31. Maya

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Aún recuerdo cuando le conocí, ¿quién iba a pensar que detrás de esa sonrisa encantadora y mirada angelical, se escondía un hombre lleno de ira y egocentrismo? Maldito sea el día que me dejé llevar por su apariencia.

La voz de Milo me aclama por atención. Desentierro la cabeza de mis manos para ver como la mano que antes permanecía sobre el volante, ahora está apoyada en mi hombro intentando darme ánimo.

—¿Hay algo en lo que te podamos ayudar? —me pregunta mi hermana.

—Por el momento no. En unos cuantos días volveré al hospital —les aviso, pues ni ella sabía cuándo terminaban mis vacaciones—. Hasta entonces veré que hacer. No se preocupen.

Les ofrezco un intento de sonrisa pero no puedo, en verdad estoy preocupada y no sé qué hacer.

—¿Entonces, Diego y Dakota siempre si se casan? —pregunta la amiga de mi hermana.

—No lo sé —respondo con duda, pues esa reconciliación podría afirmar lo contrario—. Esperemos a que me respondan y ya vemos que decidieron.

Les envío un mensaje a ambos y esperaremos la respuesta. Vaya críos que son.

—Bien, aunque creo que la espera va a ser mucha. No creo que esos dos ya se hayan desocupado —dice mi hermana en un tono pícaro. Giro para verla y veo como Jodie se sonroja ante el comentario de mi hermana. No puedo dejar de pensar que entre ellas hay algo.

Milo ríe también por el comentario, e incluso tose un poco ante el atrevimiento de Jeanne.

—No pienso averiguar eso. —Me rio en complicidad—, por el momento vayamos a comer y luego les marco para ver que deciden.

—En caso de que si se casen, solo quiero decir que todavía me faltan comprar sandalias de tacón para el vestido —me informa Jeanne.

—Yo te puedo prestar un par que tengo de sobra —le sugiere la pelirroja. Me reacomodo en mi asiento y dejo que ellas se entiendan.

Hago nota mental para preguntarle a mi hermana que es lo que pasa entre ellas. Sí, me muero de curiosidad.

—Claro —responde ella sin decir ni agregar más.

—Bien, chicas. Hemos llegado —anuncia Milo aparcando en el estacionamiento del restaurante—. Traigan sus identificaciones en caso de que las ocupen.

Todos bajamos y entramos juntos al local. Entre risas, alitas, hamburguesas y bebidas pasamos una noche agradable. Milo nos cuenta un poco sobre la primera vez que comió Búfalo Wings pero estas eran extra picantes y pasó toda la noche en el baño con dolor de estómago.

—Una vez, recuerdo cuando era niña y mamá preparaba un pastel porque era el cumpleaños de Reylli —nos cuenta Jeanne con alegría—. Tenía todas esas mezclas en la encimera de la cocina y no me dejaba ayudarle. Jamie estaba enojado porque nos dijeron que no saliéramos de las habitaciones, hasta que ya fuera hora de recibir a los invitados. Papá no quería que nos ensuciáramos, así que ahí estábamos aburridos mirando televisión cuando escuchamos que Reylli cayó. Alannah y Harper salieron de urgencia con él para que le suturaran y nos dejaron solos. Toda una casa con muchas cosas para nosotros solos.

Prejuicio y devociónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora