9. Refugio

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"¿Viste a los asustados?

¿Escuchaste a las bombas caer?

¿Te preguntaste alguna vez por qué tenemos que refugiarnos

cuando la promesa de un mundo nuevo y valiente

se desplegó bajo un cielo azul?"

Pink Floyd- Goodbye Blue Sky

—Jotaro—exclamó el muchacho sonriendo—¡Lo hicimos!

Jotaro suspiró, preguntándose cómo Kakyoin podía estar tan entusiasmado a pesar de todas las cosas que habían sucedido hasta ese momento. Entendía a la perfección que encontrar una ciudad tras vagar por un bosque sin un rumbo aparente le subiría el ánimo a cualquiera, incluso él mismo estaba contento, pero era incapaz de relajarse.

Estaba exhausto, hambriento, frustrado e incluso se atrevía a decir que un tanto asustado ante la posibilidad de que algo malo sucediera, pero no era como si fuera a mostrar algo de eso abiertamente, no estaba en condiciones de quejarse, pues esta era la mejor de todas las cosas que pudo pasarle que puso un pie en el país.

Llamó a Star platinum, haciendo que diera un vistazo rápido a las calles frente a él, confirmando que estaban vacías, cosa que le pareció bastante extraña, pues aún era hora laboral y no parecía ser un sector rural en absoluto. No supo por qué, pero tenía un mal presentimiento de todo eso. Por lo que miró a su amigo que avanzaba cada vez más a prisa en busca de una casa deshabitada para refugiarse.

Tomó uno de los papeles del piso, pensando que era información sobre campañas que solicitaban apoyo a las tropas o incluso peticiones para que los más jóvenes se alistaran en la lucha por su país, cosa normal en una guerra. En Estados Unidos solía verlas a menudo pegadas en las paredes de la universidad, en las paradas de autobuses, el metro, las calles y hasta en los hospitales. Cada afiche parecía ser más colorido que el anterior, llamando la atención de las miradas a pesar de que su mensaje se resumía en un simple "ve a morir por tu país en algún lugar lejano mientras nosotros, los responsables, no hacemos nada".

—¡Vamos, apúrate!

Recordó haber roto más de uno de esos, creyendo que todo el asunto de la guerra era una estupidez. Aun así, cuando escuchó su sentencia en la corte, la cual parecía condenarlo a perecer sin importar lo que hiciera, la idea de alistarse le pareció más atractiva que nunca, no tanto por la posibilidad de escaparse de las torturas de los campos de trabajos forzados, sino porque si llegaba a darse la casualidad de que lo enviaran al frente japonés a luchar, podría existir la remota posibilidad de encontrarse de nuevo con su mejor amigo antes de ser asesinado por su propia gente.

Aunque no lo diría en voz alta, era vergonzoso, hasta raro, en especial cuando había evitado cada intento de coqueteo del más bajo sin motivo aparente. Prefería seguir insistiendo con su versión de que lo habían obligado, cosa que no era completamente mentira.

Le dio una mirada al afiche, notando que no se trataba para nada de propaganda para la guerra, sino que era un aviso de evacuación de la ciudad debido al constante riesgo de bombardeos de la región. Según el papel, la zona estaba bajo la supervisión total del ejército, por lo que quedaba estrictamente prohibido que algún civil ingresara sin autorización, explicando la tranquilidad que veía.

—¡Kakyoin!

Corrió hacia él, empujándolo contra una pared, forzándolo a escurrirse en un callejón. Sacó a su stand una vez más, mirando en todas direcciones.

Mientras el mundo cae (Jotakak)Where stories live. Discover now