D I E C I O C H O

15 0 0
                                    

Luego de eso bailamos juntos un par de horas, las risas, los toqueteos y las miradas no faltaron. Me sentía en el cielo, si, así de exagerado. Aún puedo escuchar en mi cabeza el sonido de nuestras risas cuando salimos de la fiesta, la complicidad que sentía entre nosotros, el tacto y el calor de su mano sobre la mía.

Mientras íbamos camino a mi casa lo estuve mirando todo el rato, detallando sus rasgos y la manera en la que conducía. Hasta que aquella chica se cruzó por mi mente, la chica que le había gustado cuando éramos amigos. Supongo que sintió el peso de mi mirada porque me dió un vistazo rápido.

—Todo bien? Luces triste.— preguntó sin despegar la mirada de la vía. Admito que me sentí tentada a ignorar su pregunta y decirle que solo estaba cansada, pero aquella no era la clase de persona que quería ser.

Vi que estábamos llegando a casa así que me arme de valor y hablé.

—Recuerdas aquella chica que un día me dijiste que te gustaba?— mi voz salió firme, cosa que agradecí porque mis manos estaban temblando. Él asintió dudosamente, como si no supiera si preocuparse o no— Por qué nunca me dijiste su nombre? Te insistí muchas veces y nunca dijiste nada.

No dijo nada hasta que estuvo estacionado en frente de mi casa. Se soltó el cinturón y se volteó hacia mi, su mirada se mantuvo sobre la mía por un instante que me pareció eterno, tanto que terminé bajando la mirada a mis manos.

—Por qué preguntas eso ahora? Que te hizo pensar en ello?— Su voz era suave y pausada, como si no quisiera asustarme o alterarme, pero no me indicaba nada sobre cómo se sentía, ni siquiera su rostro me expresaba algo.

Tomé aire y me apreté las manos.

—Porque mientras recordaba la noche de hoy, la cual sinceramente fue magnífica, no pude evitar pensar en ella, en la manera en la que te expresabas sobre ella y lo asombrosa que parecía. En que nunca supe quien era...— eso último salió en un susurro y mi voz temblaba, pero continué.— en que siempre deseé ser yo, Dante.

Un silencio se instaló en el auto, y luego lo escuché moverse. Su mano llegó hasta mi cinturón y lo desabrochó. La confusión invadió mi mente cuando me preguntó si confiaba en él, le dije que sí. Me tomo de la mano y me ayudo a sentarme a ahorcadas sobre él, sentía su cuerpo bajo el mío y su agarre era firme, esta vez cuando nuestras miradas se encontraron pude percibir dolor, tristeza, pero también la seguridad que destella alguien que sabe que hacer.

—Esa chica eras tú, Lia. — sus manos empezaron a acariciar mi cintura mientras hablaba en voz baja, yo no era capaz de abrir la boca para decir lo que fuera que pudiera decir.— Tenía miedo de perderte, de perder nuestra amistad, y tú no te veías en un buen momento. Estaba confundido sobre la situación y pensé "quizás es mejor decírselo luego" pero aún así seguí hablándote sobre ello porque necesitaba decirte lo que pensaba de ti y cómo me sentía aún si tú no sabías que todo iba dirigido hacia a ti. Y justo cuando pensé que era el momento, que tenía que arriesgarme, me dijiste que necesitabas espacio. Me dolió muchísimo, pero ahora entiendo que dejándote a la deriva sobre la identidad de esa persona te hice daño, te hice cuestionarte y alejarte. Discúlpame, Lia, jamás fue mi intención que todo esto pasara.

Mi corazón iba a mil por hora, mi mente era un huracán de pensamientos y mi cuerpo temblaba. Todo este tiempo fui yo... me costaba creerlo, creer que todo este tiempo fui yo esa chica, que él no me dijera, y aún si lo entendía me costaba asimilarlo. Pero ya había pasado mucho tiempo, ambos habíamos cambiado, ambos habíamos madurado de cierta forma, y yo ya no quería seguir huyendo o enfrascándome en el pasado. Quería vivir, vivir mi presente, y en mi presente estaba él.

Así que no dije nada, solo tomé su rostro en mis manos y acerqué mis labios a los suyos.

—Está bien Dante, supongo que así tenía que suceder, ahora estamos aquí. Y todo lo que quiero es besarte cuando quiera y como quiera, que salgamos, nos riamos y lloremos juntos. Quiero estar contigo, Dante.

—Yo también quiero estar contigo cariño —Sus brazos me rodearon y me apretaron contra él; escondí mi rostro en su cuello.— Siempre has sido tú Lia, nadie más.

Siempre tú, siempre yo, siempre nosotros. Where stories live. Discover now