47. Milo

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Los sonidos comienzan a cobrar más volumen, son intensos y chirriantes

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Los sonidos comienzan a cobrar más volumen, son intensos y chirriantes. Son molestos. La luz se empieza a esclarecer sobre mis parpados, abro los ojos lentamente y enfoco la vista para encontrar a Diego recostado en un sillón cerca de mi cama. Veo la tenue luz que entra a través de la ventana y me percato que es de noche. No sé la hora ni el día, pero lo único que tengo claro es que deseo con el alma ver a Maya.

—Diego... —hablo con voz ronca a causa de la sequedad de mi boca. Carraspeo un poco e intento llamarle de nuevo—. Diego, tss. Diego...

Al ver que no responde intento levantarme un poco para bajarme de la camilla pero mi cuerpo no responde como espero, es torpe, es débil y tengo dolor de cabeza. Me recuesto para recuperarme ya que me he quedado un poco mareado.

—¿Milo? ¡Milo, despertaste! —dice Diego sobresaltado al despertarse.

—Hey —alcanzó a decir antes de que su llanto opaque del todo mis palabras.

—Lo, lo siento —mi amigo intenta respirar para recomponerse, pero el llanto le gana. Y es entre esas lágrimas que intenta hablar de nuevo—. Pensé que... Me da gusto que estés de vuelta.

A mí igual —digo un poco atropellado, siento demasiado seca la boca, quiero agua—. Agua...

—Claro, en seguida —Diego me pasa una botellita de agua destapada y la pone en mis labios.

La tomo de su mano y él comprende que yo puedo solo.

—Ya vuelvo, le tengo que decir a la enfermera que despertaste —me dice muy feliz.

—Espera —le pido pues quiero preguntarle por ella—. ¿Qué pasó con Walton?, ¿dónde está Maya? Nosotros iríamos a cenar, teníamos una charla pendiente...

—Tranquilo —me interrumpe—. Deja que primero te revise la enfermera y después hablamos ¿de acuerdo? Ya tendremos tiempo de ponerte al tanto.

No alcanzo a decir más pues sale de la habitación como alma que lleva el diablo. Fuera de la ventana la mañana comienza a tomar su turno anunciando que pronto saldrá el sol. Será a lo mucho las seis de la mañana. Tengo en mi muñeca derecha la pulsera de ingreso de la cual intento en vano descifrar lo que dice a excepción de mi nombre.

Tengo un recuerdo vago en mi mente en el que Diego me decía que Maya ya se había ido. Parece que fue un sueño o una construcción de mi subconsciente por el temor de no volver a verla.

Al cabo de unos minutos ingresa Diego detrás de un sequito de personal médico que comienzan a revisar todos mis signos vitales, las soluciones y aparatos conectados a mi cuerpo.

—Señor Hope, soy Will Thompson, su neurocirujano. Nos alegra tenerlo de vuelta —esas palabras provocan un escalofrío en mi interior por lo extrañas que suenan y a la vez familiares—. Usted recibió tres impactos de bala en el hombro y tórax, afortunadamente logramos contener las hemorragias y salvar su vida. Sin embargo, cuando usted cayó por el impacto de estas tuvo un golpe casi mortal en la cabeza que le mantuvo en coma por más de un mes. Es un milagro que usted esté vivo.

Prejuicio y devociónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora