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Change my mind - One Direction

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—Hanahaki Disease.

—¿Es...?

—Síndrome de las flores—el médico sacó un antiguo libro de su librero y lo colocó en su escritorio—. Es un síndrome que, por lo general, se manifiesta como una gripe, al menos al inicio. Los síntomas son tos seca, fiebre y ardor al hablar.

—¿Y por qué escupe pétalos de flores?

—Porque, de alguna forma, quiere manifestar también el amor no correspondido. Las flores suelen ser las favoritas de la persona que genera esos sentimientos.

—Rosas azules.

—¿Rosas?—el médico observó como el joven frente a él asentía—. Las rosas tienen espinas y si no se llega a tratar la enfermedad a tiempo, las flores saldrán con espinas.

—¿Y la cura cuál es?

—La más efectiva es que la otra persona se enamore también.

—¿Y si no llega a suceder?

—Puede morir.

SeungCheol despertó de golpe en medio de la noche. La conversación con el médico había estado acechándole hasta en sueños. Era como si la culpa estuviera dispuesta a joderle la vida hasta que salvara a JeongHan de lo inevitable.

Pero la única cura era enamorarse también. Y él amaba a JiHoon.

Volteó a su derecha y pudo notar como el menor dormía tranquilamente. Los mechones rojos se encontraban desordenados y su respiración era tranquila. Lenta. Arrulladora. JiHoon había cambiado tanto en su vida que ahora le parecía injusto dejarle también.

Pero JeongHan lo necesitaba.

A lo lejos, y gracias a los relámpagos, podía ver la fotografía que tenía junto a JeongHan. El ángel sonreía con inocencia, elegancia. Parecía haber sido mandado por los dioses cuando se conocieron. Y a pesar de todo, SeungCheol se enamoró de un bonito pelirrojo.

La situación estaba en contra de ambos, especialmente de JeongHan, pues su vida estaba en riesgo. SeungCheol era el único que sabía lo que sucedería si el pelirrosa no le olvidaba.

Y era tan cobarde, que simplemente no podía decirle la verdad. JeongHan no merecía que le ocultase tal información, pero era algo que no podía evitar. Si su mejor amigo moría...

—¿Cheol?

—¿Qué pasa, bebé? —SeungCheol se volvió a recostar, atrayendo la pequeña figura frente a él—. ¿Ocurre algo?

—No—JiHoon ordenó sus cabellos rojos—. ¿Ocurre algo contigo? Es que últimamente has estado tenso, ¿es por JeongHan?

SeungCheol tan solo suspiró y asintió. Le explicó la situación y lo que ocurrió hace apenas una semana en el bar en el que se encontraron. Le explicó sobre la enfermedad y las consecuencias que esta traería. También mencionó las opciones que se presentaban y la posible muerte del co-capitán. A esas alturas JiHoon estaba completamente aterrado. Ni siquiera tenía idea de que una enfermedad como esa existiera, pero parece que el destino no estaba contento con dejar a JeongHan en la tierra.

—Hazlo.

—¿Qué?

—Enamórate de él, solo así lo salvarás.

—Pero Hoonnie, estoy enamorado de ti—acunó el rostro ajeno entre sus manos—. Mi lugar está contigo.

—¿Incluso si JeongHan muere?—silencio—. Solo inténtalo.

—No, JiHoon. Buscaré otra solución. No lo dejaré morirse, pero tampoco pienso abandonarte—SeungCheol besó cortamente los labios de su novio—. Eres el amor de mi vida.

JiHoon no respondió. Tan solo se limitó a besarle con suavidad y elegancia. Acariciaba sus mejillas, sus manos, su cuello. Se daba el lujo de saborear los cerezos que tantas personas deseaban probar. SeungCheol era suyo y estaba a punto de comprobarlo cuando el azabache descendió a su cuello. No tardaron en despojarse de la ropa y en comenzar a soltar jadeos y gemidos al aire.

Mientras ellos se demostraban nuevamente el amor que se tenían, del otro lado de la ciudad, un bonito pelirrosa lloraba la ausencia de su amor no correspondido.

De un amor que se volvía negro al anochecer y que, probablemente, no le dejaría continuar más.

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Hanahaki • JeongCheolWhere stories live. Discover now