Tu nombre olvidé yo preguntar dónde vives y como te gusta más

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Era un tipo muy extraño, demasiado alto, inusualmente ancho y con una expresión de confusión infantil que cualquier otro hubiese considerado entrañable; a ti te recordaba un poco a los perros perdidos que la menor de los Greengrass insistía en rescatar. Notabas cierta incomodidad de su parte ante tu mirada y lo estabas disfrutando.

Hacía bastante tiempo que nadie a tu alrededor se incomodaba tanto con tu presencia, extrañabas esos escalofríos visibles que los recorrían en cuanto llegabas sonriente y extasiado, casi eufórico después de una noche larga. Pero con el paso de los años, ese temor que se alojaba en el fondo se fue convirtiendo en asco y terminó siendo desagrado o resignación.

Caminaste tras él, mientras de tiempo en tiempo lanzaba miradas sobre su hombro como queriéndose asegurar de que seguías detrás y que no eras producto de su imaginación. Sus ojos también son azules. Un par de veces se aclaró la garganta y te preguntas si lo hacía solo por la resequedad que la inminente resaca le estaba provocando o era el efecto de las palabras atoradas en su garganta intentando escupirlas.

Porque estabas preparado para responder preguntas, siempre que no fueran estúpidas. Pero calló. Lo que tú no podías saber es que él estaba acostumbrado a eso, Theodore, a callar y obedecer sin rechistar, porque durante toda su vida pensó que obedeciendo a su padre y siendo el mejor salvaría al mundo.

Tampoco es algo que fueras a averiguar esa mañana, se paró junto a la carretera más cercana a la casa mirando hacia ambos lados y suspirando. Estaban rodeados de pinos y la nada; la carretera no era más que un camino secundario. Cuando escuchaste su gruñido de desconcierto te diste cuenta del camino recorrido: la casa ya estaba oculta entre los árboles y el hombre no había hecho ningún intento de aparecerse.

Algo dentro de ti hizo click: querías darte de topes contra una pared, colgar a Blaise de los cojones del árbol altísimo que estaba a tu lado y tal vez, si el tiempo te sobraba, rozar con tu lengua el mentón del tipo antes de clavarle un cuchillo en el corazón; después de todo, habías perdido el interés. Ya no era más que un muggle de esos que solías acechar de vez en cuando por las noches para divertirte hurgando en sus entrañas.

Estabas a punto de abrir la boca para provocarlo, tal vez burlarte de él y su pose ridícula, con los brazos caídos y una expresión que reconociste como la que Pansy ponía cuando le bajaba la regla y estaba a punto de explotar. Pero antes de que pudieses decir ni pío, estampó un puño en el árbol del que habías pensado colgar a Zabini; las astillas saltaron y los ojos casi se te salen de la sorpresa. Su puño atravesaba el tronco de un extremo a otro. Él no tenía ni un rasguño.

Sin meditarlo demasiado colocaste una mano en su hombro y sentiste un cosquilleo difícil de explicar. Ese hombre, muggle o no, podría arrancarte la cabeza con una mano, romperte los huesos sin esfuerzo y estabas ahí con la mano en su hombro intentando llamar su atención. Sólo te faltaba un cartel que gritará "suicidio" sobre tu cabeza.

Él, consternado, se volvió a verte al tiempo que sacaba la mano del tronco. El árbol cayó lentamente con una serie de chasquidos que hicieron volar los pájaros a su alrededor. Su expresión atormentada se te antojó familiar y casi pudiste saborear el agobio que tenía por dentro. Sin preguntarle dónde diablos vivía, tomaste la resolución de desaparecerte con él. Si Zabini había podido llevarlos a él y al de la boa de plumas a su casa tal vez podrías aparecer en algún lugar cercano a la civilización sin partirlo en pedazos. 

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⏰ Last updated: Feb 18, 2020 ⏰

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