda.
Candy comenzó a probarse vestidos, faldas, blusas,  zapatos de tacón alto, bajo, botas, carteras, Modelaba cada vestido para Albert, divertida pasaba un buen momento modelándolos todos.
Mientras Candy estaba probándose el último atuendo, Albert se dirigió al departamento de joyería y perfumería.
Quería un dije sencillo pero significativo. Observó una delicada llave de platino con acabado de oro rosado. Pidió que la colocarán entre las cosas que compraría para su esposa. Pero que ella  no se diera cuenta.
Si, su esposa, así le llamo Albert a Candy.
Y así fue, Candy pensó que solo se llevaría el último atuendo que se probó. Un precioso vestido de seda verde.
Pero la sorpresa fue aún más  cuando Albert escogió su ropa interior de seda, bragas, sostenes de encajes, lisos, medias, ligueras. No sabía que decir. ¿"Tanto así la conocía que sabía su medida de ropa íntima"? — Pensó.
Avergonzada aceptó, sabía que lo necesitaba.
Felizmente regresaban al apartamento, las sorpresas para  Candy aun no terminaba ahí. Lo mejor era la recámara.
Al estacionar el auto,  cargando las bolsas junto a Candy, Albert se quedó observando la luna grande, radiante, era luna llena.
Sin pronunciar palabra, se quedó absorto en sus recuerdos.
Candy lo observaba maravillada, se sentó junto al jardín cerca de la fuente antes de entrar al edificio.
_  ¡Recuerdo que el maestro de Japonés que tuve durante el año que estudié en el colegio San Pablo!... decía que para los japoneses era difícil decir "Te amo"... Porque el amor se demuestra con hechos y no solo con palabras.
_ Albert se quedó observándola. Recordándole esa conversación en el magnolia.
_ Y que les sugirió  a sus estudiantes decir "La luna es bella" y así le estarían diciendo a la persona que aman, "Te amo". _ concluyó Albert.
"La luna es bella" _ dijo Él nuevamente. — Pero la despistada de Candy no entendió.
Solo se quedó más  confundida con el comentario de Albert.
_ ¡Vamos!... — dijo con una alegre sonrisa.
"Nuevamente me confunde" — Pensó.
Al abrirse las puertas del elevador Candy buscaba con la mirada al señor Kimo.
Al abrir la puerta del apartamento Candy subió hacia el ático.
— ¿Hacia dónde vas? — preguntó sonriente.
— A colocar las primeras bolsas para ayudarte para subir las otras.
— Para su sorpresa su pequeña maleta no estaba ahí.
— Albert... ¿dónde están mis cosas? — decía mientras bajaba las escaleras.
— ¡Aquí!... — Dijo él, abriendo las puertas de la habitación.
— Candy se quedó sin palabras, observaba la recamara, cada detalle, el olor a rosas frescas inundaban la habitación.
— ¡Santo Cielo!... gritó Candy... _ ¿Es... es para mí? ¿Es mi habitación? — incrédula preguntaba una y otra vez.
— ¡Por supuesto! — respondió. — esta es tu casa Candy.
— Candy con lágrimas en su rostro, saltaba en el colchón.
— Albert ven... ven... brinca junto a mí.
— ¡Ja ja ja... pareces una chiquilla!...
— sonriendo se sentó en la cama mientras ella saltaba. Dejó de saltar y se acostó a un lado.
— ¡Aww!... es un colchón suavecito... ¡umm!... las almohadas.
Gracias Albert... gracias por todo lo que haces por mí.
No tengo palabras como agradecerte.
— ¡Yo sé cómo! — dijo.
— Como sé que te gusta leer.  — Bromeó a Candy no le gustaba leer.
— Te compré un libro para que me lo leas. — dijo guiñando un ojo.
— ¡Ash!... sabes que no me gusta. Pero hoy te leeré todas las historias que quieras. — Albert se acostó aún lado de la cama mientras Candy leía Persuasión de Jane Austen.
No habían pasado cinco minutos cuando la respiración de Albert  comenzó a escucharse más profunda. Ella continúo la lectura hasta que el rostro de Albert se acercaba inconscientemente hacia ella.
"Dios es tan bello, todo. Todo esto lo ha hecho por mi"
— Pensaba mientras observa cada detalle, las rosas en las paredes, las cortinas, lámparas y el ramo de rosas en una base de cristal.
— Oh Albert, te amo, si tan solo tuviera el coraje de decírtelo. — susurraba acariciando le el rostro. Le dio un beso en los labios, colocándose cerca de él.
Albert abrió los ojos. Había escuchado y  sentido todo.

Continuará.
Hola chicas, aquí un capítulo nuevo de Que será de ti.
Espero sus comentarios.
¡Bendiciones, Sakura!

Que Será de Ti Where stories live. Discover now