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El arrepentimiento es un sentimiento que se ocupa de nosotros después de largos momento de desesperación o confusión. Anne no se sentía mal por haber rechazado a Roy, se sentía mal por la forma en que lo había dicho a pesar de que no fue la peor. Fue una forma verdaderamente buena, aceptable, pero en un inocente corazón como el de nuestra querida pelirroja la culpa se apoderaba de sus entrañas haciendo que su tristeza fuera peor que la del mismo Roy. Ahí se encontraba, sentada en un tronco, con frío y llenando el bosque de lágrimas en medio del cielo naranja y violeta.
Gilbert Blythe apareció de las sombras y la miró de pies a cabeza con timidez, ella asintió, así supo que se podía sentar a su lado.
-Hola -dijo él.
-Hola -la chica se limpió sus lágrimas.
-No vine hasta acá para darte un discurso -suspiró-. Quisiera explicarte unas cuantas cosas.
-No es el mejor momento -interrumpió fría, aparentemente-. Sabes lo que hiciste, te dije que no te quería volver a ver en mi vida.
-Lo que pasó hace un año no fue así como todos lo creen, por favor, debes creerme y escucharme solamente a mi -tomó mucho aire-. Anne, yo no te engañé, ¿cuántas veces tengo que decírtelo?
Ella rompió en llanto. Sinceramente no era el momento más apropiado para que un Gilbert se apareciera frente a ella con explicaciones que claramente no había podido dar hacía trescientos sesenta y cinco días, aunque él no tuviese la culpa de los sentimientos encontrados que Anne tenía esa tarde tampoco quería herirla más de lo que alguna vez lo había hecho.
-Creo que es mejor que me vaya -se levantó algo confundido.
-Sí, eso es -no lo miró, porque si lo hubiese hecho el deseo de plantar un beso en sus tiernos labios hubiese sido tan fuerte que la escena se tornaría más confusa de lo que ya estaba.
-¿Podemos hablar otro día?
-No, no quiero -soltó llorando y lanzándole pequeñas ramas que veía en el suelo-. Tampoco quiero que vayas a casa, no te quiero ver, no vuelvas nunca más Gilbert Blythe, eres despreciable.
-Bien, eres imposible, Anne -susurró y se marchó con las manos en los bolsillos.
Anne soltó un grito al cielo y se levantó enfurecida en dirección a su casa. Tarde en la noche, ya acostada en su cama el arrepentimiento empezaba a apoderarse de su cuerpo, a la mañana siguiente y con una cara triste bajó a desayunar. Marilla tenía unas cuantas preguntas que hacerle.
