8. Color lila

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Color lila: ¡Bienvenido al mundo!

Seis meses viviendo con los humanos en Habusimbel. Cinco de ellos los había pasado pegado a Levi, ya sea por su entrenamiento o porque juntos habrían de salir a misiones para reducir la población de hydras, que nunca parecían tener fin. Al menos, en el sur de la muralla, en lo que los humanos denominaban como muralla "A", o muralla principal, habían logrado acabar por completo con las hydras. Lo cual era muy bueno, porque una vez que Levi hubiera cumplido con su entrenamiento, tendrían el camino despejado; aunque el comandante Erwin seguía insistiendo en montar guardia para evitar que las hydras volvieran a invadir el sitio.

Los humanos eran interesantes, impredecibles. Cuando Eren había sido presentado como un valioso aliado para la humanidad ante todo Habusimbel, hubieron diferentes reacciones entre la gente. Como era de esperarse, habían estado quienes vieron todo el asunto con malos ojos, que cada vez que veían a Eren desfilar con la Legión, escupían al suelo. De estar en Nórdian, se habría arrestado al agresor de inmediato y al día siguiente habría una ejecución pública. Pero en todos los años que había sido príncipe de Nórdian, nadie nunca se había atrevido a tanto. Nadie en su sano juicio escupiría a un príncipe, aún si era el menos querido —como en el caso de Eren—, la gente de Nórdian le era en extremo leal a la familia real.

Para la gente de Habusimbel, escupir cuando Eren pasaba significaba que con eso alejarían al mal, las malas energías o la mala suerte. Después de todo, los elfos eran los mayores enemigos de la humanidad y aunque Levi y Erwin se esforzaron en hacer especial énfasis en que Eren también tenía sangre ninfa, nadie pareció tomarle importancia al asunto. Pero al haber sido educado como un príncipe, el elfo prestaba poca atención al insulto y seguía con su camino, con la cabeza bien en alto, tal y como le habían enseñado. Un príncipe nunca debe bajar la cabeza.

Luego, estaba la gente que pertenecía a la nobleza y los estudiosos de Nórdian, quienes se sentían fascinados por algo diferente a ellos. Ya sea porque Eren era un príncipe y eso, aparentemente, hacía que las damas de la nobleza de Habusimbel perdieran la cabeza, o que los aristócratas se sintieran inclinados a preguntar por el comercio, la política de su reino y las tácticas de guerra. O bien, porque Eren era un elfo y eso significaba que tenía marcadas diferencias con los humanos, lo que llevaba a los estudiosos de la curación —ellos se decían así mismos médicos— a hacer toda clase de preguntas extrañas e incomodas sobre su anatomía, fuerza, resistencia y longevidad.

Sobre todo, se daba mucho la curiosidad por su aparato reproductor, a lo largo de esos seis meses, Eren había tenido que lidiar con humanos demasiado audaces y temerarios que habían hecho toda clase de preguntas incomodas sobre su virilidad. «¿Al ser un elfo, también tienes un sólo pene o tienes dos, tal vez tres?», «¿Cuánto mide tu pene? ¿Es más grande o pequeño que el de un humano?», «¿Tu periodo refractario es más largo o corto que el de un humano normal?», «¿Podría verlo?». En serio, Eren todavía no terminaba de entender por qué para los hombres era tan importante su pene; Hanji había dicho que se debía principalmente a la curiosidad innata de los humanos y algunos complejos entre los hombres.

Pero de verdad, raro.

Aunque con el paso del tiempo, Eren se había acostumbrado a ese tipo de preguntas sin sonrojarse o escandalizarse. Sin embargo, eso no quitaba el hecho de que se siguiera preguntando qué era lo que había hecho mal para tener que pasar por éste tipo de situaciones embarazosas y humillantes. Por si fuera poco, Levi todavía le hacía burla sobre todas esas preguntas deshonrosas, pero al final del día siempre terminaba diciendo que de estar en el lugar de Eren, él habría apuñalado a esos hombres justo en los ojos. Se continuaba quejando de lo correcto y educado que era Eren.

Sin embargo, las reacciones que más intrigaban al príncipe, eran aquellas que habían tenido las personas que se encargaban del comercio o la política en Habusimbel. Ese grupo en particular de gente lo veían como un medio para obtener dinero de la gente demasiado ingenua, los comerciantes y bardos vendían el nombre y rostro de Eren como el de un salvador, la última esperanza. Mientras que los gobernadores habían aumentado los impuestos en virtud de poder mantener a un príncipe de Nórdian como merecía y cubrir todos sus gastos. Claro que Eren sabía que era un enorme pretexto para que ellos pudieran llenar aún más sus bolsillos con el dinero del pueblo.

Beloved by the green; EreriWhere stories live. Discover now