Se hace llamar Alacrán (Wilma Ralde)

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La última víctima apareció a orillas del río. Era apenas una niña de quince años, por la posición en la que fue encontrada parecía que tomaba un descanso, el cabello previamente acomodado junto al guardapolvo ocultaban una terrible verdad: El asesino le había extirpado el corazón y arrancado el ojo izquierdo, eso no era todo; aun en vida hizo que padeciera innumerables torturas. Ante el macabro hallazgo, Nora se disculpó y fue a vomitar los huevos revueltos del desayuno.

Estábamos sumergiéndonos en la cloaca del mismísimo infierno, no soy creyente, pero esta clase de enfermos lograban que pusiera en duda todo, pero tenía la certeza de que en este mundo el bien y el mal existen, y dependía de nosotros hacer justicia.

Por tratarse de una zona apartada de la urbe la escena del crimen no estaba contaminada. Unos veinte minutos antes, Nora atendía la llamada del jefe, eso solo podía significar una cosa: que rondaba un asesino serial en este distrito. Nora tuvo que acelerar en varias oportunidades para llegar antes que nadie a la escena. Gracias a eso estábamos solos, sin curiosos, sin periodistas metiendo sus narices.

ꟷMira esto. ꟷNora me señalaba algo a unos diez metros del cuerpo. Era una cámara antigua, una polaroid de esas que sacaban fotografías instantáneas. Más a la derecha, en el pasto hallé un celular, podría pertenecerle a la víctima. Tenía la batería agotada. Cuando llegaron los forenses se lo llevaron junto a la polaroid para su análisis. Sabía que eso iba a tardar.

El jefe dejó caer un montón de papeles sobre el escritorio.

ꟷDiviértase, López. ꟷestaba de pésimo humor.

ꟷJefe... ¿Qué vamos a encontrar en todos estos expedientes?

ꟷEl infierno ¿qué más?

ꟷ¿Usted está al tanto?

ꟷNo, yo ya no doy para tanta bilis que uno se hace... a mi edad tengo suficiente con el día a día ¿no crees?

Tras varios días de estudios minuciosos y descarte, Nora y yo hallamos el patrón que hasta ese día había mantenido al asesino oculto de la mira de la policía nacional. Todo apuntaba a que el enfermo con el que nos enfrentábamos elegía al azar a sus víctimas, todas y cada una de ellas eran diferentes, nada los relacionaba entre sí, pero las cifras no mentían, desde mediados del 2015 se reportaban cuerpos sin vida con este mismo patrón de violencia. Por diversos motivos, la policía no tenía forma de vincularlos con otros casos, tal vez porque se daban en localidades apartadas, o simple mediocridad ꟷqué se va a hacerꟷ Eso sin tomar en cuenta que los tiempos de un asesinato a otro eran cortos, imposibles de relacionar, estaban también otros tantos que se llenaban de polvo en las gavetas de casos sin resolver. Lo curioso era que este enfermo dejaba su rúbrica personal en cada uno de sus crímenes, lo hacía para exponerse abiertamente. Nada más era cuestión de tiempo y que los detectives adecuados (ósea este humilde servidor y su compañera) aparecieran para ponerlo tras las rejas.

La hora del misterio 2: Juego MortalWo Geschichten leben. Entdecke jetzt