Déjate caer

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Shyla abrió los ojos aquella mañana, se encontraba agotada tal y como mostraban las ojeras que coronaban sus ojos. Se levantó tranquilamente estirando sus músculos tratando de recordar el extraño sueño que había tenido, nada, no conseguía recordar los sucesos que aquella noche habían discurrido por su mente. Sin prisa bajó las escaleras de su hogar, vivía allí desde su más tierna infancia, en aquella casita de pescadores que se encontraba cercana al mar. Su madre había sido una famosa costurera del reino que había abandonado su casa tras conocer al que posteriormente sería su marido y padre de sus hijos. A pesar de amar su trabajo no dudó ni un instante en seguir aquel pescador que la había robado el corazón y con los ahorros que ambos tenían pudieron comprar el lugar que Shyla llamaba hogar, más allá de las montañas al lado del mar.

Nada más llegar a la pequeña cocina de la casa, mientras comía algo Shyla pudo oír a su madre que tatareaba en el porche. Se dirigió instintivamente hacia allí a pesar de que todavía se encontraba en camisón.

—Mamá ¿Qué haces?—preguntó cómo cada mañana.

—Observar el mar— contestó su madre al igual que hacía todos los días, Shyla sonrió recordando aquella tradición que se repetía y se acurrucó junto a ella. La mujer abrazó a su niña y volvió a tararear la canción.

Escucha mi niña al viento soplar,

noticias trae de la mar.

Los marineros que viajando están,

le cuentan historias

al despertar.

Por ello al viento tú has de escuchar

que es sabedor de toda verdad.

Por ello al viento tú has de escuchar

que es sabedor de toda verdad.

Juntas acabaron el estribillo de aquella común copla de marineros, de la cual Shyla estaba muy familiarizada. Su madre la dio un beso en la frente mientras que con sus largos dedos acariciaba el pelo de la chica, una lágrima descendió entonces por la mejilla de la muchacha.

—¿Por qué lloras mon serce?— preguntó la madre extrañada, era en aquellos momentos de preocupación cuando la madre decía esas pocas palabras que todavía conservaba de su abuela, esas expresiones de cariño tan antiguas que poca gente recordaba en aquellos tiempos. Mon serce, mi corazón, otra lágrima descendió por la mejilla de la joven al oír aquello.

—Sabes que puedes contármelo todo, ¿Qué te preocupa?— volvió a insistir su madre.

—No lo sé mamá, realmente no sé qué me aflige.

La madre envolvió entonces sus cariñosos brazos alrededor intentando consolarla, transmitiendo con un simple abrazo todo el cariño que poseía.

—Ven, túmbate conmigo, olvida todo lo demás ¿Recuerdas esta canción?

Ríe ríe ríe

Ríe conmigo

Rie ríe ríe

Que yo estoy aquí

Ríe ríe ríe

Mi niña bonita

Que tu madre ya está aquí...

Shyla sonrió, recordando aquella nana de cuando no era más que un bebé. De pronto escuchó la puerta de la entrada abrirse con un suave chirrió. Saltó en ese preciso instante de brazos de su madre y corrió a la entrada donde un hombre alto de mirada bonachona la esperaba.

Cuentos de las estrellas [PAUSADA]Where stories live. Discover now