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El señor Octavio regaba las plantas de su jardín con mucho cuidado bajo ese soleado día.

-sabes, ella amaba este lugar- dijo con una sonrisa

-¿como supo que estaba aquí?- dijo Carmen mientras salia de su escondite

-soy un anciano pero aun tengo el toque- rió un poco -acerca ese sillón y siéntate-

-¿quien amaba este lugar?-

-mi esposa, ella amaba las flores y decía que este era un buen lugar para mirar el cielo, sus ojos eran grandes mas bien enormes, ella era hermosa, ya no esta conmigo pero yo sigo cuidando de su jardín porque la sigo amando aun si no esta aquí conmigo, sigue en mi corazón en cada valioso recuerdo que tuvimos juntos- 

-ojala mis padres se hubieran amado así-

-el amor se expresa de diferente manera, simplemente no puedes obligar a alguien a que te ame, el amor no debe ser nunca una obligación o una carga, si no algo hermoso de vivir-

-es tan sabio, ahora entiendo porque Carl lo estima tanto- 

-te entretuve con las platicas de este viejo hombre y olvide preguntar si buscabas a Carl-

-de hecho fue bueno escuchar un consejo, debo irme señor Tavo- se levanto y fue a casa 

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-talvez al señor Tavo quiera una nueva flor para su jardín, los girasoles son algo hermoso después de todo- Dijo Carmen mientras se acercaba a la casa de Carl -Señor Tavo, ¿Señor Tavo?- toco la puerta sin obtener respuesta alguna -¿señor Tavo?- la puerta se abrió sola -¿señor Tavo...?-

-¡Carmen que has hecho!- grito Carl desde la puerta

-Carl...-

Carmen.

carmenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora