Fuego

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Ben sacó su teléfono y encendió la linterna. Con la luz que irradiaba me di cuenta que sonreía, y ahí noté que él no solo quería hablar en su habitación. Entonces, ya no estaba tan segura de ir con Ben, pero antes que pudiera decir algo, él tomó mi mano y comenzó a llevarme hacia la salida del restaurante.

Todo el sitio aún estaba oscuro, así que las personas giraban para mirarnos mientras pasábamos a su lado. Yo no quería que me reconocieran, así que agaché mi cabeza hasta que salimos de ahí.

Luego seguimos caminado y pasamos junto a las chimeneas del lobby y quise quedarme ahí, en vez de la habitación de Ben; sin embargo, él continuó halándome hasta llegas a las escaleras. Ya que yo no me movía puesto que seguía pensando en el lobby, Ben puso su mano en mi cintura y me dio un pequeño empujón para subir las gradas, haciendo que inconscientemente siguiera sus acciones, ya que mis piernas se movían sin que las pudiera controlar. Ahí comprendí que todo mi cuerpo me traicionaba, puesto que quería lo que yo le había negado por tanto tiempo, y del hombre que deseaba más que a ningún otro.

Así, comenzamos a caminar uno junto al otro en esa estrecha escalera, tal y como había sucedido hace unas horas, pero esta vez no me sentía molesta, sino más bien, nerviosa. No sabía dónde colocar mis manos, así que puse una en el pasamanos, mientras que con la otra agarré mi vestido, para así evitar tocar a Ben a toda costa. Mientras seguíamos subiendo, sentía que los latidos de mi corazón se aceleraban con cada paso que tomaba, pero sabía que ya no había vuelta atrás.

Finalmente llegamos al último piso, donde solo había una habitación: la suya. Entramos, y observé que era grande, lujosa, elegante y, sin embargo, fría, así que Ben fue a la chimenea y rápidamente la encendió. Recuerdo que él había hecho lo mismo hace ya tanto tiempo. Un tiempo que no quería recordar, pero que me alguna manera volvía a mi mente, sin importar cuánto intentara negarlo.

Luego Ben movió la mesa que estaba frente a la chimenea y puso el sofá más cerca de ella, para finalmente sentarnos. Yo estaba del lado derecho, mientras que él estaba justo a mi lado. Después, él me ofreció algo de beber, pero yo me negué, ya que ya me sentía algo ebria, y no quería terminar de perder la poca cordura que me quedaba.

Así que me quedé mirando fijamente el fuego, mientras que Ben me observaba a mí, y me veía como si fuera la mujer más hermosa del mundo, subiendo y bajando sus ojos por mi cuerpo. Ello me hacía preguntar qué estaba pensando: ¿Acaso yo había cambiado tanto desde la última vez que nos vimos? ¿Me extrañaba? ¿y qué planeaba hacer conmigo ahí?

Mi mente imaginaba todo tipo de cosas, especialmente con su mirada inquisitiva y sus ojos penetrantes, haciéndome sentir incómoda. Yo lo miraba de reojo, ya que cuando pensaba que había parado, no lo hacía, causando que Ben sonriera. Su mirada me hacía sentir nerviosa, tal y como la primera vez que nos vimos.

–¿Por qué me observas? –Finalmente pregunté, intentando calmar mi mente.

–Estoy feliz que estés aquí –contestó con voz seductora.

–Ah... –fue todo lo que pude contestar. Estaba perdida en sus ojos.

Escuchar ese tono de voz nuevamente, después de tanto tiempo, me afligía. Sentía que volvía a aquella vez en la cabaña del lago: Ben y yo, tan cerca uno del otro, junto al fuego, la emoción, el nerviosismo, y las demás sensaciones placenteras que tuve con él; todo ello me devolvía a aquel tiempo pasado. Incluso mis sentimientos resurgían debido al tiempo y lugar tan familiar en el que nos encontrábamos.

Y sus ojos... Aquellos ojos que tantas veces vi amarme, cuidarme y seducirme, me estaban mostrando dichas emociones una vez más, como si el tiempo nunca hubiera pasado.

–Tienes... Algo en tu cabello –dijo Ben, moviendo su mano para tocar un mechón de mi cabello y de paso, mi mejilla.

–No importa, déjalo ahí –contesté, sosteniendo su mano y de paso intentando detenerlo.

Sin embargo, Ben sostuvo mi mano y la besó repetidamente. Sus suaves besos en el dorso de mi mano me hacían exhalar repetida y fuertemente, ya que todo mi cuerpo comenzó a arder de deseo. Un deseo que solo él podía crear en mí... Y lo sabía.

Luego se acercó a mí hasta que estuvimos a tan solo unos centímetros. Sus ojos me eran demasiado para observar, así que bajé mi mirada. Sentí su respiración en mi frente, hasta que sus besos tocaron mi piel. Exhalé nuevamente, sin saber qué hacer; sin embargo, él continuó: besó mi frente un par de veces más, luego mi cabello, y después tocó mi cara y la alzó para finalmente besar mi nariz. Ahí vi nuevamente sus ojos, y me sentí sucumbir. Sentí que de alguna manera me devolvía en el tiempo y, sin embargo, no era la misma persona de antes.

Ya que me encontraba en shock, Ben movió mi mano hacia su rostro, hasta que toqué su mejilla. Su barba me era ahora tan familiar: suave, creando sensaciones de regocijo en mis dedos. Era una memoria tan cercana a mí, una memoria que amaba, especialmente en las mañanas, cuando lo sentía sonreír con tan solo colocar mis dedos en su barba.

Luego moví mi mano hacia su frente, sintiendo cada una de sus pequeñas arrugas, para luego bajar lentamente por su nariz, hasta llegar a sus labios, los cuales estaban tibios y suaves, como los recordaba cada vez que nos besábamos. Luego, Ben comenzó a besar la punta de mis dedos, haciéndome exhalar nuevamente, incitándome a pensar si sus labios aún sabían como antes: a amor y pasión.

Después, Ben tomó mi mano y la movió a su mejilla nuevamente. Luego besó mi cabeza una vez más, mi frente, mi sien y más, y mientras él bajaba sus labios por mi cara, yo la subía, hasta que sus labios y los míos quedaron frente a frente.

Ben era como un magneto para mí, y ya no podía permanecer más tiempo lejos de él.

Con el fuego y la noche de nuestro lado, nos besamos.

Lo InesperadoWhere stories live. Discover now