32. Milo

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Yo solo pretendía hacer una simple broma para aligerar el ambiente

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Yo solo pretendía hacer una simple broma para aligerar el ambiente. Y también, en parte, como una dulce venganza de la vez que ella me hizo lo mismo en la oficina. Pensaba decir inmediatamente que era broma, pero no contaba con que los padres de Maya y su hermano reaccionarían de la forma en la que lo hicieron. Ahora vamos camino a casa, mi casa. Está de más decir que no me dirige palabra alguna y que está enfocada cien por ciento en su familia. De ellos no puedo decir lo mismo, intentan incluirme en su charla pero me decanto por amables balbuceos, ya que además de no ser muy sociable, puedo sentir las ganas de Maya por matarme. No literalmente, creo.

—¿Y en que trabajas, Milo? —cuestiona su padre con tal entusiasmo que me toma por sorpresa.

—Eh, vendo refacciones para autos —no quiero decir que tengo una compañía porque no quiero que piensen algo equivoco, primero debo aclarar que no soy novio de su hija.

—Eso es genial. Yo quería comprar un viejo Mustang para restaurarlo, pero mi mujer no me dejó —esto último lo dice riendo pero a leguas se nota su pesar.

—Oh... Lo lamento —respondo sin saber que más decir.

—¿No te ha bastado con restaurar a Raven? —pregunta la rubia a su padre.

—Hija, uno siempre debe mantener la mente ocupada si no —hace sonidos extraños con la boca, chirridos—, se oxida.

—No exageres, Harper, siempre estás haciendo cosas. Bien o mal, pero estas haciendo cosas —comenta la madre de Maya con tono burlón.

—Ya van a comenzar... —menciona el hermano menor de Maya en un estado de fastidio total—Han discutido desde ayer. Ya sepárenlos.

—Ya, ya. Tranquilos, primero vamos a dejar las maletas a mi casa, perdón. La casa de Milo —corrige de inmediato al darse cuenta de su error—. Y luego vamos a desayunar, hay un lugar que les va a encantar.

—Que no te de pena decir que vives en su casa, hija —su madre le toma el hombro en señal de apoyo y lo único que logra es que su hija finja una sonrisa.

—Hay algo que debo decirles —comienzo a desmentirlos. No me gusta ver a Maya en aprietos—. Maya y yo...

—¿¡Se van a casar!? —interrumpe su mamá muy emocionada.

—¡¿Qué?! —exclamo sorprendido por la capacidad que tiene mi suegra de mentira para sacar tal conclusión.

—¡Adivinaste! —afirma Maya para causar una mayor sorpresa. Esto ya no me es divertido.

—Mentira, ni siquiera somos novios —confieso para su decepción, más vale que pare esto antes de que me vea planeando una boda que no es y nunca será real—. Yo solo quería bromear a Maya, ella hizo lo mismo en mi trabajo.

Puedo ver por el retrovisor como la cara de los padres de ella se quedan pensativos.

—No aguantas nada —me refiere Maya.

Prejuicio y devociónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora