Mi Amor de las Estrellas. (Clex)

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Durante los últimos años tuve el mismo sueño recurrente. Me hallaba en mi cama durmiendo plácidamente, cobijado al saberme lleno de riquezas y lujos, de poder, domino y control. A mi corta edad era uno de los hombres más poderosos e inteligentes sobre la Tierra; me sentía imbatible, sentía que nada podía detenerme ni causarme algún temor. Por eso conciliaba el sueño con tanta facilidad. Pero esas noches en la que soñaba, todo parecía ser muy real. De pronto, mi espíritu parecía abandonar mi cuerpo, viajaba sin voluntad propia como si una fuerza de otro mundo la atrajese a su inevitable destino. Atravesaba cada piso de mi departamento en un ascenso directo hacia el espacio exterior. Flotaba en el aire, podía sentir la brisa fresca de la noche, como las densas capas de las nubes acariciaban mi rostro y la temperatura a mi alrededor descendía a medida que tomaba altura. La atmósfera que rodeaba a la Tierra parecía inexistente, podía cruzar a través de ella como si las moléculas de mis átomos se separaran y acomodaran a su antojo.

Nadie podía haber viajado así de fácil.

Pronto la oscuridad me absorbía y me encontraba a la deriva en el espacio, en el absoluto silencio de la nada misma, como si mi hábitat natural fuera aquel lugar oscuro y solitario; ni si quiera la falta de oxígeno o la temperatura inexistente par...

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Pronto la oscuridad me absorbía y me encontraba a la deriva en el espacio, en el absoluto silencio de la nada misma, como si mi hábitat natural fuera aquel lugar oscuro y solitario; ni si quiera la falta de oxígeno o la temperatura inexistente parecía afectarme. Mi vista, tentado, iba directa hacia el sol, mis ojos eran capaces de verlo todo. El astro rey se veía imponente, supremo, y mi planeta, no menos atractivo, ostentaba su belleza y perfección. Las vastas estrellas parecían rodearlo todo, trazando senderos inacabables, caminos que te llevarían a miles de otras estrellas, de sistemas solares. Me llenaba de regocijo ser parte del todo. Podía quedarme horas viendo las maravillas del universo; pero aquel espectáculo, aquella belleza que pocos habían tenido la fortuna de ver, duraba tan sólo algunos instantes, tan solo unos segundos. Todo parecía tan efímero y fugaz que a veces sentía que ni el tiempo existía. Mi existencia carecía de sentido alguno y me abrumaba una profunda tristeza y soledad.

Allí arriba era nada. Era nadie. Tan sólo polvo de estrellas en la inmensidad del universo.

Y ante esa pesadumbre, ante ese dolor incalculable, una calidez llegaba hasta mí, tocaba mi pecho e inundaba cada centímetro de mi ser. Salido de la nada, una luz me envolvía, me abrigaba, me resguardaba de tales sentimientos dándome esperanza y consuelo. Mi alma, de repente, era atraída por esa energía, se dejaba seducir extasiada, cautivada por un magnetismo inexplicable. Mi cuerpo... retomaba su viaje astral, un viaje que no entendía por mucho que me esforzara. Se desplazaba a una gran velocidad, atravesando mundos, sorteando estrellas, cruzando galaxias; y yo sólo quedaba hechizado, veía con ojos asombrados lo incalculable que podía ser el cosmos, lo infinito de todo lo que me rodeaba. Hasta que llegaba a mi destino, hasta ese lugar en dónde cada fibra de mi ser gritaba agitada sintiendo una extraña y necesitada pertenecía.

Y yo no podía estar más horrorizado.

Cada noche, cada maldita noche llegaba hasta ese mundo, a ese lugar en dónde abundaba la tecnología, dónde sus habitantes eran grandes intelectuales, viviendo de forma utópica, totalmente distinta a mi propia especie humana, insípida e imperfecta por donde se la mirara. Me hacía sentir un ser inferior, un don nadie, el último eslabón de la cadena alimenticia; y yo que día tras día me vanagloriaba de mi inteligencia y mis vastos conocimientos. Parecía el hazmerreír de aquel lugar. Mi soberbia y orgullo se sentían aplastados. Pero yo no era nadie que agachase la cabeza, que sirviera o se plantara inútil e indefenso. Quería mostrarme superior, hacerme valer, demostrarle a aquel mundo que nada teníamos que envidiarles. Mi mente se enredaba en las mil formas de hacerme notar y sobresalir.

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