Un sueño entre lirios

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La mañana llegó rauda, con la aurora tocando las montañas delicadamente mientras el gallo cantaba a la mañana entre los entresijos del día. A través de una ventana el sol asomó despertando entre bostezos a los habitantes de un gran hogar. En la habitación más elevada de toda la casa una chica empezaba a recobrar la consciencia. Shyla amaneció lentamente, tenía un dolor de cabeza tal que cuando sus ojos se acostumbraron a la luz mañanera, solo pudo dar la vuelta y enterrar entre gemidos la cabeza contra la almohada. A su lado en la parte inferior de la cama un felino descansaba, la pantera, animal nocturno como era, no había pegado ojo en toda la noche para velar el sueño de su compañera. Compañera, suena extraña esta palabra viniendo de un ser de enorme peligro pero, tras los acontecimientos del pasado día se sentía correcta. Shyla se levantó tras muchos esfuerzos, solo para poder abrazar al animal que tenía a sus pies, el suave pelaje del ser la recibió calurosamente, era como seda a su alrededor y el movimiento tranquilizante de la respiración del animal la animó a comenzar el día. Los recuerdos de lo que había ocurrido la atormentaban y una imagen de Morgan gritándola no dejaba de sucederse en su recuerdo. No tuvo necesidad de vestirse, se había ido a dormir con la ropa puesta y ahora tenía una sensación extraña en su cuerpo, como de suciedad. Se dijo que lo que necesitaba era un relajante baño que pudiera calmar sus penas y miedos. Descendió silenciosamente las escaleras para buscar a la dueña del hogar, mientras su pantera descansara, su no, se dijo, no era suya. Una vez que llegó al salón se dio cuenta de que era la última en llegar, todos estaban ya levantados disfrutando de un abundante desayuno. Tímidamente entro en la estancia y se sentó en una esquina, pronto fue rodeada por personas y durante un momento con la paz que reinaba en aquel ambiente olvidó la tristeza de su cuerpo.

Muy lejos de allí en el centro del reino, donde la discordia manda por encima de la razón una mujer encapuchada se escabullía entre las esquinas. Nadie se fijó en ella, estatura normal, pelo castaño, nada fuera de lo común y eso fue lo que ella aprovechó. Caminó entre callejuelas del lugar intentando que nadie la notara mientras miraba de lado a lado preocupada. La mujer dobló por una esquina y calló de bruces contra un hombre que allí la esperaba, el soldado del rey (persona con la que chocó) era claramente distinguible gracias a la insignia que llevaba y que le identificaba como protector de la ley. La chica le susurró algo al oído y dio media vuelta marchándose, mientras el hombre al observar a la mujer irse solo pudo sonreír y dar media vuelta apresuradamente.

Cuando el pueblo de Rocked comenzaba a activarse Shyla acababa justo de desayunar, miró a través de la puerta entreabierta de la casa viendo como el pueblo empezaba a coger colorido y vida con el caminar de todas las personas que amanecían para trabajar. Se podían ver hombres ataviados con hachas yendo hacia el bosque, mujeres con cordeles dirigiéndose al río, niños correteando perseguidos por sus padres junto con una multitud de personas llegando a las tiendas para conseguir alimentos.

—¿Necesitas algo más niña?— preguntó la afable voz de la dueña del hospicio. Esta era una mujer amable, que llevaba con la misma mano dura su comercio que a su familia, pero la cual era conocida además por su corazón de oro y gran compasión.

—No, todo estaba delicioso, gracias— contestó Shyla con una sonrisa tendiéndola todos los platos ya sucios. Cuando Margaret que así se llamaba la mujer se dispuso a retirarse Shyla recordó algo.

—Perdone, señora, ¿sería posible lavarme un poco?— La voz solo salió como un murmullo, debido al nerviosismo de la muchacha, pero Margaret no le dio importancia e indicó a la joven que la siguiera.

—Nada de señora niña, todavía no soy tan vieja, llámame simplemente Margaret y acompáñame, se exactamente lo que necesitas.

Shyla siguió a la mujer a través de un cúmulo de habitaciones que la recordaron a un laberinto después de las cuales llegaron a un amplio lugar. Esta estancia estaba pintada de blanco dando mucha luminosidad y en su centro una amplia bañera de madera estaba colocada. Era muy hermoso, lirios flotaban entre las aguas humeantes y sales perfumadas se olían por doquier. Shyla estaba con la boca abierta, nunca había podido disfrutar de aquel privilegio. Viendo la cara impresionada de su acompañante Margaret sonrió la indicó que se desvistiera.

Cuentos de las estrellas [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora