Capítulo XXIV

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Mi Nuevo Hogar

"Si no vas a soportar una respuesta diferente de la que quieres oír, es mejor que no preguntes". –Alfredo Vela.

Sebastián

     Tardamos muchísimo tiempo en llegar a la casa de Em por las heridas que ella tenía; al poco tiempo, cayó la noche, y aun bajo la luz de la luna, seguíamos caminando hacia nuestro destino. Me mantuve muy silencioso en el camino, pues estaba sumamente molesto con ella por todos los secretos que me guardaba, por las mentiras y las consecuencias de ellas, pues ahora había abandonado a Anya con un bebé en brazos en lugar lleno de desconocidos. La única vez que le dirigí la palabra fue para preguntar por Nevado.

- Esta bien, debe estar en la casa. -Respondió ella. Luego de eso volvió a reinar el silencio, y fue inmerso en ese silencio que logramos llegar a la vivienda.

     Así pues, abrí la puerta aún con Emma apoyada en mí y entramos a la casa. La oscuridad reinaba en el lugar, pues inclusive la luz de la luna era tan escasa como las ganas que tenía de conversar con ella. Sin embargo, en ese instante fuimos interceptados por Nevado, quien fue inmediatamente hacia mis piernas.

- Tranquilo, amigo. - Le dije. Sinceramente, él era el único quien pudo levantarme un poco el ánimo

- Descansa. -Le dije a Emma, acostándola en el mueble. Ella inmediatamente me hizo caso.

     Me dirigí directamente a la despensa, la cual abrí para buscar los instrumentos necesarios para curar a Em y, una vez hecho, volví a la sala.

- Sebastián yo... -Intentó decir ella, mientras le quitaba el zapato para ver su herida.

- No hables. -Le dije. - Mañana podrás explicarme todo. Tendrás que hacerlo. -Afirmé, dirigiéndole una mirada firme a Emma. Ella, por su parte, bajó la cabeza.

     Al descubrir el pie de Em, me impresioné al ver los dos orificios que lo habían atravesado. Debo admitir que tuve mucha curiosidad, no obstante, preferí no preguntarle nada, pues había un silencio perfecto en el lugar, algo que mi mente necesitaba en estos momentos.

     Ya curado y envuelto de nuevo el pie, ayudé a Emma a colocarse de pie y la llevé a su habitación, depositándola en su cama de inmediato. Antes de salir de allí, devolví mi mirada hacia ella, quien estaba viendo perdidamente el techo. Sinceramente, me dio un poco de lastima verla en ese estado, e incluso, me provocó devolverme y pedirle disculpas por el trato. No obstante, una parte de mí me decía que era ella quien debía disculparse conmigo, pues fue ella quien mintió en la misión de hoy, y quien sabe en cuantas cosas más ha mentido, por lo que terminé de salir de la habitación y me dirigí a la mía, para acostarme en mi cuarto aún con la ropa del día puesta.

     Intenté conciliar, vanamente, el sueño. Duré toda la noche pensando en todos los acontecimientos del día de hoy, pues ayer pensaba que estaría acostado en una cama de la Resistencia con Anya a mi lado, sin embargo, ahora me encontraba en la casa de Emma, con ella, aunque por el clima que reinaba en el lugar pareciera que allí no hubiese nadie.

     Lentamente, y luego de muchas horas acostado en mi cama, se hizo de día, por lo que me levanté a ver cómo estaba Emma. Luego de reflexionar literalmente toda la noche, pude calmar un poco la ira que tenía en mi interior, por lo que ahora estaba un poco más tranquilo para conversar con ella.

     Antes de salir de mi cuarto, marqué el día de hoy, para luego salir de allí y dirigirme a la habitación de Em. Me recosté en el marco de la puerta, pues ella estaba acostada de lado en la cama, dándome la espalda.

En la Sombra de los SoldadosWhere stories live. Discover now