Capítulo 26

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· GOLPES ·

Haya echaba un vistazo hacia el exterior a través de los ventanales de su nueva localización dentro de la sede central de Allegate Bio. Lyar había descartado que Saías fuera a regresar mientras que ella [Haya] terminó de aceptar que había muerto. Lo muerto, muerto queda.
La habían cambiado casi por completo en tan sólo dos semanas. Desde su forma de vestir, hasta ciertos hábitos que olvidó de cuando tenía familia y desde luego, le devolvieron su brazo, sin cubierta de piel sintética. Pero no pudieron contra el sentimiento de culpa que la acechaba a la hora de dormir. Soñaba con Saías. Lo soñaba dentro de un cuarto, tétrico, iluminado por doquier.
Y él, en el centro de la misma. Recostado, con sus ojos cerrados, las manos juntas en el pecho.

Lucía tan apacible, pacífico, que no podía evitar llorar de verlo en ese estado. Lloraba hasta que su IMI la despertaba de sopetón con una descarga eléctrica.
Llevaba soñándolo así desde hacía una semana; pensó que quizás a su inconsciente le gustaba remarcarle el error imperdonable que la perseguiría hasta el día que su vida terminara. Pensaba en ello, y se le cerraba el estómago, la garganta. Tal vez se lo merecía, era el castigo que le tocaba por no haber sabido cuidar de él.

-La abstracción rompe moldes -decía sin quitar la vista de las luces que alumbraban la estación de trenes, un privilegio que no muchos gozaban-. Moldes perfectos no encajan en la abstracción, por que la abstracción en sí misma, es imperfecta pero perfecta para aquello que busca la imperfección con ansias, con hambre de moldearlos en la perfección -golpeteaba la mesa con las yemas de los dedos-. No distinguirás si duermes, si estás despierto. No sabrás si amaneció o si anocheció. Nunca sabrás si vives o moriste. Las perfecciones son las más grandes mentiras y amenazas.

-La abstracción no es más que un tipo de muchos dentro del arte -irrumpió Lyar ingresando sin previo. Haya siquiera la miró-, donde nada es lo que parece. Es... casi mágico.

-Tú por ejemplo.

-Acabo de llegar y ya me recibes con una agresión -cruzó los brazos.

-Romperte la cara sería una agresión, decir la verdad no.

-Esperaba que tuviéramos una conversación más madura...

-¿Sobre qué? -cortó mirándola-. No hay más nada que hablar. Es imposible dialogar contigo Lyar. Ahórrate tiempo, ¿por qué no vas a revisar qué tal los nuevos cajones para bebés que mandaste a construir?

-Haya...

-Lárgate, no pienso hablar de nada contigo.

La artificial calló. Descruzó los brazos y fue donde Haya.
Tomó asiento frente a ella, al otro lado de la mesa que ocupaba por simple costumbre. La comida servida esa tarde-noche seguía allí, la mujer echó un vistazo a aquello y la hizo a un lado.
Widman suspiró con molestia, mas no volvió a verla.

-Trato de cuidarte, siempre lo hago. Desde que eras una niña tan linda como tu madre -susurró-. Quería... que fuera seguro para ti. Un lugar donde nadie te hiciera daño, tal cual se lo prometí al señor Widman. Le juré que te protegería. Eso hacía. Yo sólo quería que estuvieras a salvo, Haya. Lo estás, y tú no lo entiendes.

-Matar gente no es proteger -pronunció-. Matar a mis padres no es proteger. Decir... mentiras... no es proteger.

-Hice lo que debía. Mi misión era protegerte. Si no lo hacía, ellos te habrían hecho cualquier cosa. ¿No lo ves Haya? Ellos sólo buscan lucrar a su favor, nunca por propia liberación. La libertad y lealtad tienen un precio. Más cuando tú estás entre ellos, te transformaron.

-Yo me transformé, deja de buscar conejos para cazar. Ya cazaste bastantes.

-Enemigos.

-Mataste a Saías... a tantos inocentes. Tantos frutos para el futuro. Los vi pasar en ese maldito tren. ¿Qué sientes cuando matas a alguien, Lyar?

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